El encuentro. Caso de los tres magnates

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—Y dime, ¿con qué nombre te llaman?—preguntó el más alto mientras recuperaba el aliento tras reírse sin sentirlo momentos atrás.

—Akaashi, Akaashi Keiji. En realidad, y hasta donde logro recordar, ese es mi nombre verdadero.

Ambos guardaron silencio pues ninguno conocía absolutamente nada del otro que no fuese su confinamiento en pro de ser vendidos como viles muebles y adornos al portador; por lo que información tan básica como sus propios nombres permanecía en la penumbra.

—¿No preguntarás por mi nombre?—indagó mientras tomaba algunas prendas colocadas ahí para que eligieran algo con lo que vestir sus cuerpos que fuese lo suficientemente bueno como para ser entregados a sus nuevos dueños minutos más tarde.

—¿Me lo dirás?—escupió por fin el otro joven tras unos cuantos segundos de hurgar entre las prendas sin sentirse con ánimos de coger alguna.

—Te haré el honor - sonrió de lado -. Tsukishima, Tsukishima Kei y ese nombre me fue dado por un torpe hombre que me creyó su hermano pensando que me quedaba «perfecto». Patético.

—No más que "esto"—dijo mostrándole un conjunto por demás horrible y pasado de moda según las miradas que ambos dirigieron en total y completa desaprobación.

—¿En verdad importa?

Una voz para ambos desconocida interrumpió su tan "alegre" conversación fashionista. Le pertenecía a un chico que llevaba rato con ellos sin ser notado. De tes casi tan blanca como la de los otros dos, llevaba el cabello algo largo para un hombre de color negro peinando con una raya al medio. Lo más interesante-por lo menos así lo fue para Kei y Keiji-eran sus ojos; ámbar y enormes con aire felino.

—¿Un gato?

—¿Qué es lo que no importa?

El chico no supo a qué pregunta responder primero por lo que pasó de la primera y se concentró en lo que creía menos problemático de explicar.

—No importa lo que usemos, igual ya nos compraron.

Como lluvia que cae sin previo aviso, tanto Kei como Akaashi comprendieron que aquel felino en cuerpo de humano se encontraba en la misma situación que ellos aunque no bajo circunstancias igualitarias. Indagaron un nombre y obtuvieron uno. «Kozume Kenma». Al igual que ellos había llegado ahí por aras del destino que se empeña en joder a cuanto puede sin distinguir entre humanos y felinos.

Sin embargo, antes de que pudieran pasar a hacer algún otro comentario con respecto al conjunto que había elegido el menor-de tamaño porque la edad poco importó en su pequeña presentación pre-entrega- un hombre entró a aquella habitación indicando que la transacción había terminado.

Los apresuró escupiendo majadería y media; incluso se tomó el atrevimiento de golpearles los gluteos en pro de una "inspección de calidad" concluyendo que la fruta no iba mallugada. Las ganas de querer cortarle el pene de un tajo atravesaron la mente de más de uno al momento pero lo dejaron pasar al verse atados de manos.

"Lastima..." Pensó Tsukishima mientras sentía como la mano del depravado con peinando horrible estrujaba su glúteo izquierdo como si quisiera arrancárselo.

Por otra parte Akaashi gloriosamente evadió el toque al ver a Tsuki pasar delante suyo.

—Ver, no tocar—musitó esgrimiendo una leve sonrisa asqueada por la sola idea de verse toqueteado por el hombre que sólo chasqueó la lengua en reacción.

Para fortuna de Kenma aquel aviso de Akaashi apagó la llama "catadora" del viejo que continuó gritando a diestra y siniestra sin dejar de repetir «perras infelices» o «lameculos» como si de un «buenos días» se tratase.

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⏰ Última actualización: Jul 31, 2017 ⏰

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