7. El desenlace

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Armin escribía en una simple hoja de papel, no pudo suplicar a Annie, él había ido a suplicar, pero al verla a los ojos sabía que sería simplemente inútil cualquier palabra.
Ella solo había pretendiendo que olvidaba y él sólo había pretendido que le creia.
Sabía que tarde o temprano pasaría, a pesar de esperar que no fuera así.


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Yo te quería.
Te quería a las 7 AM a mi lado,
cuando lo único que quería a mi lado antes eran mis sabanas.
Te quería a las 23 PM tumbada a mi lado,
cuando antes amaba mi soledad.
Yo te quería como el mar a la arena,
de la misma forma en la que las flores quieren al sol,
así como la tierra quiere a la luna.
Quería crear algo tan hermoso contigo,
soñaba que soñabas conmigo.
Yo quería conocerte por dentro y por fuera,
conocerte como la palma de mi mano; tus vulnerabilidades,
lo que te excita,
cómo funciona tu mente.
Yo te quería tanto,
que no me di cuenta de que no me querías.
No te diré ven,
pero te estaré esperando amor mío.
.

Suspiro Armin y doblo la hoja para dejarla adentro de un cajón en su habitación, no le diría esas palabras jamás a Annie, no podría arruinar su felicidad. No lloro, ni se lamento por no haber hecho más.

— esa batalla ya estaba perdida — se dijo a sí mismo buscando consuelo.
Esperaba realmente que el tiempo hiciera que dejara de doler el pensar en Annie.

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No sé si fui yo quien no supo demostrarlo o fuiste tú quien no lo entendió,
pero la verdad es que aquí se te quería,
pero nada a la fuerza se puede tener.
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Nathaniel sonrió y finalmente beso los labios de Annie. Cálidos, suaves, llenos de emociones. La extraña corriente eléctrica recorrió cada parte del cuerpo de ella y suspiro como respuesta enredando sus dedos entre el rubio cabello. Sentía que estaba en el lugar correcto a pesar de las malas desiciones.

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Me has hecho tanto daño y aún me preocupo de que tú estés bien y seas feliz.
A veces, no se puede explicar lo que vemos en una persona,
simplemente es que esa persona te hace sentir cosas que nadie más logra en ti.
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— Estoy tan feliz de que me perdonaras Annie — murmuró Nathaniel mientras se separaba lentamente del beso y miraba los ojos de ella, perdido en aquella mirada llena de sentimientos tan dulces y puros, como la poesía que solía componer.

Ella sonrió, no le había perdonado del todo, simplemente sabía que estar lejos dolía, y más conservar aquel orgullo.

Cuando Nathaniel se separó del abrazo donde habían permanecido varios minutos Annie tembló — Por favor quédate un ratito más... — suplico con su dulce voz.

— mejor me quedo toda la vida — respondió abrazándola de nuevo y besando su cabello.

— Aún parece poco tiempo — respondio Annie sin dejar de sonreír de forma boba.
Siempre caería ante los caprichos y deseos de Nathaniel, porque lo amaba.
Después de todo, no había cambiado tanto como ella deseaba.

No cambiaría para Nathaniel, jamás.

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El preludio de un poema de amor (Nathaniel)#AmorisAwards2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora