Caminaba temprano en la mañana por las calles de un pequeño pueblo a las afueras de Nueva York. Era mediados de otoño, el pueblo era muy escaseoso de tecnologia, también solo tenia un minimo de talvez 550 personas, de las cuales la mayoría eran ancianos. En ese entonces me dedique a visitar a una amiga de mi madre, una mujer quisquillosa que se dedicaba a la controversia y la farambula.
Me encontraba perdida, en un pueblo que solo eh visitado dos veces en la vida, y todo por la culpa de esa madre mía. Era cierto, a Lidia no le gustaba andarse por esos lados. Si, Lidia Rodall, la mujer justicia, baja de estatura, de pelo lasio corto y negro como el carbon, ojos grandes y cafes, de algunos 27 años los cuales no aparentaba para nada, de tez clara y pálida, manos delicadas y frías de aspecto reservado. Su vestimenta era aburrida y sencilla, jeans largos y no tan ajustados, una camiseta gris, suelta y lo bastante larga como para parecer vestido y zapatos negros de lazos negros. Personalidad retadora pero educada, capaz de llevar la educación por el camino oscuro de la sociedad y iluminarla como receptora de ésta.
-¿Abigail esta por aquí?- pregunto Lidia entrando a una tienda de libros viejos. "Había llegado a un lugar desierto", me decia. Todo estaba vacio, las calles, los parques, ¡todo! ¿seguira siento ésto parte de Nueva York?
-¡hola!- grité a lo unísono.- ¿hay alguien?- seguía preguntando, era imprescindible que viese a esa mujer.
- ¿Diga?- dijo una mujer saliendo detras de unas cortinas.
-Hola, soy Lidia Roda-....dijo siendo interrumpida por aquella mujer.
-Se quien eres, pero no entiendo tu presencia Aquí. Decía aquella mujer que posaba entre sus labios un cigarrillo.
Abigail Rosse, una señora de algunos 59 años de edad, de baja estatura, pelo color café, riso, desaliñado y corto, vestida de manera inapropiada para alguien de su edad, maquillaje voluminoso a esa hora de la mañana, joyería extravagante y arrugas que le hacían ver mas vieja de lo que era. Su vestimenta constaba de una bata corta, color violeta y con muchas arandelines blancos en las puntas, risos mortalmente esponjosos y unas pantuflas rosadas de plumas, horribles para mi gusto.
-Ah...bueno... Mi madre me ah mandado a ayudarle. Dije con los dedos cruzados y observando la tienda con mucha determinación. Era reservada, vieja, algo aburrida y llena de polvo, pero tenia libros que por sus portadas podria decir que son extremadamente viejos. La tienda era sobretodo vieja y sencilla, todo lo contrario a la propietaria.
-¿ayudarme con qué? No tengo nada con lo que necesite ayuda- dijo esta exalando el humo del cigarro de manera brusca y egocentrica.
- Por algo lo habrá dicho mi madre, ¿no?- le dije mirando la con seriedad. No tenían intención de marcharme tan pronto de Mounts White, el pueblo de la antiguedad y de mis memorias.
- ¡Esta bien! ¡Esta bien!- decía ésta apartando a un lado su cigarrillo- creo que los rumores de las personas se esparcen muy rápido en Mounts Whited, y más si la que los imparte es el mismo chisme del momento. Decía ella sentándose.- ¿y bien? ¿ Cómo anda tu madre?- dijo la señora haciendo espacio en el viejo sillón para Lidia, la cual le sonrió y se acerco para sentarse.
Luego de eso, pasamos de las formalidades retoricas a una comunicación muy normal y amistosa. Toda la noche hablando y bebiendo algo parecido a alcohol.
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El Amar y el Ser Justo
Romance"De favor en favor nos vamos debiendo" La aburrida Jueza Lidia Rodall viaja desde los Angeles hasta Nueva York, para hacer un "favor" a su querida madre en sus tan apreciadas vacaciones. Sin embargo, su visita a Monts White, (un pueblo pequeño afuer...