(Lean la nota al final del capítulo)
Narra Marnie:
Stephen me arrastra hasta llegar a su auto. Me siento nerviosa, ¿Qué tipo de ropa va a comprarme? ¿Será ropa que me guste? ¿O será algo que compremos de alguna tienda de zorras?
Me aterra lo que puede pasar aproximación.
Entra a su auto y hago lo mismo, me coloco el cinturón y espero a que arranque, lo hace y empiezo a rezar para que no pase nada malo.
Malo para mí, divertido para él.
—¿A qué centro comercial vamos? —pregunto nerviosa, me mira y sonríe.
¿Qué hace que sonría tanto?
—Uno de por aquí cerca. No te pongas nerviosa, pequeña saltamontes, no tienes nada que temer —contesta sonriendo, frunzo el ceño.
—Cuando lo dices así, me da más miedo aún —murmuro removiéndome en el asiento del auto.
Después de unos minutos se estaciona al frente de un centro comercial. Bajamos del auto y caminamos adentrándonos en el, miro hacia todas las tiendas y frunzo el ceño, no hay tiendas a las que acostumbro ir y sabiendo el tipo de ropa que Stephen espera que me ponga esto no será de mi agrado.
—Entremos a esta —dice y me toma de la mano jalándome hacia la tienda, a penas entro quiero salir.
La ropa que usan los maniquís es de zorra. Shorts cortos y rasgados, vestidos cortos y escotados, faldas más arriba de las rodillas y unas camisetas cortas como hasta el ombligo que no sé que rayos serán.
Stephen empieza a ver la ropa mientras yo intento salir de la tienda sin que me vea, pero fallo en el intento cuando me toma del brazo y me pasa unas prendas.
—Ni se te ocurra —digo inmediatamente al ver lo que quiere que me ponga, es un vestido escotado oscuro con unas especies de muñecos, flores, puntos, no sé qué diablos serán de color mostaza.
—Póntelo, te quedará bien —insiste.
—Esto no me llegará ni a la mitad del muslo —digo observándolo, rueda los ojos.
—Eso que interesa, no te hará mal broncearte las piernas —dice mirándome esperando a que me lo ponga.
Suspiro y me rindo. Me voy hacia los probadores y me lo coloco.
Me miro en el espejo del probador y ni siquiera me reconozco, intento tapar un poco el escote pero no puedo así que dejo de intentarlo. Me veo una vez más en el espejo y repaso lo que llevo, la verdad es que no me veo tan mal ni tan zorra como pensé que me vería. Salgo del probador y veo que Stephen esta distraído viendo su celular, lo llamo y voltea a mirarme. Sus ojos se abren y suelta su celular, su mirada me recorre el cuerpo, de arriba a abajo, desde el escote hasta mis piernas, me ruborizo ante su potente mirada y mi corazón late aceleradamente. Es incómodo y un tanto vergonzoso.
—¿Qué te parece? —pregunto con la voz temblorosa, se acerca a mí y pasa sus manos por mis hombros, hace un movimiento para que me relaje y seguido de eso suelta mi cabello lanzando por ahí mi sujetador de cabello.
—Mejor —dice acomodando mi cabello colocándolo hacia un lado y pasándolo por delante de mi hombro derecho—. ¿Lo ves? ¿Acaso te sientes como una zorra? —niego con la cabeza—. Mostrar un poco de piel y marcar tu figura no te hace una zorra, pequeña saltamontes. Debes saberlo.
—Gracias por el dato —digo sonriendo falsamente.
—De nada, ahora; ponte esto otro —dice pasándome una gran cantidad de ropa que mis pequeños brazitos no alcanzan a agarrar.