ii

148 9 3
                                    

Nash se sentó a su lado de forma en la que ella lo mirara cuando se despertara. La había llevado a su cuarto en el hotel y la había obligado a tomar agua y dormir. Bree, así se llamaba, o al menos eso le había dicho ella. A él le gustaba su nombre, no era un nombre ordinario, pero tampoco era uno extravagante. Ella le había dicho que hoy sería su cumpleaños, también, así que él fue y compró flores mientras dormía. Trasladarla de su cuarto de hotel al de él había sido difícil, en parte porque ella pataleaba y le mordía el hombro, y en parte porque era tan liviana que le daba miedo quebrarla, por lo que debió tomar mucha precaución.

Se despertó y se incorporo exaltada. Comenzó a frotarse los ojos como si no se diera cuenta de la presencia de Nash, como si estuviera en su casa. Él la miro fijamente. Bree era linda, era preciosa. Le gustaba la forma en la que sus labios se curvaban hacia arriba. Pero no, Nash no podía pensar de esa manera en la chica que había descubierto tratando de quitarse la vida; es decir, sería raro. Si la gente le preguntaba donde la había conocido tendría que decir que la encontró en un hotel ingiriendo pastillas mientras lloraba, gritaba y reía, y que luego el tuvo que meter sus dedos en la garganta de ella para que no se muera, no, él pasaba de eso.

-Toma una foto, –dijo ella de la nada y le devolvió la mirada –ya sabes, duran más, ¿no? –concluyó. 

Se paró con el propósito de irse pero paro a medio camino.

-Lindas flores, –se burló –me quedaría para ver la expresión de tu novia al ver que pasaste la noche con una suici…

-No tengo novia, y no me gusta el término suicida, por favor, cállate. –dijo con desgano –además son para vos, feliz cumpleaños. –le sonrió.  

Bree corrió la mirada y se sonrojo.

–Gracias, supongo… –se rascó la nuca, nerviosa. Se dirigió a la puerta y salió por ella. Él corrió detrás de ella, atónito.

Le paso un brazo por delante en la escalera y la paró ubicándose frente a ella. Estaban tan cerca que sus respiraciones se mezclaban –No te vas a ningún lado, o al menos por ahora –le sonrió.

-¿Qué haces? –dijo intentando pasar por debajo de su brazo, obteniendo resultados patéticos. Nash la agarró por la cintura y la subió a su hombro.

-Supongo que salvarte, ¿no te parece?  

atelofobia (n.g) EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora