Almas Conectadas -I parte- → *Corazón de Melón*

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—¡Necesitamos atención en la mesa cinco! —La voz, para nada carismática de Eleanor, retumbó por toda la cafetería. 

Yo seguía en lo mío, leyendo una revista de: «Los 10 inventos futuristas que cambiarán nuestra forma de vida», cuando noté que una sombra inminente tapaba mi única fuente de luz, interrumpiendo abruptamente mi lectura. Resoplé cual caballo y  guardé la revista dentro de mi uniforme. 

—Hazzel Wood —silabeó mi "adorada" jefa—. Deja de perder el tiempo y ve a atender a la mesa cinco o sino tu salario podría sufrir una serie de alteraciones para nada convenientes. 

Inhalé profundo y le brindé una de mis  mejores sonrisas.

—Como usted ordene, señora —La expresión de desconcierto de Eleanor me alertó de rectificar mis palabras—. Quiero decir: Mademoiselle —hago mi mejor interpretación de una reverencia y  me voy a cumplir con mi labor. 


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Son apróximadamente la 6 de la tarde y las estrellas comienzan a dar índices de su presencia. Me quitó el delantal de mesera y el sombrerito de marinero; que, al pasar los días, comienzo a odiarlo más y más. 

—Solo unas semanas más, Hazzel, sabes que necesitas el dinero —repetía en mi cabeza. 

Me dirijo hacia los vestuarios del personal de servicio, cojo mi mochila y saco un abrigo oscuro, me lo pongo y adiós trabajo. 

Caminaba por un parque con las manos metidas en los bolsillos de mi suéter, mi casa quedaba a unas cuadras del trabajo, por lo que me daba el lujo de caminar. Durante toda mi vida he preferido utilizar mis pies, siempre y cuando las circunstancias me lo permitan; cuando camino e inspiro el aire puro de ciudad, me tranquiliza. Por suerte esta zona nunca ha sido para nada ruidosa.

Al cabo de un tiempo paso por un centro comercial y me detengo en la entrada. Me apetece ir a curiosear un momento. Miro la hora en mi celular y creo que no es tan tarde, así que puedo tardarme unos minutos. 

Siempre dices eso, pero al final te tardas más de cinco horas. 

No es mi culpa si todo es súper, mega, increíblemente interesante y cautivador —me replico a mí misma. 

Pero siempre sales sin nada entre las manos. ¿Qué es esto? ¿Una especie de masoquismo? 

¡Ouch! Justo en la pobreza. 

Sacudo mi cabeza, con la intención de dejar de discutir con mi propio yo. No sé en qué momento pasó, pero ya me encontraba en el centro de centro comercial. Eso fue gracioso, en el centro del centro. Me reí de mi ocurrencia, ganándome unas miradas curiosas. 

Pasé por un tienda de ropa y observé un vestido negro, muy bonito. Toqué la fina tela y cerré los ojos. Hacer esto me traía tantos recuerdos. Cuando los volví a abrir escuche las quejas de un chico y la voz divertida de otro. Busqué con la mirada a ese par de personas, topándome con una pareja de chicos, casi iguales. 

—¿Son gemelos? —me pregunté. 

El chico de cabellera azul reía mientras que arrastraba a su "gemelo" por toda la tienda de ropa, mientras que el otro se resistía y hacía rabietas como un niño pequeño. 

—Ya te dije que no me gusta ir a comprar ropa —se quejaba el pelinegro. 

Su acompañante solo reía y parecía divertirse del comportamiento aniñado de su, al parecer, hermano. 

Me quedé como una tonta observándolos y reprimiendo risitas. Moví mi cabeza en forma de negación con una sonrisa y dejé que los hermanos siguieran discutiendo. 

One-Shots - Corazón de MelónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora