→Capítulo 2: Luke←

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Luke's POV
10:56 pm, Portland, Oregon
"-¿Qué no sabes hacer otra cosa más que estar sentadote en tu teléfono, Luchard? No haces nada más que estar pegado a ese aparatejo del demonio."

El olor a marihuana invadía mis fosas nasales.

"-¿Y tú no sabes hacer otra cosa más que estar pegada al porro?"
"-Eres un imbécil. Entiéndelo," mi "madre", si es que se le puede llamar así, soltó su cigarro de marihuana para tomarme del cuello, "mírame y escúchame. Yo hago algo de provecho. Con ésto me olvido un rato de todos los putos problemas que tenemos, imbécil. En cambio tú, en lugar de salir a buscar un mugriento trabajo, vives tras esa estúpida pantalla."

Ya estaba más que acostumbrado a esto. Me lo ha repetido cada día por 10 años seguidos, desde que mi padre nos abandonó a ella y a mí.

Así que apliqué la maniobra de siempre. Apretarla un poco por el interior del codo hasta calmarla.

"Éso," dije mientes pisaba su cigarro y la mujer enloquecía, "es algo de lo que tú te deberías de encargar, Meredith. En cambio, yo solo debería preocuparme por estudiar en lugar que tener que soportarte a ti y tus múltiples y repugnantes amantes día con día."

Mi madre es una prostituta. Vivimos en un departamento comunal, de ésos que el gobierno ofrece a los necesitados. Nuestra "casa" consiste en cuatro recámaras.

-Mi cuarto, una habitación con un colchón sobre una base de metal oxidado, con un closet para colgar mi ropa y dos cajones. Las paredes son color crema ultra deslavado que yo mismo me he encargado de decorar con pósters de mis bandas favoritas, como Black Veils Brides, Bring Me The Horizon, Pierce The Veil, etcétera. Un foco que cuelga del techo y una ventana ancha. Oh, y una rendija que simula ser aire acondicionado. Qué considerados.
-El cuarto y "lugar de trabajo" de mi madre. Creo que no hay necesidad de describirlo.
-Una cocinucha, con una mini TV, unas sillas "acojinadas" y una mesa de centro.
-Un baño, de lo más básico. Excusado, regadera, lavamanos.

Pero, ¡adivinen qué! Como Estados Unidos es un verdadero asco, deciden invertir en poner Internet gratis en cada casa antes de mejorar el lugar. Según esto, las redes de Wi-Fi abierto es un derecho de todos los ciudadanos, sobre todo para los adolescentes, para investigar tareas escolares. Pero a mí ni si quiera me interesa la escuela. Dejó de importarme en séptimo grado, hace cuatro años, porque a mi madre dejó de prestarle atención a mi vida y a mí tampoco me interesaba seguir estudiando. ¿Para qué? Si igual me voy a terminar muriendo de hambre o terminaré matándome. Da igual. Así que si no fuera por este celular que compre con mis ahorros, el internet en esta casa estaría completamente desperdiciado. Obviamente, yo no tengo un iPhone último modelo como todos en este país. Mi celular es un bloque plano sin marca que hace básicamente lo mismo que un iPhone, solo sin la manzanita.

Lo único que Meredith sabe hacer es dormir, trabajar, y drogarse. Ah, y regañarme cuando se acuerda de mí. Cosa que estaba haciendo justo en ese momento. La verdad no tenía idea de que está diciendo. Solo asentía esperando a que se callara y me dejara.

"-¿Terminaste?"
"-No."

Espere a que terminara de hablar, pero no lo hizo, solo salió con furia de mi cuarto y posteriormente del departamento, azotando la puerta.

Estoy solo de nuevo.
Solo en el departamento.
Solo en mi cuarto.
Solo con mis pensamientos.
Solo con mis demonios, esperando a acechar.
Solo, tan solo.
Sin un alma que se preocupe por mí.

Estaba harto de mi situación. Harto de ser yo. Harto de estar en un callejón sin salida. Mi vida iba empeorando día tras día, durante 10 malditos años. Estar tan harto de la vida a la corta edad de 17 años debería ser ilegal. Me mantuve fuerte por tanto tiempo, pero en el último año, Luchard Hallmark no era el mismo. Ya no soy el que tenía la esperanza de que ésto fuera a terminar pronto. Ya no soy el niño que confiaba en su madre, porque sentía que pronto se daría cuenta en la situación en la que estaban metidos. Ya no soy tan inocente y tan ingenuo. Ahora, comprendo que Meredith no quiere salvarnos de esta desgracia, si no hundirse más. Ahora entiendo que papá nunca nunca nunca va a volver. Estoy yo solo. Contra el mundo. Y mis demonios.

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