Un ligera locura

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Me levanté de la cama sin importar nada y Salí de inmediato con dirección hacia su casa.

Siendo ya las 6:00 pm de aquel miércoles todo estaba oscuro y en profundo silencio, frio y siniestro; sentí terror, pero con valentía proseguí a buscar mi destino.

Vuelta a la izquierda y podía ver su casa, grande y blanca, hermoso jardín...Oscura.

Cada paso más cerca mi piel comenzaba a erizarse. Estando ya al frente de la gran puerta blanca de madera bien tallada con querubines no dude y toque su elegante timbre una y otra vez esperando a que alguien salga, pero no hubo victoria al respecto.

Rodee la casa cuando de repente escuche un grito ensordecedor que me puso alerta. Moví mi cabeza en varias direcciones por si lograba ver algo que me ayudara a descifrar el grito que al parecer pertenecía a ella.

Camine por detrás de la casa cuando note una de las ventanas abiertas por la cual pude entrar. No era como lo imagine, todo estaba en orden... ¿Por qué el grito?

Escuche los sollozos de mi ángel muy cerca por lo que respire profundo y busque en la impecable cocina un cuchillo por si la situación lo ameritaba.

Camine por la gran casa muy atento por si veía algo inusual, mi única guía eran los sollozos de mi ángel que me desesperaban a tal punto de quererla encontrar lo mas antes posible. Al ver las largas escaleras sentí una punzada en el estomago como la de la primera vez, sin embargo, no deje que eso me impidiera ir a rescatar a la bella doncella de la cual me había enamorado.

Primer piso: tres puertas de destino incierto, muy elegante alfombra y un tapiz adecuado que, hacia juego con los candelabros, pero de ninguna de esas puertas salían los sollozos de mi bella dama invernal.

Al fondo pude divisar más escaleras las cuales me apresuré en subir.

Segundo piso: Una puerta al final del pasillo, pinturas costosas y un candelabro viejo pero hermoso que pronto necesitaría un cambio de bombilla. De aquella puerta vieja salían aquellos sollozos que arrancaban el alma de mi cuerpo. Con mucho valor camine hacia aquella puerta y pose mi mano encima de la perilla oxidada, la gire con cuidado y empecé a contar hasta tres.

Uno... Dos... Tres...

Abrí aquella puerta de golpe y pude apreciar la horrorosa escena de un maniático tratando de aprovecharse de mi bella princesa la cual se encontraba luchando por desatarse de una silla a la cual estaba amarrada de manos. Al notar mi presencia sus lágrimas salieron.

-Max... Sal de aquí, sálvate. -Palabras que pronunció gritando, pero descubrí que era demasiado necio como para hacerle caso. El tipo que estaba en la vieja habitación de madera desgastada me miro con placer. El cuchillo que portaba estaba escondido tras mi espalda preparado para usarse.

– ¿Quién eres? -Pregunto aquel gran hombre barbudo y canoso.

-Soy su amigo. ¿Quién eres tú y por qué le haces esto? -El tipo solo empezó a reír por mi intriga.

-Ellos tienen algo que es mío, amigo. -Lo dijo en tono burlón. -He llevado mi vida entera intentando encontrarlo y ahora que los tengo tu no vas a interferir en mis planes, mocoso entrometido. -De su elegante saco salió una pistola, me espante.

-Déjala ir, imbécil. -Dicho eso me transforme en quien no conocía, y saque provecho de mis habilidades físicas lanzándome encima del maniático sin importar el arma con el que jugaba en sus manos. Nuestra batalla cuerpo a cuerpo se torno bastante interesante debido a que hice que soltara el arma.

– ¡Max, cuidado! -La voz suplicante de Dánica me puso alerta y use mi cuchillo para defenderme antes de que él me matara.

Hice cortes profundos en su abdomen, y con su último respiro intento coger el arma que reposaba en el piso. Con gran astucia moví mi cuerpo para que el terminara del otro lado de la habitación. Mi posición me permitió ver sus ojos grises y arrepentidos mientras corría sangre alrededor, sangre que ensuciaba mis manos y mi nombre.

-Aléjate de ella si sabes lo que te conviene. -Fueron las últimas palabras de aquel hombre que segundos después ya era un cuerpo sin vida. Mi respiración se agitaba cada vez más al observar lo que había hecho, esa no era una ligera locura de amor, eso era una gran locura de amor de la cual no me arrepentía. Levante la mirada mientras limpiaba mis manos en el pantalón y la mire a ella, tan indefensa, delicada, desprendía desesperación y a la vez alivio en su rostro.

– ¿Estas bien? -Dije entrecortadamente mientras me dirigía hacia ella y la desataba. Pude notar marcas en varias partes de su cuerpo.

-Gracias...-Se levanto y me abrazo. Mi cuerpo estaba cálido como la primavera presente y el suyo tan blanco y frio como el invierno pasado.

Sus ojos hinchados empezaron a ver los míos con ternura, el rubor subió a nuestras mejillas y como en la mañana pose una de mis manos en su mejilla mientras que con la otra sujetaba con delicadeza su cintura.

-Te amo, Max. -De sus labios salieron tales hermosas palabras, de aquellos labios que se convirtieron en mis prisioneros, de los mismos que me volvieron loco y me obligaron a realizar mi ligera locura por amor... Mi amor que lo acababa de encontrar, mi pasión que ya llevaba un nombre, Dánica.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2017 ⏰

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