Capítulo dos.

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El día después de eso no fue nada mal, la compañía de Hye me servía de mucho. Estuvimos hablando sobre ella, nunca pudo hacer amigas aquí, las chicas preferían maquillaje, chicos. No es que a ella no le gustara eso, le gustaba, pero todas las chicas aquí eran muy llevadas y muy coquetas con los chicos. Hye es muy reservada, nerviosa, callada con los demás pero conmigo no, era una buena chica no entendía porque las demás no querían ser sus amigas.

—¡Te veo mañana! —Sacudió su mano alejándose cada vez más.

Le devolví el gesto con una sonrisa, cuando no la vi más solté un suspiro, seguía tratar de llegar a casa. Miré a los lados en busca de el rostro de aquél chico de en la mañana, no estaba y agradecía mucho eso.

Me quedé una hora sin exagerar como tonta en la entrada de la escuela esperando el mensaje de mi padre, hasta que el tan ansiado llegó. No le respondí, estaba muy enojada para hacerlo. Tomé un taxi y le enseñé el mensaje de mi papá a la conductora, ella asintió.

—¿Qué te trae hasta acá? —Preguntó tratando de hacer tema de conversación.

—A mi nada pero a mi papá su trabajo.

—¿Tan mal está tu país?

—No mi país, pero sí las malas decisiones de mi papá. Gracias a ello se quedó sin trabajo.

—Bienvenida a Seúl, anímate. Hay muchas cosas buenas acá, sal, visita lugares, no te arrepentirás.

—Ya quedé impresionada con los cerezos, son muy lindos. Allá no tenemos, y sí lo tenemos son muy pocos. Como uno en un millón.

—Y no es lo único. Cualquier cosa puedes llamarme y puedo llevarte a lugares turísticos.

Antes de bajarme del auto me dio su número, le sonreí y agité la mano despidiéndome de ella. Cuando su auto desapareció de mi campo de vista me di media vuelta para mirar la casa. Mi mandíbula se hubiese caído al suelo sí no estuviese pegada a mi, ésto claro que no era una casa, era una mansión que mi padre no podría comprar ni en un millón de años. Saqué mi celular para mirar el número que papá me dijo y el número de la casa, eran el mismo, no estaba equivocado. ¿Qué habrá hecho papá para conseguir ésto?

Abrí las rejas y me adentré en el largo patio de aquella casa salida de un cuento, era toda una hermosura. Toqué la puerta de entrada, al esperar y que no me abrieran toqué el timbre. Volví a esperar, esperé un minuto, dos, de dos se volvieron cinco y de cinco ocho, nadie me abriría. Giré el pomo frunciendo el ceño, esté cedió y la puerta quedó abierta. Mordí mi labio debatiendome entre si entrar o esperar aquí; las nubes seguían cubriendo el sol por lo que no tardaría en volver a llover, me volvería a mojar. Entré a pasos lentos en la casa mirando a todas partes.

—¿Papá? —Elevé la voz esperando que me escuchara en donde quiera que estuviese.

Nadie me respondió, lo repetí unas veces más esperando que fuera una broma pero no parecía eso. Escuché un quejido, caminé de forma cautelosa hacia el lugar de donde provenía ese sonido. Me encontré con un chico un poco pálido, estaba buscando una pose más cómoda en el sofá.

—¿Quién eres tú? —Pregunté frunciendo el ceño.

El chico no me respondió, nisiquiera abrió los ojos pero estaba segura que estaba despierto e ignorándome. Volví a preguntar lo mismo, obteniendo también el mismo resultado, debí habérmelo visto venir. Me acerqué y lo moví un poco con la mano esperando que así me pusiera atención. El chico abrió un ojo mirándome, esbozó una media sonrisa permitiendo que viera un colmillo sobresaltar entre sus labios.

Rápidamente me alejé unos pasos, lo que le causó gracia.

—¿Qué...?

Se reincorporó en el sofá recargando su espalda contra el respaldo, me miró sin dejar de sonreír, ahora podía ver un par de colmillos que no parecían ser falsos. Se levantó y caminó a pasos lentos pero decididos hacia mi. Retrocedí cayendo torpemente sobre la alfombra, aún así arrastrando mi cuerpo fui haciéndome hacia atrás hasta que topé con la pared, no podía levantarme y correr, estaba muy cerca mío.

Se puso de cuclillas ladeando su cabeza con una sonrisa divertida adornando sus labios. Llevó su mano a mi barbilla, la sujetó y provocó que lo mirara fijamente.

—Sí que eres linda, zorrita. —Murmuró con una voz un tanto ronca.

Mordí mi mejilla interna, debería estar gritando pero el miedo era mucho que no podía emitir sonido alguno. Fue acercando su rostro hacia mi hasta el punto en el que sentí su nariz rozar mi cuello seguido de sus exhalaciones. Estaba enojada conmigo misma por no poder alejarlo, por no poder correr, gritar, presa del terror.

—Suga, detente.

Miré rápidamente hacia la dirección en la que creía que había venido la voz, un chico rubio de labios gruesos miraba enojado al chico en frente mío. Éste último sólo paró en seco, no volteó a verlo. Usó unas palabras no tan apropiadas para describir al chico que lo detuvo, se levantó con un semblante serio yendo hacia la escalera, donde el otro chico se encontraba, golpeó su hombro con el de él finalmente subiendo.

El chico de nombre desconocido se acercó a mi, extendió su mano ofreciéndose a ayudarme a levantarme, la acepté gustosa.

—Soy Rap Monster. —Y otro par de colmillos apareció en mi campo de visión. Inmediatamente retrocedí sin quitarle la mirada de encima. —No voy a hacerte nada, por ahora. —Susurró lo último creyendo que no lo había escuchado.

A pesar de mi notable temor hacia él, siguió acercándose más y más a lo que trataba de alejarme a toda costa. Comenzaron a aparecer puntos negros por todas partes donde miraba, sentí mi cuerpo pesado al igual que mis párpados, me dio una tremenda migraña de la nada. De un momento a otro todo estaba negro, no recordaba qué pasó, ni qué estaba pasando.

Vendida a BTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora