En la piscina

38.2K 267 14
                                    

Mi Diario íntimo

Julio 2000 - En la piscina

A mis quince años lucia orgullosa mi nuevo bikini blanco en la piscina a la que solíamos acudir los días en los que el viento hacía incómodo disfrutar de arena de la playa y el rumor de las olas. Ese verano sentía una mezcla de orgullo y vanidad, ya que por fin rellenaba un poco la parte de arriba con aquellos dos bultos que empezaban a despuntar de mi cuerpo.

Por alguna feliz coincidencia, nos habíamos quedado lo dos solos y cobijados bajo un muro de piedra que  al fresco viento de principio de verano arrebatar a nuestros cuerpos el tibio calor que proporcionaba el sol mientras charlábamos de nuestras vidas, yo y  aquel guapo amigo de mi hermano. El era algo mayor que yo y alimentaba mi  vanidad el pensar que era el primer verano que parecía darse cuenta de mi existencia, incluso parecía disfrutar quedándose  a solas a hablar conmigo en vez de ir a zambullierse con el resto. Él empezaba la universidad después del verano y yo lo miraba ensimismada mientras se echaba la crema de sol y me contaba sus planes para el próximo año, un futuro, ya presente para él, lleno de novedades que yo aun veía lejanas para mí.

Cuando terminó de extenderse la crema, me previno indulgente de lo engañoso de ese sol que se ocultaba a ratos perezoso entre las nubes e insistió en que me tumbase en la toalla para echarme el protector solar. Mi naturaleza tímida se vió enfrentada a el sentimiento de verguenza de  de  que fuese él quien me echase el protector, pero no me atreví a llevarle la contraria por no quedar como una tonta, así que traté de relajarme y me tumbé boca a bajo en la toalla  dispuesta a seguir disfrutando de aquella tarde de verano.

Sentí el frío chorro de crema en mi espalda, seguido de la cálida sensación de sus manos al repartir el líquido, primero por mis hombros y luego por mi espalda suavemente, no solo repartiendo el protector solar, sino también masajeando suavemente  mi piel con las yemas de los dedos. Con una sonrisa tonta disfrutaba del sol y del olor a hierba freca que traía el viento, de las palabras y de  de ese masaje  de un chico guapísimo, toda una nueva experiencia,   saboreaba la sensación de sus manos al subir y bajar por aquel lienzo que era mi espalda, mientras me deleitaba con antelación en la cara que pondrían mis amigas cuando les contase que nada menos que Gonzalo, me había dado un masaje aquella  misma tarde.  Noté sus hábiles manos en las piernas, masajeándomelas, los gemelos,  la parte posterior de los muslos, ...salí de mi estado de agradecido relax cuando sentí sus manos bajo aquella curva, musa de algunos pintores, donde termina las piernas. Pensé por un momento en decir algo, pero no quería quedar como una niña, así que le dejé seguir pesando que ya que no podía tardar mucho más en terminar de extender la  crema por esa delicada zona.

Pareció entretenerse mucho rato en esa frontera donde después de mis piernas se abría aquel otro paisaje más voluptuoso, como quien disfruta de la nueva vista que se abre tras una larga caminata. Yo llevaba aquel bikini blanco pequeñito y  empezó a echar crema alrededor de la tela, rozándome las nalgas. Me di cuenta de que ya no me acompañaban sus palabras, sino solo el rumor de la hierba mientras sentía su mano seguir la ruta que le marcaba la línea de mi bikini y notaba sus suaves dedos ascender por esa suave colina,  incluso deslizándose las yemas bajo el borde de la tela, lenta y suavemente. Estaba pensando azorada que tenía que decirle algo, cuando por fin  dijo despreocupadamente como quien acaba de quitarte una brizna de hierba del pelo.

 - Ya está, date la vuelta no te vayas a quemar la barriga-. 

Un poco ruborizada me di la vuelta agradecida de que  hubiera convencido a mi madre para comprarme aquél top con un poco de relleno interior que realzaba mis pequeños pechos, no una sonrisa tonta disfrutaba del sol y del olor a hierba freca que traía el viento, de las palabras y de de ese masaje de un chico guapísimo, toda una nueva experiencia, saboreaba la sensación de sus manos al subir y bajar por aquel lienzo que era mi espalda, mientras me deleitaba con antelación en la cara que pondrían mis amigas cuando les contase que nada menos que Gonzalo, me había dado un masaje aquella misma tarde. Noté sus hábiles manos en las piernas, masajeándomelas, los gemelos, la parte posterior de los muslos, ...salí de mi estado de agradecido relax cuando sentí sus manos bajo aquella curva, musa de algunos pintores, donde termina las piernas. Pensé por un momento en decir algo, pero no quería quedar como una niña, así que le dejé seguir pesando que ya que no podía tardar mucho más en terminar de extender la crema por esa delicada zona.


Pareció entretenerse mucho rato en esa frontera donde después de mis piernas se abría aquel otro paisaje más voluptuoso, como quien disfruta de la nueva vista que se abre tras una larga caminata. Yo llevaba aquel bikini blanco pequeñito y empezó a echar crema alrededor de la tela, rozándome las nalgas. Me di cuenta de que ya no me acompañaban sus palabras, sino solo el rumor de la hierba mientras sentía su mano seguir la ruta que le marcaba la línea de mi bikini y notaba sus suaves dedos ascender por esa suave colina, incluso deslizándose las yemas bajo el borde de la tela, lenta y suavemente. Estaba pensando azorada que tenía que decirle algo, cuando por fin dijo despreocupadamente como quien acaba de quitarte una brizna de hierba del pelo.

- Ya está, date la vuelta no te vayas a quemar la barriga-.

Un poco ruborizada me di la vuelta agradecida de que hubiera convencido a mi madre para comprarme aquél top con un poco de relleno interior que realzaba mis pequeños pechos, no solo por el echo evidente de que parecieran un poco más grandes, sino porque de otra forma hubiera notado, que sin poder evitarlo en ese momento las pequeñas guidas que se ocultaban debajo habían empezado, como si tubieran vida propia, a responder a aquellas atenciones erizándose como si hubiera un frío gélido, que no era el caso.

Tumbada boca arriba note sus manos sobre la barriga y casua distancia que separaba sus dedos de esos ahora duros botones del centro de mis pechos, respiré aliviada, pero  al momento note su mano en mi muslo, subiendo distraidamente por esa sensible zona de la piel mientras extendía la crema.

¡Oh Dios Mio!.  Pensé tratando de serenar mi respiración para que no se notase mi agitación. ¡Tengo que decirle algo!


Podía notar aquella mano intrusa en la zona interna de mis muslos deslzarse arriba y abajo hasta que incluso su dedo índice llegó a rozar la fina tela del bikini que hacía de última frontera.

- ¡Vale, creo que ya basta! -, Grito en silencio mi mente, pero paralizada  no me atreví a abrir la boca. ¡Vamos Nerea abre la boca y dile que se esta pasando de listo!, pero aquellas palabras no acababan de formarse en mi boca.

Era demasiado consciente de que solo un fino trozo de tela separaba su dedo índice de mi parte más intima y lo notaba rozar la fina tela mientras su mano untaba el protector en mi muslo, Tengo que decir algo pensé, pero en mi boca, ahora seca, no terminaban de formarse las palabras y cuanto más tiempo dejara pasar más violenta se volvería la situación. Pasaron unos eternos segundos con el corazón acelerado intentando que las palabras acudieran en mi auxilio. Oí a lo lejos la voz de mi hermano y sus amigos que se acercaban despreocupadamente y Gonzalo aparto su mano.


-Bueno ya no te quemarás guapa.-



Aquel día decidí copemzar a escribir este diario para recordar mis timidos pasos en el mundo de los juegos de adultos.


Diario íntimo de mi adolescenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora