desde 8 mayo a 25 mayo

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  8 de mayo 

¡Qué hermoso día! He pasado toda la ma-ñana tendido sobre la hierba, delante de micasa, bajo el enorme plátano que la cubre, laresguarda y le da sombra. Adoro esta región, yme gusta vivir aquí porque he echado raícesaquí, esas raíces profundas y delicadas queunen al hombre con la tierra donde nacieron ymurieron sus abuelos, esas raíces que lo unen alo que se piensa y a lo que se come, a las costumbrescomo a los alimentos, a los modismosregionales, a la forma de hablar de sus habitantes,a los perfumes de la tierra, de las aldeas ydel aire mismo.Adoro la casa donde he crecido. Desde misventanas veo el Sena que corre detrás del camino,a lo largo de mi jardín, casi dentro de micasa, el grande y ancho Sena, cubierto de barcos,en el tramo entre Ruán y El Havre.A lo lejos y a la izquierda, está Ruán, lavasta ciudad de techos azules, con sus numero-sas y agudas torres góticas, delicadas o macizas,dominadas por la flecha de hierro de sucatedral, y pobladas de campanas que tañen enel aire azul de las mañanas hermosas enviándomesu suave y lejano murmullo de hierro, sucanto de bronce que me llega con mayor o menorintensidad según que la brisa aumente odisminuya.¡Qué hermosa mañana!A eso de las once pasó frente a mi ventanaun largo convoy de navíos arrastrados por unremolcador grande como una mosca, que jadeabade fatiga lanzando por su chimenea unhumo espeso.Después, pasaron dos goletas inglesas, cuyasrojas banderas flameaban sobre el fondo delcielo, y un soberbio bergantín brasileño, blancoy admirablemente limpio y reluciente. Saludésu paso sin saber por qué, pues sentí placer alcontemplarlo.  

  11 de mayo

 Tengo algo de fiebre desde hace algunosdías. Me siento dolorido o más bien triste.¿De dónde vienen esas misteriosas influenciasque trasforman nuestro bienestar en desalientoy nuestra confianza en angustia? Diríasequé el aire, el aire invisible, está poblado de lodesconocido, de poderes cuya misteriosaproximidad experimentamos. ¿Por qué al despertarmesiento una gran alegría y ganas decantar, y luego, sorpresivamente, después dedar un corto paseo por la costa, regreso desoladocomo si me esperase una desgracia en micasa? ¿Tal vez una ráfaga fría al rozarme la pielme ha alterado los nervios y ensombrecido elalma? ¿Acaso la forma de las nubes o el colortan variable del día o de las cosas me ha perturbadoel pensamiento al pasar por mis ojos?¿Quién puede saberlo? Todo lo que nos rodea,lo que vemos sin mirar, lo que rozamos inconscientemente,lo que tocamos sin palpar y lo queencontramos sin reparar en ello, tiene efectosrápidos, sorprendentes e inexplicables sobrenosotros, sobre nuestros órganos y, por consiguiente,sobre nuestros pensamientos y nuestrocorazón.¡Cuán profundo es el misterio de lo Invisible!No podemos explorarlo con nuestros mediocressentidos, con nuestros ojos que no puedenpercibir lo muy grande ni lo muy pequeño,lo muy próximo ni lo muy lejano, los habitantesde una estrella ni los de una gota de agua. . .con nuestros oídos que nos engañan, trasformandolas vibraciones del aire en ondas sonoras,como si fueran hadas que convierten milagrosamenteen sonido ese movimiento, y quemediante esa metamorfosis hacen surgir lamúsica que trasforma en canto la muda agitaciónde la naturaleza... con nuestro olfato, másdébil que el del perro... con nuestro sentido delgusto, que apenas puede distinguir la edad deun vino.¡Cuántas cosas descubriríamos a nuestroalrededor si tuviéramos otros órganos que realizaranpara nosotros otros milagros!16 de mayoDecididamente, estoy enfermo. ¡Y pensarque estaba tan bien el mes pasado! Tengo fiebre,una fiebre atroz, o, mejor dicho, una nerviosidadfebril que afecta por igual el alma y elcuerpo. Tengo continuamente la angustiosasensación de un peligro que me amenaza, laaprensión de una desgracia inminente o de lamuerte que se aproxima, el presentimiento suscitadopor el comienzo de un mal aún desconocidoque germina en la carne y en la sangre.   

  18 de mayo

 Acabo de consultar al médico pues ya nopodía dormir. Me ha encontrado el pulso acelerado,los ojos inflamados y los nervios alterados,pero ningún síntoma alarmante. Debodarme duchas y tomar bromuro de potasio.  

  25 de mayo

 ¡No siento ninguna mejoría! Mi estado esrealmente extraño. Cuando se aproxima la noche,me invade una inexplicable inquietud, comosi la noche ocultase una terrible amenazapara mí. Ceno rápidamente y luego trato deleer, pero no comprendo las palabras y apenasdistingo las letras. Camino entonces de un extremoa otro de la sala sintiendo la opresión deun temor confuso e irresistible, el temor dedormir y el temor de la cama. A las diez subo ala habitación. En cuanto entro, doy dos vueltasa la llave y corro los cerrojos; tengo miedo. . .¿de qué?. . . Hasta ahora nunca sentía temorpor nada. . . abro mis armarios, miro debajo dela cama; escucho... escucho... ¿qué?... ¿Acasopuede sorprender que un malestar, un trastornode la circulación, y tal vez una ligera congestión,una pequeña perturbación del funcionamientotan imperfecto y delicado de nuestramáquina viviente, convierta en un melancólicoal más alegre de los hombres y en un cobarde almás valiente? Luego me acuesto y espero elsueño como si esperase al verdugo. Espero sullegada con espanto; mi corazón late intensamentey mis piernas se estremecen; todo micuerpo tiembla en medio del calor de la camahasta el momento en que caigo bruscamente enel sueño como si me ahogara en un abismo deagua estancada. Ya no siento llegar como antesa ese sueño pérfido, oculto cerca de mi, que meacecha, se apodera de mi cabeza, me cierra losojos y me aniquila.Duermo durante dos o tres horas, y luegono es un sueño sino una pesadilla lo que seapodera de mí. Sé perfectamente que estoyacostado y que duermo. . . lo comprendo y losé. . . y siento también que alguien se aproxima,me mira, me toca, sube sobre la cama, se arrodillasobre mi pecho y tomando mi cuello entresus manos aprieta y aprieta... con todas susfuerzas para estrangularme.Trato de defenderme, impedido por esaimpotencia atroz que nos paraliza en los sue-ños: quiero gritar y no puedo; trato de movermey no puedo; con angustiosos esfuerzos yjadeante, trato de liberarme, de rechazar ese serque me aplasta y me asfixia, ¡pero no puedo!Y de pronto, me despierto enloquecido ycubierto de sudor. Enciendo una bujía. Estoysolo.Después de esa crisis, que se repite todaslas noches, duermo por fin tranquilamente hastael amanecer.   

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