Encuentro

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Los días avanzaron. No se detenían sin importar los daños. Me volví más hábil para evadirlas, pero de alguna manera ellas solo se volvían más rudas y crueles. Estaba jugando con un lobo, y yo era caperucita roja...

Después del día de la navaja, la chica deforme me provocaba escalofríos de solo mirarme. Yo... yo jamás había sentido tanto miedo en mi vida. Dormía y tenía pesadillas con ellas. Mi único consuelo era lo que aprendía en la escuela; para eso arriesgaba mi vida, traté de ser una estudiante normal, pero ellas eran muy lentas. Yo era la mejor de mi clase, y la segunda mejor de la escuela. Y eso no les gustaba en absoluto.

Debía fingir estupidez para que ellas no me molestaran. Todavía más de lo que ya lo hacían.

A los 7 años y medio, hubo una fiesta, donde los niños de primaria podíamos asistir, yo –no sé por qué- pero decidí ir... sentía que algo iba a pasar aquel día. Algo bueno dentro de todo lo malo que existía ya en mi vida.

Salí de mi casa muy bien arreglada, con un vestido rojo con holanes y unos zapatos negros muy bonitos, dos coletas terminaban la labor de mi madre por peinarme. Yo tenía un moretón enorme en el mentón y una de mis orejas presentaba una leve lesión. Además de tener un esguince en el brazo por un mal golpe, usaba una venda para sostenerlo, aunque ya no me dolía tanto como antes.

—Tienes que aprender mucho —me decía a mí misma las palabras que mi madre me decía.

—Soy solo una lenta y lerda campesina, no más —recordaba lo que yo le respondí.

—Así es. Eres una estúpida campesina —me dijo una voz ronca y femenina. Era Zaudi, la horrible niña deforme que ya debía estar en 5to pero seguía en mi grado molestándome.

"No puedo sacarte. Debes estudiar y aprender." Las palabras de mi madre retumbaban en cabeza mientras la misma era azotada contra el fango de un enorme charco de lodo frente a todos.

Nadie me ha defendido jamás. Soy... una criatura que nadie quiere amar. Solo mi madre, es lo único que tengo.

—Di que lo sientes —gritaba Zaudi, mientras levantaba mi cara y me volvía a azotar en el fango casi sin dejarme respirar.

—Lo siento. Lo siento.

Todos echaban a reír, le encantaba ese truco... que pidiera disculpas por ser como soy.

—Di por qué...

—Por ser un... fenómeno.

—Bien... has aprendido bien, campesina inmunda —finalizó lanzándome contra el fango por última vez. Se limpió los sobrantes de lodo de su ropa en mí y se fue a una pequeña plaza que había en la escuela, del otro lado del estacionamiento.

Ahí se reunió con sus amigas que la abrazaban. —¿Cómo alguien puede quererte y nadie puede quererme a mí? —dije mientras mis lágrimas con lodo caían por mi mejilla.

Me levanté como pude y me dirigí al baño, los niños se reían de mí al pasar. Quería llegar tan rápido como podía correr para limpiarme un poco del lodo. No quería esto. No más. No quería vivir más aquí, ni en ningún lugar.

Empecé a correr y resbalé al intentar girar para entrar al baño. Del baño de los niños salía un chico de cabello largo. Me caí sobre sus pies y él tropezó golpeándose contra el suelo.

—Vean eso —decía un niño al final del pasillo—. La pareja de los fracasados.

El ruido que hicimos hizo que varios niños entraran de nuevo a los pasillos a vernos. Ahí estaba Zaudi, que solo me miraba de reojo.

De repente siento como el cuerpo del chico empieza a temblar, yo había caído sobre él, amortiguando un poco el impacto. Lo miro y él a mí. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, como un rayo que parte un árbol a la mitad. No sabía que sentir, estaba a punto de llorar de nuevo, pero su mirada... Yo había sentido muchas veces el miedo, pero jamás... el terror.

Se levantó y frunció el ceño de forma iracunda. Me echó un vistazo más y finalmente apretó los puños y caminó hacia donde estaban los niños.

—Aquí viene el desnutrido —gritaba de nuevo el niño que inició la burla. Zaudi se mofó también.

–Ahhhhhhhhhhhhh —el chico con el que tropecé dio un gran alarido, asustando a todos. Incluso la misma Zaudi... se sorprendió. Yo también, lo admito, pero era normal en mí, en ella no...

Siguió gritando. Hasta que todos se callaron y empezaron a abrirse a su paso. Yo me puse de pie y corrí hasta ponerme a sus espaldas. Todos nos veían pero nadie decía nada, no se burlaban, no me metían el pie, no nada. Sus caras estaban desencajadas, sin saber cómo reaccionar.

El niño abrió la puerta y caminó hasta la puerta del estacionamiento que estaba cerrada, como todo en la escuela por seguridad.

El intendente se puso enfrente de la puerta y cruzó los brazos. Era un hombre de pelo delgado y casi calvo. Con cara malhumorada y actitud despiadada.

—No pueden salir hasta que sea la hora de la salida —escupió al hablar y el chico me volteó a ver.

—¿Te quieres ir?

—Sí... por favor —rogué.

—Ya les dije que no. La puerta está CERRADA —dijo el hombre acercándose hostilmente a la cara del niño.

El niño le tomó del corbatín que llevaba el hombre y lo jaló hacia enfrente haciéndolo caer a un lado de mí, de cara contra el suelo de tierra del estacionamiento. Todos en el lugar miraban asombrados el acontecimiento. Incluso los maestros que se habían dado lugar en el evento.

Se acercó a la reja y abrió el candado con la llave que había tomado del cuello del anciano hombre.

—La puerta está abierta —dijo cuando terminó de desencadenar la reja.

Salió del recinto y lanzó la llave hacia atrás. Yo la vi caer a un lado del intendente que sangraba por la nariz. Miré hacia atrás, tenía dos opciones... quedarme o seguirlo...

Lo seguí.

Lo seguí como si él fuera... una especie de pastor y yo la oveja hipnotizada por su andar. Caminamos mucho y entendí por qué le decían desnutrido, sus piernas y abrazos eran delgados, pero fuertes, y casi no tenía barriga. Era delgado.

Caminamos kilómetros sin decir una palabra. Por todo el camino a casa hasta que se hizo muy oscuro. Él tenía una lámpara. Tenía el mismo rumbo que yo. Hasta que una camioneta. La de mi madre llegó. Me subió, y me abrazó sin saber qué más hacer.

Él se perdió por el bosque. La luz se fue diluyendo.

No sé si fue real... pero había sido estupendo.

Historias cortas: Abandonada.Where stories live. Discover now