CAPÍTULO 2

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El acto de desobediencia, como el acto de libertad, es el comienzo de la razón.

ERICH FROMM (1900-1980)
Psicólogo y sociólogo alemán.

Después le pregunté a la abuela, pero enseguida me di cuenta de que si había alguien que jamás me respondería sobre el tema de mi papá era mi abuela.

-¿Vos sabes adónde vive mi papá? -le dije una tarde que me cuidaba porque mamá trabajaba hasta tarde.

-No -dijo ella, y lo dijo de una manera que me hizo ver que ninguna información saldría de su boca.

La abuela jamás me contestaba así. Si yo le preguntaba por qué no había bananas para el postre ella no me decía “porque no".

Me explicaba que en esa estación del año las

bananas estaban muy verdes y que pronto las traerían de Brasil, porque las bananas brasileñas eran riquísimas y muchos porqué más. En cambio cuando le pregunté por mi papá ella dijo solamente no con un gesto en la cara que nunca le había visto.
A mi mamá la ponía triste, a mi abuela no le podía sacar palabra, pero como yo quería hablar de mi papá con alguien le pregunté a Manuela. Era la señora que me cuidaba por las mañanas y me llevaba al jardín.

-Manuela, ¿vos sabés por qué no tengo papá? -le dije un día mientras me planchaba el guardapolvo.

-A veces los hombres no quieren hacerse cargo de los hijos -me dijo ella y empezó un largo cuento de las mujeres que criaban solas a sus hijos y de lo buena que era mi mamá y de cuánto me quería. Y que mi papá ya se iba a arrepentir de tener un hijo tan lindo y bueno como yo y ni siquiera conocerlo.

Con Manuela sí que pude hablar. Me gustaban las cosas que ella decía. Le pregunté si lo conocía y me dijo que no. Le pregunté si sabía dónde vivía mi papá y me dijo que ella no, pero que mi mamá seguramente tenía la dirección y que si quería conocerlo mamá me ayudaría.

-Tu madre es muy buena -me repetía, pero yo ya lo sabía.

Al día siguiente de mi conversación con Manuela mamá no quiso leerme el cuento de antes de dormir.

-Tengo que hablar con vos -me dijo.

Entonces me explicó otra vez y más claramente cómo eran las cosas. Para hacer un hijo hacían falta un papá y una mamá. Yo tenía un papá pero ese papá no quería vivir con nosotros, tampoco quería vernos.


-Él no estaba preparado para tener un hijo -dijo mamá, y recuerdo que no entendi esa frase. ¿Cómo se prepara alguien para tener un hijo? Y si no estaba preparado, ¿cómo pudo hacerme a mí?

Después mamá me dijo que podía preguntarle lo que quisiera y yo le pregunté si tenía auto, si trabajaba, si era de Boca... Era de Boca. Ese era un punto a su favor. No tenía auto. Aunque mamá me aclaró que hacía mucho tiempo que no lo veía y que quizás ya se hubiera comprado uno.

Esa noche me quedé pensando, yo estaba contento con lo que tenía y un papá no me parecía algo importante. No quería un papá, o al menos eso me parecía, pero sí quería un hermano. Claro que con lo que me había dicho mamá sobre los bebés, me quedaba claro que, tener un hermano, por el momento, sería imposible.

El (h)ijo la libertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora