Shakespeare

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Amores de invierno

"Si no recuerdas la más ligera locura en que el amor te hizo caer, no has amado"

                             -William Shakespeare.

Aquella frase impresa en mi libro de literatura me dejó pensando toda la noche reviviendo mi insomnio.

La más ligera locura... Repetía una vez más en un susurro un poco audible.

Shakespeare tenía razón, yo no he amado. Miraba el techo de mi habitación intentando recordar algún momento en mi adolescencia, alguna novia, un gusto... Nada.

¿Era mi vida tan aburrida? Cualquiera podría decir un simple sí, pero yo no soy cualquiera.

Estaba cursando el último año de colegio y desde que tengo memoria he dedicado todo mi tiempo a estudiar, debido a eso he sacrificado totalmente mi vida social y por ende la amorosa.

Quizá la mayoría piensa en mí plena felicidad de tener todas esas grandes oportunidades cerca mí: Una beca universitaria, padres con grandes ingresos, un curriculum excepcional, y más cosas por mencionar; No obstante, después de tanto he recapacitado y parte de mi vida la había desperdiciado... No me sentía capaz de cuestionar al Maestro Shakespeare en sus hipótesis sobre el amor a causa de que yo no sabía lo que era amar y en mi mente solo reposaba el vago significado del diccionario.

Me senté en la cama, miré mis manos las cuales empezaron a temblar sin razón alguna y me cuestioné a mi mismo en voz alta.

– ¿Por qué? Ahora siento que todo lo logrado no tiene sentido... ¿Dónde puedo encontrar ese sentido?

Me levante con dirección al baño en el cual encendí la luz y me mire al espejo frente al lavamanos. Cabello negro lacio, cutis envidiable, linda sonrisa, ojos verdes oscuros; así me solían describir las chicas de mi salón.

Mis compañeros de clase siempre se acercaban a mí para recomendarme chicas, yo nunca cedí.

Abrí la llave del lavabo y solo observaba el agua caer, mojé tres veces mi cara para poder deshacerme de esta presión interna y desesperante. Cerré la llave y sequé mi cara mientras daba el último vistazo al espejo.

Apagué la luz y volví a recostarme entre las frías sabanas de mi cama en donde por fin pude conciliar el sueño por un par de horas.

...

El ruido que mi teléfono hizo debido a la alarma programada exactamente a las 5:30 am me hizo despertar hacia la realidad de todos los días.

Di inicio a mi rutina matutina que consistía en asearme, desayunar, limpiar un poco, revisar mis tareas para así poder salir de casa y escuchar un poco de música mientras me dirigía hacia el colegio.

Estando ya a una cuadra lejos de casa di vuelta a la izquierda como de costumbre. Todo transcurría con normalidad hasta que divise algo extraño. De una de las casas más grandes de la calle recién habitada por unos extranjeros salió una chica de largos cabellos negros que cubrían una minúscula parte de su rostro, blanca como la leche y sus labios teñidos de un rojo carmesí encantador, un poco alta, y pude notar lo oscuro de sus ojos que provoco el erizamiento de mi piel. No había notado el momento en el que había dejado de caminar por estar admirando a la chica de larga cabellera. Dio un salto de las escaleras de la entrada para ponerse en marcha hacia su destino que para mí era un misterio porque ella era el misterio que quería descubrir.
Continúe mi camino sin apartar la vista de aquella dama que había capturado toda mi atención en menos de cinco segundos, mis intrigas acerca de aquella chica de tez blanca incrementaban debido a que tomaba las mismas direcciones que yo. En esa helada mañana ella portaba un vestido floreado un poco más arriba de las rodillas, converse de color rosado y un suéter que hacia juego; sus cabellos estaban sueltos y jugaban con la pequeña brisa que corría en ese instante, y de su delicado hombro colgaba un bolso que pretendía estar lleno de libros.

Esa mañana de primavera se había convertido en un invierno para mí porque mi corazón se helo desde el momento en que la vi. ¿Así se sentía Shakespeare cuando se enamoró? ¿Podría yo llamar eso amor?

Amores de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora