12. Una visión metalizada

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Aquellos mecanismos oblicuos que formaban su mirada se habían posado en la vasta calle que tenían delante. Parpadeó unas cuantas veces antes de ver pasar un grupo de humanos con partes robóticas intentando, a su parecer, desmembrar un pequeño animal para luego alimentarse de sus pedazos.

Era una creencia popular en ese tiempo el querer "transferir" la energía de un ser vivo a otro, sumando años de vida a quien la consumía. Siempre había sido un androide, no como muchos de los entes autómatas que deambulaban en aquella realidad, por lo que nunca llegó a comprender los dogmas y costumbres que solía ver por allí.

Contempló entonces las ensangrentadas fauces mecanizadas que desprendían la fetidez de un último suspiro, eufóricas por la longevidad adquirida y atiborradas de un ímpetu insaciable.

Más, siempre querían más.

Sintió los pasos alejándose apresurados mientras acariciaba al gato sentado junto a él. El animal le respondió de buena gana, aproximándose, lo que lo hizo caer en cuenta de su pata faltante y reemplazada por una extremidad mecánica, formada por múltiples engranajes y tubos que sobresalían.

Una forma de ser parte del Status Quo.

El androide examinó al gato y desvió su mirada hacia las nubes.

Y pensó en la inmensa humanidad que poseía él comparada con la de los que, en ese tiempo, se hacían llamar humanos.

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