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Una niña de nueve años juega sentada en el suelo de su habitación. Está rodeada de juguetes. Es de noche, por la ventana sólo se ve oscuridad, y por algún motivo la han dejado sola en casa. De pronto se acuerda de que la luz de su habitación se enciende cuando detecta movimiento y se apaga cuando no lo hay durante medio minuto. Decide jugar a eso. Se queda inmóvil durante treinta segundos y la luz se apaga. En medio de la oscuridad total, los sonidos se oyen mejor, sopla algo de brisa fuera, más allá de la ventana, uno de los muebles de la habitación emite un pequeño crujido de madera.
Entonces, junto a su oído izquierdo oye claramente un susurro, un gemido, no muy fuerte, pero decididamente algo que no puede producir ningún mueble ni ninguno de los juguetes que la rodean. Va a moverse para que la luz se encienda pero antes de que lo haga la luz se enciende sola.