Capítulo 2: "Te queremos cómo a una hija"

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Capítulo dos: "Te queremos cómo a una hija"

Me confino en el cuarto. No quiero hablar con ellos. Serán unos genios, tal vez los mejores científicos, cada uno en sus respectivos ámbitos, pero son aborrecibles como padres...

Si me pidieran describirlos diría que son primeramente antipáticos, estrictos, indiferentes, inflexibles, ásperos... En fin, si sigo nombrando mis adjetivos para ellos, serían como 112, o al menos esa fue la cifra que conté que escribí en lo que los demás llaman "diario", aunque mí me apetece más llamarlo "bitácora", porque ahí escribo los sucesos importantes en mi vida y los avances de mi investigación organizada secreta.

Mis padres no entienden lo que siento, pues son impasibles y severos, aunque... tal vez eso es lo que opine la gente de mí. Pero no es mi culpa. Si mis padres son así conmigo, es lógico que si yo no tengo cariño, no sabré cómo demostrarlo tampoco.

Sin embargo, estoy más que convencida de que no soy, ni nunca seré cómo ellos.

Puede que sea algo antisocial, seria, tal vez un poco insensible por ser muy directa y franca al grado de no hablarles con tacto a las personas, pero estoy consciente de lo que soy, y sé que mi ingenio compensa cualquier defecto que pueda tener.

Algunos dicen que soy algo presumida u orgullosa por mi gran inteligencia, aunque considero sus comentarios como inmaduros, egoístas e irrelevantes para mí. No me van a afectar las palabras de quien no me conoce ni conozco. Sé que la ignorancia envuelve a gran parte de las personas hoy en día... por eso no puedo culpar a los demás de no reconocer mi talento, a excepción de unas cuantas personas, como los maestros.

Me reclino en la cama y tomo una almohada. Grito desesperadamente, ahogando el grito en la tela. Sé que el cojín no tiene la culpa de la frustración que tengo por mi miserable vida, pero es mejor desatar tu furia con un objeto inanimado que con una persona u otro ser vivo.

Lo tienes todo: dinero, inteligencia, apariencia, todo...-me dijo alguna vez alguien. Que equivocación de su parte. El hecho de que aparente tener todo no significa que en realidad lo tenga. A veces exploto, como ahora.

Sé que una persona con una comprensión y conocimiento como los míos no debería de importarle en exceso la atención y el amor de sus padres, pero algo dentro de mí lo desea con una intensidad sofocante, casi como si fuera una necesidad. Dentro de mí hace invierno, por lo que casi no siento... pero aún quedan partes en mí interior que no están del todo congeladas. Y esas partes me exigen, no por capricho, sino porque lo necesitan, un poco de amor. Alguien como yo no lo admitiría, pero yo lo sé. En el fondo de mí lo sé porque lo siento.

A pesar de ser dura, me duele ver a padres cariñosos con sus hijos, me duele la indiferencia de mis padres, y sobre todo, me decepciona la falta de interés en este mundo por las demás personas.

Se pudiera decir que es hipócrita que yo piense esto, porque yo no me intereso por nadie, y sin embargo, aunque suene egoísta, quiero que alguien se interese en mí.

En momentos como estos, siento que quiero tener alguien a mi lado. No me agrada mucho la idea de interactuar con otras personas, es decir, tener amigos, aunque no creo que existan las amistades sinceras, y sin embargo quiero preocuparle a alguien...

Pero no me voy a permitir caer por una tontería como esa. Me tengo a mí misma y tengo mi biblioteca. Creo que eso me es más que suficiente para subsistir.

Se oyen unos toques en la puerta. Dejo la almohada de un lado y abro cautelosamente la puerta.

-Señorita Alana-me saluda Gerrit. -¿Se encuentra bien?-me pregunta con lo que veo en su cara, es preocupación.

-Eso creo-respondo con voz baja.

-Sé que cree que a sus padres no les interesa-me dice. ¿Pero qué rayos...? ¿Cómo lo supo?

Gerrit parece percatarse de mi cambio de expresión, por lo que me sonríe con comprensión. –A sus padres sí les preocupa, aunque sea un poco...-me dice.

-Te equivocas Gerrit-le digo molesta. ¡Por supuesto que no les intereso en lo más mínimo! Gerrit me da otra sonrisa cálida.

-Y si no fuera así, como piensas, sé que sabes que a mí y a Michelle sí, y mucho. Te queremos como a una hija...-Gerrit me habla con un tono paternal. Ya no se refirió a mí como usted, sino que me habló de diferente manera.

-Gracias-digo tratando de sonreír. No diré que lloré por sus palabras, porque no soy de ese tipo de personas, pero sí caló aunque sea un poco en mí. Un rayo de sol alumbró mi frío interior.

-Nunca lo olvide señoritaAlana-me dice Gerrit guiñándome un ojo antes de irse. Sonrío ante su gesto. Yavolvió a llamarme normalmente, pero creo que me agradó que me hablara como unpadre a su hija    

Y aunque no es muy relevante, yo creo en sus palabras.

Nota de autora:

Ah, Alana es tan difícil y complicada!!! Se me dificulta escribir desde su punto de vista, pero estoy haciendo el intento. Créanme que me he estado leyendo libros de preparatoria... ¡Y yo soy de secundaria! Pero bueno, todo por escribir con formalidad. 

"Código Beale"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora