La sonrisa del diablo

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Luke se veía en el espejo de nuevo, su reflejo le devolvía la mirada, inspeccionaba a detalle que cada pieza estuviese en su lugar, justo como su padre le gustaba. Justo como un Weissbeck debía mostrarse ante el público. Que se notara todo el dinero que poseían.

Se había quedado solo, la criada se había ido cuando su baño terminó, y decidió irse sin esperar hacia el despacho de su padre. Quedaba media hora, era bastante tiempo, pero su padre odiaba a las personas que llegaban tarde. Como su hijo, era impensable el llegar tarde. Sin prisas, con suficiente tiempo, temprano.

En la planta baja, hacia el ala oeste de la mansión, se encontraba el despacho de su padre. Ningún criado tenía permitido acercarse cuando Adolph Weissbeck estaba en su despacho, y de ser necesario era llamado. Él caminó seguro por el pasillo hacia el ala oeste, él no era un criado, era Luke Weissbeck, y aunque existían reglas sobre sí mismo impuestas por Adolph, estaba en otro status.

"Eres un Weissbeck".

Luke escuchó unas voces al fondo, enarcó una ceja curioso, su padre sonaba misteriosamente animado. Cuando estuvo a punto de tocar la puerta, esta se abrió dejándolo con la mano en el aire.

Ambos se miraron.

—¿Luke? —susurró su padre. El tono crema del traje de Adolph le hacía ver aún más pálido— ¿Qué estás haciendo aquí?

Ese tono...

—Tú me llamaste, padre —susurró algo apenado, ¿Habría confundido la hora? Imposible.

Dos segundos de silencio.

—Sí —dijo seguro. La pregunta anterior quedaba anulaba por el controlado tono de voz de Adolph. Su padre, su padre lo sabía todo—, es cierto, yo...

—¿Este es el pequeño heredero? – interrumpió otro hombre saliendo del despacho.

Luke luchó por mantener la compostura, sereno (como su padre), cuando sus ojos se encontraron con los del otro hombre. Ese sujeto... no le agradaba ese sujeto. Todo él gritaba vulgar; su largo cabello rojo, sus tatuajes en el cuello y los nudillos, no se molestaba en disimular la ilegalidad a diferencia de su padre (Elegante, estricto, respetable, luciendo como alguien que nació respirando dinero). Luke tenía diez años recién cumplidos, era un niño, pero no era idiota. Él sabía en el mundo en el que estaba, aunque no entendía la mayoría, comprendía lo necesario. Ningún niño de su edad habría visto lo que él hasta entonces.

Bueno, no era ningún niño. Era un Weissbeck.

La voz de su padre en su mente se encargaba de recordárselo a diario.

Luke era un buen observador, era un talento, sabía que el acompañante de su padre tenía intenciones ocultas, peligrosas. Seguramente su padre ya estaba al tanto.

El hombre se agachó a su altura, le sonrió pero Luke mantuvo su expresión seria.

—Es una pequeña belleza ¿No? –lo tomó de la barbilla apretando los dedos en sus mejillas, movió su rostro de un lado a otro— Eres tan delgado y lindo como una niña mini Weissbeck —desvió su mirada para ver al mayor sin soltarle el rostro—. Siempre lo diré, el parecido contigo es increíble Adolph, ¿Tú también eras así de lindo?

Luke notó la casi imperceptible tensión en la mandíbula de su padre. Una cosa era que se burlaran de él, pero otra era que se burlaran de su padre y no permitiría que lo hicieran por su culpa.

—Soy un niño, señor –espetó y movió su cabeza zafándose del agarre del hombre.

Este, soltó un silbido divertido.

Identidades falsasWhere stories live. Discover now