Cambié el rumbo hacia la librería de Chicago y me vi frente a los enormes muros marrones y el jardín principal, tan verde como siempre, siendo cruzado rápidamente con autos uno tras otro, la calle totalmente llena y la gente abundaba frente a ésta.
El jardín, con las bancas oscuras llenas de adolescentes y personas reencontrándose, abrazándose, despidiéndose, ver a la gente de esa manera me hizo recordar a la tía Jane y la última vez que la vimos; le eché un rápido vistazo a los guantes que ella me había dado y la marca de mi clavícula en el torso de ambas manos. Despues de buscar un lugar vacío incontables veces, estacioné el Beetle rojo en el estacionamiento público, me aseguré de cerrar todo y asegurarlo bien, y, finalmente, caminé, con mis tacones resonando contra la grava y rodeando con elegancia la gran fuente tras las rejas, con el viento resoplando y salpicando gotas de agua fuera de la fuente, echando una agradable brisa fresca a mi rostro.
Hacía bastante viento, nadie me llamaría loca por llevar guantes, aun que sí por llevar un vestido de 6 dedos sobre la rodilla y tacones, seguro todos pensaban “Oh, mira esa chica, debe morir de frío” o algo como “Oh, mira, pobresilla, de seguro está enferma de la cabeza o algo”.
Ignoré mis pensamientos de burla y pensé, en que, realmente, ahora me veía diferente, algo como… Atractiva.
─ ¡WOW, ESO ES MAGIA NEGRA!─ dijo una parte dentro de mi mente. Pero realmente, me parecía a la tia Jane, caminando con elegancia, con la chaqueta de cuero y el vestido claro y ajustado, los tacos y el brillo labial, con los guantes, levantando levemente la mano, moviéndome, esquivando a la gente con la gracia de un gato. Una vez dentro, saqué el teléfono del bolsillo y le eche un vistazo. 2: 48 p.m, anunciaba. Y aún no desayunaba. Acomodé mi fleco a un lado, pude sentir mis pestañas tocando los parpados por estar totalmente enrolladas, eché mi cabello hacia atrás, levantando una oleada de olor a mora azul y acondicionador de coco. Fui directamente a la sección que se me atravesó, ya que no había ningún trabajador por ahí para recibirme o hacer cualquier cosa.
Después de chequear varios libros, uno me llamó la atención, pequeño, compacto, tenía fácil agarre, era de un buen escritor, el titulo decía “EL VIEJO Y EL MAR. ESCRITOR DE LA OBRA: ERNEST HEMINGWAY” por mí estaba bien, pero un detalle, el libro estaba a dos estantes más de los que podría alcanzar, aún con tacones. Me puse de puntas de pie y nada, faltaban al menos 10 centímetros para poder alcanzar tan solo uno de los libros.
Entonces, decidí recurrir a las sillas. Otro problema.
Las sillas eran giratorias.
Lo que significaba, claramente, que si caía de una de esas sillas, o me partiría todo lo que se llama cara, o, moriría, que sería la mejor opción. Jalé la silla hacia el estante, me quité la chaqueta para poderme estirar y los tacones para evitar ensuciar la silla y que, en caso de no morir, que no sospechasen que alguna loca se subió ahí en algún momento, y me balanceé lentamente, mientras me paraba con cuidado de no cometer un paso en falso. Logré mantenerme de pie, estiré mi brazo derecho, haciendo que las mangas cortas de mi vestido se bajasen, dejando ver perfectamente mi marca en la clavícula.
La silla comenzó a tambalearse, o yo comencé a temblar. La silla se desplazó hacia atrás justo cuando tenía el libro en la punta de mis dedos, a medio sacar, el libro cayó sin rumbo, junto conmigo, pude llegar a pensar antes de tocar el piso y romperme algo, que si bien no me rompía la cara con el piso, lo haría por el libro. Me limité a cerrar los ojos, sabiendo que no serviría de nada. Justo cuando creí que estaba preparada para recibir un gran golpe, sentí una presión en la frente y en los brazos. Confundida, abrí los ojos y alcé la mirada lentamente.
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Shot in the Dark
RomanceDessille Brown es una chica común, bueno, no tan común, tiene una marca en su cuerpo de la cual no tiene idea de lo que significa, despierta por las mañanas agitada y normalmente de una pesadilla y, lo primero que toca, lo congela instantáneamente...