FINAL 10 de septiembre

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  10 de setiembre

 Ruán, Hotel Continental. Ha sucedido.. . hasucedido... pero, ¿habrá muerto? Lo que vi meha trastornado.Ayer, después que el cerrajero colocó lapersiana y la puerta de hierro, dejé todo abiertohasta medianoche a pesar de que comenzaba ahacer frío. De improviso, sentí que estaba aquíy me invadió la alegría, una enorme alegría. Melevanté lentamente y caminé en cualquier direccióndurante algún tiempo para que no sospechasenada. Luego me quité los botines y mepuse distraídamente unas pantuflas. Cerré despuésla persiana metálica y regresé con pasotranquilo hasta la puerta, cerrándola tambiéncon dos vueltas de llave. Regresé entonceshacia la ventana, la cerré con un candado yguardé la llave en el bolsillo.De pronto, comprendí que se agitaba a mialrededor, que él también sentía miedo, y queme ordenaba que le abriera. Estuve a punto deceder, pero no lo hice. Me acerqué a la puerta yla entreabrí lo suficiente como para poder pasarretrocediendo, y como soy muy alto mi cabezallegaba hasta el dintel. Estaba seguro de que nohabía podido escapar y allí lo acorralé solo,completamente solo. ¡Qué alegría! ¡Había caídoen mi poder! Entonces descendí corriendo a laplanta baja; tomé las dos lámparas que sehallaban en la sala situada debajo de mi habitación,y, con el aceite que contenían rocié la alfombra,los muebles, todo. Luego les prendífuego, y me puse a salvo después de cerrarbien, con dos vueltas de llave, la puerta de entrada.Me escondí en el fondo de mi jardín tras unmacizo de laureles. ¡Qué larga me pareció laespera! Reinaba la más completa oscuridad,gran quietud y silencio; no soplaba la menorbrisa, no había una sola estrella, nada más quemontañas de nubes que aunque no se veíanhacían sentir su gran peso sobre mi alma.Miraba mi casa y esperaba. ¡Qué larga erala espera! Creía que el fuego ya se había extinguidopor sí solo o que él lo había extinguido.Hasta que vi que una de las ventanas se hacíaastillas debido a la presión del incendio, y unagran llamarada roja y amarilla, larga, flexible yacariciante, ascender por la pared blanca hastarebasar el techo. Una luz se reflejó en los árboles,en las ramas y en las hojas, y también unestremecimiento, ¡un estremecimiento de pánico!Los pájaros se despertaban; un perro comenzóa ladrar; parecía que iba a amanecer. Deinmediato, estallaron otras ventanas, y pudever que toda la planta baja de mi casa ya no eramás que un espantoso brasero. Pero se oyó ungrito en medio de la noche, un grito de mujerhorrible, sobreagudo y desgarrador, al tiempoque se abrían las ventanas de dos buhardillas.¡Me había olvidado de los criados! ¡Vi sus rostrosenloquecidos y sus brazos que se agitaban!...Despavorido, eché a correr hacia el pueblogritando: "¡Socorro! ¡Socorro! ¡Fuego! ¡Fuego!"Encontré gente que ya acudía al lugar y regresécon ellos para ver.La casa ya sólo era una hoguera horrible ymagnífica, una gigantesca hoguera que iluminabala tierra, una hoguera donde ardían loshombres, y él también. Él, mi prisionero, elnuevo Ser, el nuevo amo, ¡el Horla!De pronto el techo entero se derrumbó entrelas paredes y un volcán de llamas ascendióhasta el cielo. Veía esa masa de fuego por todaslas ventanas abiertas hacia ese enorme horno, ypensaba que él estaría allí, muerto en ese horno...¿Muerto? ¿Será posible? ¿Acaso su cuerpo,que la luz atravesaba, podía destruirse por losmismos medios que destruyen nuestros cuerpos?¿Y si no hubiera muerto? Tal vez sólo eltiempo puede dominar al Ser Invisible y Temido.¿Para qué ese cuerpo trasparente, ese cuerpoinvisible, ese cuerpo de Espíritu, si tambiénestá expuesto a los males, las heridas, las enfermedadesy la destrucción prematura?¿La destrucción prematura? ¡Todo el temorde la humanidad procede de ella! Después delhombre, el Horla. Después de aquel que puedemorir todos los días, a cualquier hora, en cualquierminuto, en cualquier accidente, ha llegadoaquel que morirá solamente un día determinadoen una hora y en un minuto determinado,al llegar al límite de su vida.No... no... no hay duda, no hay duda... noha muerto. . . entonces tendré que suicidarme. .  

El HorlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora