Bella Vida (JJxIsabella)

Capítulo 1

JJ miró aburrido a todos bailar en la discoteca.

Sí, aburrido.

El problema era que Jean no estaba en la pista de baile, sino detrás de una barra.

¡Bingo! Era barman

O por lo menos por unas horas.

A JJ le encantaba meterse en problemas, y cuando se coló — como por cuarta vez— al trabajo de su mejor amigo (Otabek), el cual era DJ, no pensó que las consecuencias serían de este tipo.

Él solo quería una entrada gratis a la excelente discoteca llamada Locura, y es que quién demonios no querría asistir, era un buffete de belleza, situado en la Avenida Nevsky, el corazón de turismo de San Petersburgo.

A Jacques le urgía una salida, bailar un rato, besar (quizá) a alguien. La Universidad lo tenía estresado y repleto de tareas, se supone que esa noche sería su noche.

¡Pero no, como Viktor — el verdadero barman— llegaba tarde, él (por colado) es el barman provisional!

La experiencia de JJ era la siguiente: El Whisky es delicioso pero te lo cobra al día siguiente, el Ron sin mucha coca cola te provoca jaqueca, el Vodka te alegraba, pero a las horas llorabas sin consuelo y la cerveza te mantenía yendo al baño por las siguientes horas.

Sí, era un buen bebedor, pero un pésimo barman.

La gente llegaba y por suerte, le pedían cosas bastante sencillas— Cerveza más que nada— y dejaban el dinero encima del taburete acostumbrados ya al precio.

Era sencillo pero aburrido. Él se imaginaba ayudando a los ebrios a resolver sus problemas amorosos, no es por presumir, pero él daba excelentes consejos, tanto que (creía) podría ser psicólogo.

Las películas de barmans secando vasos, con el bigote bien peinado y el cabello para atrás ayudando a los demás con problemas amorosos lo habían dejado marcado. Y él quería actuar de la misma manera, pero no había ni un mísero ebrio que le pidiese ayuda.

¡Era su momento de brillar, pero la situación no lo ayudaba!

Viró los ojos apoyándose en el taburete. Observó a la gente divertirse y suspiró.

—Disculpe, ¿Cuál es el trago más fuerte?

El Leroy se levantó cuando escuchó la voz femenina hablar alto por la música. Volteó a verla entusiasmado porque según las películas — Sí, era un cinéfalo— así empezaban las charlas amenas entre barman-ebrio.

—Bueno, yo le recomendaría...— Pero se quedó callado cuando observó a la desconocida. Ya, era endemoniadamente guapa, sus ojos celestes lo observaban y sus labios pintados de rojo vino. Era hermosa— Y-Yo... Ehm, ¿Un Whisky? Quiere algo fuerte, ¿no, linda?

—Un whisky está bien, incluso sin hielo, si se puede— Sonrió— Quiero salir muy ebria de aquí.

El Leroy siguió sus ordenes sin hablar, impresionado por la belleza y por lo que la mujer demandaba. ¿Qué tendría?

—No es seguro para una chica tan bonita como usted— Murmuró, llenando el vaso del alcohol— ¿Está segura? ¿Le sucede algo?

—No me trates de usted, seguramente tendremos la misma edad— Se arregló el vestido negro, acomodando su pronunciado escote, sin verse vulgar, claro está— Necesito ahogar a unos cuantos demonios, para mañana pensaré mejor las cosas. Hoy la racionalidad se desconectó de mi cerebro.

El canadiense negó con la cabeza sonriendo, le dio el vaso y la observó tomarlo hasta la mitad sin hacer ningún gesto.

—Buena bebedora.