El semáforo cambio a rojo y ella se detuvo, sentí como mis ojos se tornaron algo brillosos por el detalle del destino. A paso rápido alcance a la bella doncella que aun se encontraba esperando, mi respiración se agito y mi mirada se encontraba clavada en el suelo debido a la vergüenza de mirar su rostro tan de cerca.
– ¡Hola! -Ella me había hablado. La sangre subió de inmediato a mis mejillas a causa de su dulce voz... Dulce melodía para mis oídos.
– ¡Hola! -Logre pronunciar aquella palabra luego de algunos segundos, el semáforo había cambiado de color y ambos caminamos a la par por la calle. Ella siguió.
– ¿Tu estudias en la Central? -Hablaba el español con un adorable acento francés.
-Si. -Fue lo único que logré decir, mis piernas empezaron a temblar y yo empecé a sudar. Mi rostro palideció cuando llegamos a una esquina antes de nuestro destino, me detuve. Mi presión se había colapsado; ella lo noto.
– ¿Estas bien? -Dijo un tanto preocupada. Al escuchar su voz nuevamente sentí una presión fuerte en mi estomago lo que obligo a mi cuerpo quedar de rodillas. Ella se arrodillo para quedar a mi altura y con sus delicadas manos tomo mi rostro haciendo que nuestras miradas se encontraran por primera vez.
Pude apreciar su bello rostro de cerca y todo dolor alguna vez hallado en mi cuerpo desapareció como si ella fuera la cura para todo mal sobre mí.
Ella acariciaba mi rostro con sus manos mientras yo disfrutaba de aquella sensación, su rostro desprendía preocupación.
-Estoy bien, me maree un poco. -Logre pronunciar eso en lo que ella esbozo una bella sonrisa que me hipnotizo desde un principio.
-Me alegra escuchar eso, se hace tarde. -Ella quito sus preciosas manos de mi rostro y me tendió una para ayudarme a levantar del suelo.
La acepte con gusto mientras ninguno de los dos quería romper aquella conexión entre nuestras miradas.
-Soy Max Ross. -Logre mostrarle una sonrisa amigable a la cual ella respondió.
-Un gusto, soy Dánica Briand. -Nos dimos un agradable apretón de manos mientras seguíamos intercambiando sonrisas.
-Gracias por preocuparte por mí. -Lo dije apenas soltamos nuestras manos, ella dio una mirada al suelo y volvió a fijar sus ojos en los míos.
-De nada, pareces un chico tierno. -Sentí ardor en mis mejillas al escuchar eso, no podía culpar al frio porque era primavera. A pesar de que cada minuto que pasaba con ella parecía invierno.
-Eres la primera persona que lo dice. -Mi vista se dirigió a sus hermosos y carnosos labios carmesí que me estaban llamando.
– ¡Oh! Me alegra ser la primera, pero ¿Por qué? -Ella se mostró interesada al respecto.
-Te lo contare camino a la escuela-. Así ambos emprendimos nuestro camino hasta la escuela en donde le narre lo ''interesante'' de mi vida. Al principio ella se sorprendió de mis habilidades académicas y deportivas, pero luego me dijo unas bellas palabras que recordare por siempre...
-Max...-Me miro profundamente a los ojos y prosiguió. -La vida es muy corta como para no saber aprovecharla, hay que reír, llorar, cometer errores y enmendarlos. De eso se trata la vida, de aprovechar cada segundo y vivirlo como si fuera el último y más importante, amar como si no hubiera un mañana que añorar.
-Me parece hermosa tu manera de pensar, me pareces hermosa tu. -Al decir eso yo mismo me sorprendí. En aquel momento estábamos frente a mi casillero y faltaba medio minuto para que toque la alarma de la primera clase, pero nos faltaban pocos segundos a nosotros para rozar nuestros labios.
-Max...-Susurro mi nombre con su hermosa voz.
-Dánica...-Pose mi mano en su mejilla mientras cerraba mis ojos poco a poco. Mi primer beso en unos segundos se haría realidad, o eso pensé...
-Lo siento, Max. -Ella quito mi mano de su tersa piel y al oír el timbre corrió de inmediato dejándome a mí sin alguna explicación o quizá era muy obvio, fue muy apresurado.
Me sentí ridículo añadiendo un poco de humillación pública debido a las voces y pequeñas risas que se podían escuchar a mí alrededor.
Aquel día transcurrió con normalidad para la mayoría de las personas, menos para mí... Ya no me concentraba en las materias, ni en lo que los profesores explicaban, me había vuelto torpe y olvidaba cada detalle al instante. Esa chica con sabor a invierno había distorsionado mi mundo en menos de lo esperado.
Pase todo el día buscando a Dánica mas nunca apareció, su presencia había desvanecido y parecía que fue solo un sueño convertido en pesadilla en donde yo era la víctima, cortesía de mi mente superdotada. Me resigne e intente distraerme para así entrar a mi mundo aislado nuevamente.
Al final de clases pude detectar su dulce perfume invernal cerca de mí, me acerque más a la parada de bus donde note largos cabellos negros danzar con el viento y efectivamente era ella.
Estire mi brazo para tocar su hombro, pero un par de segundos antes de hacerlo ella se volteo como si hubiera notado mi presencia desde antes.
Me quede estático cuando su mirada penetro en mis ojos.
-Max... Lo lamento, no fue correcto lo de esta mañana. -Aquello salió de sus carnosos labios con un dejo de tristeza. Unos crujidos se escucharon, era mi corazón romperse.
Maestro Shakespeare, ¿Es esto amor?
-Dánica, perdóname. Yo soy un idiota y nunca debí apresurar esto. -Ella empezó a negar con la cabeza.
-Esto es incorrecto y nunca lo entenderías. Por favor, sería mejor dejar de hablar. -No tuve respuesta alguna al conocer su repentina y dolorosa decisión, solo la vi desaparecer entre la multitud.
Esa tarde llegue a casa a recostarme en la cama y a pensar sobre mis reacciones y sensaciones del día. ¿Me había enamorado de la misteriosa chica de negros cabellos?
Esto era algo nuevo para mí, pero sentía que ya tenía una razón para mis logros y para mi vida.
La más ligera locura...
Llego aquella cita a mi mente una vez más cuando mis sentimientos se activaron y este era un sentimiento de necesidad para estar con... Ella.
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Amores de Invierno
Short Story¿Qué tan lejos has llegado por amor? ¿Alguna vez has amado de verdad? La vida se nos va de las manos y olvidamos vivirla a plenitud, olvidamos amar de verdad...