LXIII

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Ya la noche había caído, la luz de luna alumbraba mi pequeño espacio, aquel en donde me encontraba yo pensando en él, en qué habría hecho, si ya había comido o si se sentía bien.

Allí estaba yo, una vez más preocupada por él, cuando lo más probable era que, donde quiera que estuviera, él no se preocupara por mí.

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