*La Maldición Cae*

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Los personajes no me pertenecen, son del mundo Supernatural. No espero ofender a nadie, solo escribo por diversión y son fantasías mías.

Es un Dadstiel, que se me ocurrió hace tiempo, pero recién lo subo. Mi versión de Castiel cuidando a los niños Winchester.

Capítulo 1: La maldición cae.

Una maldición, no un hechizo, una real maldición y ahora, ¿cómo deshacía esta maldición? El dios, que la hizo, estaba muerto como para preguntarle cómo podía deshacerla. Ni siquiera sabía cuál dios fue. Miró por todos lados y no había pistas de nada, ningún signo de pelea antes de su llegada, pero él lo vio, es decir, vio el poder lanzado.

Castiel escuchó el llamado mientras estaba a miles de kilómetros, desbaratando una red de tratas de blancas y eliminando varios demonios en su camino. Apareció en el momento en que el dios se desvanecía en un humo extraño, y los muchachos envueltos en ese humo se encogían. Revisó el lugar con el lloriqueo de los infantes en sus oídos. El último destello de venganza del dios pagano hizo efecto. Sin pensar mucho, tomó a los dos cachorros en brazos para tratar de tranquilizarlos y como si hubiera usado magia, los chicos se callaron, mirándolo con curiosidad.

-Sam, Dean, ¿pueden entenderme?

Más miradas de curiosidad. Sam era un bebé con ropita de bebé y todo. Dean era un niño pequeño, también con ropita infantil de jean. La magia afectó todo alrededor de los chicos, incluso, desapareciendo las armas y las evidencias.

Decidió llevarlos al búnker y, en un aleteo, estuvieron ahí.

-¿Y ahora qué?

Pedir ayuda, a quién, si el único candidato era Crowley y mejor que no se enterara, porque podría secuestrar a estos dos y ni imaginarse lo que podría hacerles. En el mejor de los casos, los criaría como hijos suyos, eso ni hablar, en ese caso los criaría él... ¿Ahora en qué pensaba?

Dejó al bebé de unos meses de edad encima de la mesa y al pequeño, sentado en una de las sillas. Debía empezar interrogando al niño, pues parecía poder hablar.

-Hola, ¿puedes decirme si recuerdas algo? -dijo, tratando de sonar dulce.

El niño lo miró con sus grandes ojos verdes y negó con la cabeza repetidas veces.

-¿Sabes cómo te llamas?

Volvió a negar con la cabeza. Castiel pensó un momento.

-Tu nombre es Dean.

-Dean -repitió el niño.

-Sí, Dean y este -dijo mostrando al bebé-, es tu hermano Sam.

El niño miró al bebé con asombro.

-Sam -repitió.

-Bien, muy bien -dijo alentándolo-, y yo soy Castiel.

-Cas... -su voz infantil era muy enérgica.

-Castiel -insistió el ángel.

-¡Cas! -concluyó el niño.

-Caaaaaaaaaassssss... tiiiii... eeeellll -volvió a insistir.

-Cass... ti... tú... Cas. -Sonrió travieso.

El ángel hizo una mueca de fastidio. Al parecer, ni así se libraba del apodo.

El estómago del niño hizo un ruido y este se tocó con la mano sorprendido.

-¿Tienes hambre?

-Hambre -repitió el niño.

-Iremos a la cocina.

Tomó al bebé entre sus brazos y al niño rubio de la mano para guiarlo hasta la cocina, donde abrió el refrigerador. Había para hacer un emparedado y algo de leche. Recordó que siempre olían la caja de leche antes de tomarla, debía ser algún ritual o algo parecido, así que hizo eso, pero se llevó tremendo chasco al notar un olor muy desagradable.

Bendita Maldición (Destiel-Dadstiel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora