del 2 de julio al 30 de julio

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  2 de julio

 Regreso restablecido. El viaje ha sido delicioso.Visité el monte Saint-Michel que no conocía.¡Qué hermosa visión se tiene al llegar aAvranches, como llegué yo al caer la tarde! Laciudad se halla sobre una colina. Cuando mellevaron al jardín botánico, situado en un extremode la población, no pude evitar un gritode admiración. Una extensa bahía se extendíaante mis ojos hasta el horizonte, entre dos costaslejanas que se esfumaban en medio de labruma, y en el centro de esa inmensa bahía,bajo un dorado cielo despejado, se elevaba unmonte extraño, sombrío y puntiagudo en lasarenas de la playa. El sol acababa de ocultarse,y en el horizonte aún rojizo se recortaba el perfilde ese fantástico acantilado que lleva en sucima un fantástico monumento.Al amanecer me dirigí hacia allí. El mar estababajo como la tarde anterior y a medida queme acercaba veía elevarse gradualmente a lasorprendente abadía. Luego de varias horas demarcha, llegué al enorme bloque de piedra encuya cima se halla la pequeña población dominadapor la gran iglesia. Después de subir porla calle estrecha y empinada, penetré en la másadmirable morada gótica construida por Diosen la tierra, vasta como una ciudad, con numerososrecintos de techo bajo, como aplastadospor bóvedas y galerías superiores sostenidaspor frágiles columnas. Entré en esa gigantescajoya de granito, ligera como un encaje, cubiertade torres, de esbeltos torreones, a los cuales sesube por intrincadas escaleras, que destacan enel cielo azul del día y negro de la noche susextrañas cúpulas erizadas de quimeras, diablos,animales fantásticos y flores monstruosas, unidasentre sí por finos arcos labrados.Cuando llegué a la cumbre, dije al monjeque me acompañaba:—¡Qué bien se debe estar aquí, padre!—Es un lugar muy ventoso, señor—merespondió. Y nos pusimos a conversar mientrasmirábamos subir el mar, que avanzaba sobre laplaya y parecía cubrirla con una coraza de acero.El monje me refirió historias, todas las viejashistorias del lugar, leyendas, muchas leyendas.Una de ellas me impresionó mucho. Losnacidos en el monte aseguran que de noche seoyen voces en la playa y después se percibenlos balidos de dos cabras, una de voz fuerte y laotra de voz débil. Los incrédulos afirman queson los graznidos de las aves marinas que seasemejan a balidos o a quejas humanas, perolos pescadores rezagados juran haber encontradomerodeando por las dunas, entre dosmareas y alrededor de la pequeña poblacióntan alejada del mundo, a un viejo pastor cuyacabeza nunca pudieron ver por llevarla cubiertacon su capa, y delante de él marchan un machocabrío con rostro de hombre y una cabra conrostro de mujer; ambos tienen largos cabellosblancos y hablan sin cesar: discuten en una lenguadesconocida, interrumpiéndose de prontopara balar con todas sus fuerzas.—¿Cree usted en eso?—pregunté al monje.—No sé—me contestó.Yo proseguí:—Si existieran en la tierra otros seres diferentesde nosotros, los conoceríamos desdehace mucho tiempo; ¿cómo es posible que nolos hayamos visto usted ni yo?—¿Acaso vemos—me respondió—la cienmilésimaparte de lo que existe? Observe porejemplo el viento, que es la fuerza más poderosade la naturaleza; el viento, que derriba hombresy edificios, que arranca de cuajo los árbolesy levanta montañas de agua en el mar, quedestruye los acantilados y que arroja contraellos a las grandes naves, el viento que mata,silba, gime y ruge, ¿acaso lo ha visto algunavez? ¿Acaso lo puede ver? Y sin embargo existe.Ante este sencillo razonamiento opté porcallarme. Este hombre podía ser un sabio o talvez un tonto. No podía afirmarlo con certeza,pero me llamé a silencio. Con mucha frecuenciahabía pensado en lo que me dijo.   

  3 de julio 

Dormí mal; evidentemente, hay una influenciafebril, pues mi cochero sufre del mismomal que yo. Ayer, al regresar, observé suextraña palidez. Le pregunté:—¿Qué tiene, Jean?—Ya no puedo descansar; mis noches desgastanmis días. Desde la partida del señor pareceque padezco una especie de hechizo.Los demás criados están bien, pero temoque me vuelvan las crisis.   

  4 de julio

Decididamente, las crisis vuelven a empezar.Vuelvo a tener las mismas pesadillas. Anochesentí que alguien se inclinaba sobre mí ycon su boca sobre la mía, bebía mi vida. Sí, labebía con la misma avidez que una sanguijuela.Luego se incorporó saciado, y yo me despertétan extenuado y aniquilado, que apenas podíamoverme. Si eso se prolonga durante algunosdías volveré a ausentarme.   

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