Lujuria

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El capítulo de hoy es diferente;intenté darle un enfoque diferente y a la vez igual al pecado. Espero que les guste y por favor, no me lancen tomates después de leer.

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"—El deseo puede provenir de muchas fuentes y transformarse en lo más anhelado. Una situación, un amigo, un amor, incluso, un encuentro pasional —escucharon ambos amantes, atentos—. Podemos sobrevivir sin satisfacer nuestros deseos; aunque sería una vida monótona, triste y aburrida."

Dos años habían pasado desde el primer encuentro en la casa de verano; seguían volviendo al inicio, aunque ahora, solos.

Ni siquiera lograron llegar a la habitación esta vez, pues Levi la tomó en el automóvil.

Sí, la pasión, esa atracción tóxica y corrosiva, continuaba.

En algún punto se cuestionaron sobre su relación, si podían llamarle de una forma a sus encuentros sexuales. Ambos estuvieron de acuerdo en el trato silencioso que sellaron con sus cuerpos. Vivirían el momento, limitándose a sentir la pasión consumirse, sin complicados sentimientos de por medio.

Mikasa se sentó en el regazo de Levi, en el diminuto automóvil que les hacía cada vez más difícil la tarea de tener sexo. Se golpeó la cabeza tres veces antes de salir del vehículo enfadada. Levi no tardó en seguirla y someterla de espaldas contra la puerta del coche.

—Te lo compensaré —prometió introduciendo una mano en la blusa de Mikasa. Jugó con uno de sus pechos al mismo tiempo que su otra mano se colaba debajo del vestido. Levi había aprendido cómo tocarla para doblegarla a su voluntad. La chica no tardó en volverse un manojo de sensaciones.

—Más —murmuró roncamente, apoyando las manos en el capot del auto, buscando estabilidad. El hombre aprovechó la inclinación para levantarle el vestido, se bajó rápidamente el pantalón con todo y bóxer, y de una estocada, entró en ella, arrancándole varios gemidos.

Poco les importaba estar dando un espectáculo en el porche. Esa pequeña casa estaba aislada del mundo, al menos, por veinte o treinta kilómetros de distancias de la ciudad.

Arremetía contra ella con toda la rudeza que solía caracterizarlos. Mikasa no era una chica que necesitara de palabras bonitas y caricias para estar satisfecha, al contrario, los mordiscos, chupetones y palabrería sucia hacían más excitante las relaciones para ella. Y Levi disfrutaba a lo grande de la disponibilidad de su amante para cumplir todos sus caprichos; no había promesas de amor o reproches cuando cada uno se vestía e iba como si nada hubiera sucedido.

El amor les parecía innecesario, jamás hablaron de ello; promesas de unidad, fidelidad, bodas y familias. Ellos carecían de interés en aquellos prototipos sociales. Bastaba con que el otro estuviera dispuesto a abrir las piernas para darse por bien servidos.

Sí, eran los amantes perfectos que no podían mantener las manos lejos de otro.

Levi golpeó con su mano libre uno de los glúteos de Mikasa, provocando que arqueara espalda y un sonoro gemido.

—Vamos, preciosa —susurró aumentando la velocidad de sus embestidas, cuando sintió llegar al orgasmo. Se descargó dentro de ella, echando su cuerpo al frente, aplastándola contra el cofre del auto. Ignoró las quejas de Mikasa y se quitó después de un rato, para disgusto de lo mujer.

—Al menos deberías de esperar a que me venga también —recriminó enfadada, bajándose el vestido. Tenía tiempo que el hombre se enfocaba demasiado en sí mismo a la hora de tener relaciones, que se olvidaba de su placer.

Pecados capitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora