¡Corre!

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Dos segundo más y todo se hubiese perdido. No tendríamos otra oportunidad de nuevo, por lo menos no una en mucho tiempo, y tiempo era lo que menos podíamos desperdiciar. La fecha de nuestra "salida" ya estaba programada, seríamos vendidos como esclavos sexuales en un país ajeno al nuestro para pasar el resto de nuestras vidas siendo penetrados hasta el cansancio sin siquiera aspirar a contemplar el amanecer una vez más.

Mi mejor amigo, por no decir la única persona con la que hablaba, me seguía los pasos de cerca. Nuestros pequeños corazones latían con fuerza, no había dudas ni miedo en él sólo unas ganas inmensas de presumir nuestra tan ansiada libertad tras atravesar aquellas puertas.

Ya habíamos logrado esquivar casi toda la seguridad del edificio, sólo faltaban unos cuantos metros que nos separaban de nuestros sueños, sólo unos minutos más y nos veríamos fuera de todo lo que habíamos conocido y deseábamos olvidar. 

Paso a paso nos encontramos por fin frente a la barda, el último obstáculo para lograr nuestro objetivo, tres niños más se nos unieron rápidamente haciendo nuestro número más grande aumentado las posibilidades de ser vistos. Apresurarse era lo mejor tomando en cuenta las circunstancias.

"Lo lograremos a tiempo" le escuché decir a mi amigo. "Por fin tendremos un nombre y no seremos sólo números" susurró entusiasmado otra persona tras de mí. Sólo pensaba en lo maravilloso que todo eso sonaba, teníamos esperanza y un futuro aguardándonos.

Pasé la barda con mucho esfuerzo, de inmediato supe que sólo la adrenalina que me invadía en ese momento pudo hacer que lograra tal hazaña. Con dificultad ayudé a otro más después de revisar que tenía problemas bajando pues procuraba no lastimarse. Una vez terminé corrí con todas mis fuerzas al primer rincón oscuro que mis ojos encontraron, no sé si fue un reflejo para no verme absorbido entre la luz de las calles o por miedo a ser encontrado, truncando mis esperanzas. 

Una vez recuperé el aliento comencé a buscar a mi mejor amigo entre las sombras que cruzaban las calles. Nada, no había nada. Ni un rastro, nada. En mis esfuerzos logré ver al chico al que había ayudado, con sigilo me aproximé a él intentando no llamar mucho la atención de quienes nos rodeaban. Tras preguntar un peso enorme apresó mi razón. No pude pensar más, el impacto de sus palabras me dejaron helado. Nadie más había podido escapar. Un disparo, luego otro y otro más; gritos y ladridos. Eso era todo lo que podía recordar. "Huye, corre y no mires atrás" ese fue el último mensaje de quien sea que estuviese detrás de aquel chico.

Quise saber más, hurgar en sus memorias con tal de obtener algo que sabía perdido pero que mi corazón anhelaba escuchar sin importar qué. Sin embargo, al mirarle fijamente me percaté del miedo que invadía a aquel muchacho. "Lo siento" se disculpó una y otra vez mientras se aferraba a mis manos, "lo siento" gruesas lágrimas recorrían su rostro cayendo sin mesura, "lo siento...pero no me arrepiento". Mis ojos se abrieron de golpe, nunca esperé que sus palabras se quedarían tatuadas en mis recuerdos como una penitencia que cargaría por el resto de mis días impidiendo que por un sólo momento de mi vida me sintiera realmente vivo.

Dejé a aquel chico pocos minutos después y me propuse encontrar la forma de salvarlos, debían seguir con vida, después de todo eramos objetos de cambio que les producirían dinero. Me convencí de que así sería, que ellos todavía respiraban y que seguramente estaban esperándome, él me esperaba y yo no podía fallarle. La ingenuidad en mi alma me sigue doliendo.

Tomé sin pagar un sólo quinto algunos panes de un puesto, bebí de un charco que me pareció el menos sucio, caminé por las mismas calles afilando mi sentido del oído; cualquier comentario que me pudiese ser de ayuda no debía pasar desapercibido. Rescataría a mi amigo. Estaba decidido.

Mi mejor adquisición [Haikyuu!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora