Julio 2000 - Descubriéndome a mi misma
Después de aquella tarde tomé consciencia de mi propio cuerpo. Ya no era una niña, aunque suene a frase manida por primera vez comprendí su significado, no solo porque había empezado a notar, confieso que con cierto agrado, como me miraban los chicos, sino porque lo que experimenté cuando Gonzalo me tocó aquella tarde tenía que aquello de lo que hasta ahora había oido hablar, pero no entendía: Deseo, pasión,... Para mi desde luego era algo nuevo.
Tengo un recuerdo de mí mirándome en el espejo del vestidor de mi habitación y buscando en el ovillo de mis recuerdos casi podría asegurar que fue la misma noche que siguió a aquella tarde en la piscina. La imagen que me devolvía el espejo seguía siendo el que ya conodía, de una niña, con unos pantalones cortos y una sencilla camiseta, poco más de metro y medio, delgada (mi abuela siempre decía que demasiado), pelo suelto, liso, largo y moreno que caía hasta la mitad de mi espalda, ojos castaño oscuros, algunos dirían que tímidos, nariz un tanto respingona y unos bonitos dientes y labios de los que me sentía especialmente orgullosa.
Me quité la camisa y el pantalón, los puse encima de la cama y me miré de nuevo, aun recuerdo que llevaba unas sencillas braguitas blancas con un pequeño lacito azul y un sujetador a juego. Sin dejar de mirarme me desabroche el sujetador y lo dejé caer al suelo, dos pechos pequeños pero firmes me apuntaron desde el espejo, me puse de perfil para ver orgullosa como sobresalían de mi figura ya nunca más plana. Ahora que los miraba atentamente eran bonitos, pequeños pero bien formados, con unos pequeños pezones marrón claro. Siempre había envidiado a mi amiga Vanesa que se comenzó a desarrollar a los trece y ahora a los quince tenía unos preciosas tetas, mucho mayores que las mías decoradas con unas aureolas rojo intenso, pero bueno al menos yo este verano no sería la única de mis amigas plana como una tabla de surf.
Volví a mirarme de frente al espejo y deslicé aquella última prenda de ropa interior por mis piernas para dejarla caer a mis pies, entre las piernas podía ver una pincelada de vello negro y ligeramente rizado, no era mucho, ni siquiera me había echo falta depilarme la ingle para ponerme el bikini como ya hacían algunas amigas, pero ya era más denso que hace un año cuando solo eran unos pocos pelos que peleaban por abrirse paso. Aparté la ropa interior con el pie y me observé detenidamente con las manos en las caderas, nadie diría ahora que soy una niña me dije sonriéndome. Hacía solo unas horas las manos de un chico habían estado a solo unos milímetros de esos pequeños botones marrón claro y de ese vello que crecía entre mis piernas, el pensamiento hizo que aquellas aureolas marrones que coronaban mis pechos empezasen a reaccionar una vez más con vida propia, pase mis dedos por la zona interior de mis pechos en misma zona donde hacia no mucho habían estado unos dedos ajenos y sentí por segunda vez en poco tiempo aquella agradable sensación de aquellos dos bultos al endurecerse .
Ese recuerdo, traicionero, me hizo buscar aquel bikini y volver a ponérmelo. Me tumbé en la cama cerré los ojos y deslicé los dedos primero por la barriga y luego por mi pecho tal y como habían echo aquellos otros. Los sentí deslizarse bajo del top igual que había echo él, lentamente, sin prisas, pero esta vez tras unos minutos estos atrevidos dedos si que fueron más lejos, hasta alcanzar aquel punto que se ocultaba en el interior, no pude dejar de preguntarme que hubiera pensado él de mí al encontrárselo erguido, desafiante. Deslice mis dedos por encima de ese duro botón mientras bajaba la otra mano hacia mis muslos rozando el bikini en la misma zona que había estado la suya y sentí un hormigueo en la barriga.
Nunca me había tocado de esa manera y un pensamiento de culpabilidad cruzó mi mente. ¿Me iba a masturbar? me di cuenta por primra vez de que era eso lo que estaba empezando a hacer. Todas las chicas de clase sabíamos que los chicos lo hacían y algunos hasta fanfarroneaban de ello, pero no conocía a ninguna chica que se hubiera tocado a si misma. Quizá lo hagan y no se atrevan a contarlo pensé, desde luego yo no iba a contárselo a nadie, ni siquiera a Vanesa pese que hasta ese día no tenía secretos para mi mejor amiga.
Tome consciencia de mi misma echada en la cama, con una mano acariciándome aquellos hinchados bultos y la otra en la entrepierna y me reí por dentro de la niña del espejo mientras deslizaba la mano dentro del bikini imaginándome que sentiría el día que un chico cruzase esa frontera prohibida, lo notase subir por el monte de venus y deslizar los dedos lentamente sobre el vello hasta alcanzar aquella otra frontera más sagrada que ahora cruzaba yo misma.
Me sorprendió lo húmeda que estaba al deslizar los dedos a lo largo de ese estrecho valle. Estuve un buen rato echada sobre la cama acariciándome de esa forma, acariciando y estrujando suavemente aquellos delicados bultos y deslizando mis dedos a lo largo de aquella otra zona sagrada, pero sin atreverme a cruzarla del todo.
He de confesar que no encontré lo que buscaba, porque aunque disfruté tocándome de esa forma no encontré esa experiencia tan maravillosa de la que había oido hablar en las películas y que hacía que los protagonistas gimieran y hasta gritaran de placer, pero no, aquello no ocurrió hasta meses más tarde. Aquel sería mi primer fracaso en lo que al sexo se refiere, y desde luego no el más frustrante.
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Diario íntimo de mi adolescencia
Non-FictionMuchas escribimos un diario en ese periodo de la vida lleno de nuevas experiencias, de descubrimiento del sexo y de una misma. Me gustaría ahora convertir en un relato lleno de erotismo las áridas citas que en su día garabateé sobre unas páginas cus...