Capítulo 2

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El padre de Dennis no creía especialmente en el Dios cristiano, ni en ángeles, demonios, cielo o infierno. La maldad-dijo una vez- es intrínseca en nosotros, por lo que resulta hipócrita señalar al otro por sus pecados, puesto que jamás seremos perfectos. Si me van a castigar por algo que hice, será en vida, y si salgo libre de consecuencias legales, seré afortunado, porque no existe un juicio divino más allá de la muerte. Las cosas son o no son, así de simple e injusto resulta ser. 

Siempre se mostraba reacio con lo relacionado a Dios, pero las ironías de la vida nos toca a todos. El tercer golpe fue lo que se necesitó para que Axel, el padre de Dennis, rezara el PadreNuestro.

Los ojos de Dennis se deslizaron hacia el pasillo que separaba su pieza de la de su papá, percatándose de la poca distancia que la separaba del sonido aterrador. Era absurdo pensar que hace unos instantes estaba reflexionando sobre el significado de la libertad sin imaginar que luego se sentiría prisionera de sí misma.

No se sentía capaz de mover un músculo por voluntad propia, y supuso que estaba siendo bastante evidente porque su padre la acercó hacia su cuerpo y la abrazo ligeramente. Al mismo tiempo, algo cayó, provocando un sobresalto por parte de la hija.

El libro que sostenía Axel yacía en el suelo. Por eso el sonido de un golpe se había escuchado tan cercano.

-¿Qué...?- inhaló profundamente- ¿Qué decía el libro?-

Apretándola ligeramente, el padre decide ignorar el tema.

-Deberías quedarte aquí mientras reviso el lugar-

-No- le sostuvo del brazo- primero dime, por favor, qué decía la portada del libro.-

Lo único que recibió la hija fue una mirada severa. El abrupto cambio de actitud de Axel la descolocó. Hace unos instantes había sentido el ligero temblor de su cuerpo, pero ahora se portaba como alguien temerario. Sin embargo, eso no era lo que más le extrañaba a Dennis, sino que era esa mirada profunda que le transmitía una señal de advertencia.

-Hija, primero hay que ver qué es lo que genera ese ruido. Insisto, puede ser una rata, y hay que atraparla antes de que se escape.- Suavizando su expresión, dice- Créeme, no es nada paranormal-

-¿Y si...?.

La luz se cortó abrupamente. Luego, sucedieron un par de cosas. El celular de Axel, que se encontraba en el velador, encendió su pantalla como un recordatorio de que el tiempo transcurría, marcando en el reloj las dos con cuarenta y tres minutos de la madrugada. 

La luz de la pantalla no fue lo único llamativo que combatía la oscuridad del lugar, también estaba lo que se encontraba al otro lado del pasillo, dentro de la habitación de Dennis. Como la puerta se encontraba cerrada, la luz similar a los primeros rayos del amanecer se apreciaba débilmente a través de la cerradura. 

El padre soltó a la hija, y como si de una polilla se tratase, se fue acercando a la luz hipnotizante.

-¿Papá?- preguntaba la hija, con expresión de confusión. No quería alejarse de su única compañía humana.

A través de la oscuridad del lugar, el padre se acercaba a la puerta pausadamente, pero con la misma velocidad entre cada paso que daba. Su mirada estaba fija hacia el frente, y sus ojos color avellana parecían adoptar una coloración grisacea, posiblemente por efecto de la luz amarillenta. Estiró la mano para abrir la puerta de la habitación de Dennis.

Ella, por su lado, se quedó estática en su lugar. Las lágrimas recorrían sus mejillas, señal de desesperación, mientras sollozaba súplicas hacia su padre para que se detuviera, las cuales no estaban surgiendo efecto en él. Parecía ensimismado en su andar.

El celular marcaba las dos con cincuenta y tres minutos. Hora exacta en la que el padre entró en la habitación y cerró la puerta a sus espaldas.

-Perdón...- sollozaba la hija.- Perdóname por favor.- Cerró los ojos y se desplomó en el suelo. No podía dejar de llorar y lamentarse, preguntándose por qué había sido tan cobarde. Se dobló sobre su espalda, afirmándose el estómago con ambas manos, en un débil intento de calmar el dolor de su abdomen por contraerse con demasiado esfuerzo debido al llanto. 

La oscuridad que la rodeaba, exceptuando la luz proveniente de su habitación, parecía estar sofocándola. Los recuerdos de su niñez, que con tanto esmero trataba de olvidar, volvían súbitamente. Todos esos días, atrapada en la oscuridad de su habitación, sin poder pedir ayuda porque entre más ruido emitía, más criaturas blancas, similar a copos de nieve, aparecían en su campo de visión.

Se había esforzado tanto en su adolescencia para poder pedir ayuda en medio de la noche tras cada pesadilla-algo que le era imposible cuando era niña- que había olvidado cómo actuar por sí misma. La dependencia le estaba pasando la cuenta. 

Se levantó lentamente, entre sorbos, y al tratar de enfocar algo dentro de la habitación del padre, se percató del libro. ¿Por qué tenía tanta importancia?. Con la oscuridad le era imposible visualizar la portada, lo cual por alguna razón le llenó de frustación.

No, ella sabía por qué. No era capaz de hacer algo útil, más que llorar. Su padre, querido papá, estaba lejos de ella, experimentando quién sabe qué cosas en ese espacio iluminado. En el fondo, no quería saberlo. Siempre supo que algo extraño sucedía en la casa, pero se lo negaba a sí misma. Axel tampoco le había creído en su momento, pero ahora lo estaba viviendo, lo estaba viendo... Después de eso ¿Cómo sería posible que le negara que algo extraño pasaba en esa casa?

Ese tipo de pensamiento era lo que la llenaba de frustación. ¿Cómo es que podía pensar en esas cosas cuando su papá podía estar...? La culpabilidad reemplazó la frustación.

El libro, ese estúpido libro, sólo representaba una distracción para ella. No importaba si podía leer o no la portada, porque carecía de relevancia.

Respiró profundamente, mientras avanzaba hacia lo que ella suponía sería su último destino en la vida. El corazón le martilleaba en los oídos, y sintió calor. 

Cuando estuvo frente a la puerta de su habitación, trató de abrirla, pero tenía las manos tan temblorosas que no podía girar la perilla. Suponía un esfuerzo enorme estar frente a esa puerta y más aún tratar de abrirla, pero lo intentó, y cuando lo logró, una luz la cegó por unos segundos, teniendo que cerrar los ojos con fuerza...

...Al momento de abrirlos, se percató de que ya no se encontraba de pie, sino en posición fetal en su cama. En la base de esta, estaba durmiendo su perro, y el libro estaba sobre el velador cerca de la cabezera, junto a la lámpara encendida y su celular.

Aquí va algo... tomaré un descanso y luego sigo:)

-Son las cinco de la mañana- pudo apreciar. La alarma debía sonar en una media hora.

Dejó el celular a un lado y se recostó nuevamente, pensando en lo sucedido hace poco. No podría volver a dormir, aunque de todas formas no valía la pena descansar unos pocos minutos. Le tomaría más tiempo tratar de consiliar el sueño.

Mirando el techo, se tocó el rostro. Estaba húmedo, señal de que había llorado. La sensación de culpa no le abandonaba el pecho, recordando que había dejado atrás a su papá en el sueño. Si bien no había sido una situación real, la prueba de que era una cobarde y muy dependiente persona eran claras.

Para evitar que la pesadilla se pierdera entre tantas otras, grabó en un audio de voz lo que recordaba. Así, entre pensamientos y culpabilidad, la alarma finalmente sonó. Ella, aunque no quería, se levantó para emprender camino hacia su día semanal rutinario, comenzando con las clases universitarias.

Antes de cerrar su habitación, ya vestida y sin necesitar nada de esta, miró la esquina. Antes no lo había hecho, por miedo, pero ahora se sentía capaz de ver. La confirmación de que era una esquina común la alivió. Entonces, dio media vuelta cerrando la puerta.

Si hubiera permanecido unos minutos más en la casa antes de emprender camino a la universidad, habría sido capaz de escuchar un golpe desde su habitación.





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