Cristhel

Los Vecinos...

La verdad, yo también estaba emocionada, y quería verlo, un escalofrío hizo que mi piel se erizara.

-Si, ya me mudé, también quiero verte, pero no conozco la ciudad así que no sé en dónde podemos vernos.- Le dije.-
-No te preocupes, puedo pasar por ti, cuando salgas de la escuela, ¿Te parece?, y daremos un paseo para que conozca el lugar en dónde vas a vivir.-Dijo, con voz dulce y algo insegura.-
-¡Claro!, me parece bien, entonces hablamos luego.- Cuelga el teléfono.-

Estaba algo contenta, había hecho nuevos amigos, mi primer día no fue tan malo como esperaba. Al fin, sonó el timbre de salida, mamá estaba esperándome en el coche.
-¡Hola mamá!- saludo dándole un beso en la mejilla.-
-¡Hola!, ¿Qué tal te fue?- Así tuve una larga conversación con ella mientras llegábamos a casa.

El vecindario a dónde nos mudamos era algo solitario, sombrío, parecía sacado de una película de terror. Las casas estaban muy separadas, excepto una, la que estaba frente a mi casa.

-Llévale esto al vecino, tenemos que presentarnos, ayer fuimos pero no había nadie.- Dijo mamá dándome una canasta con frutas.-
-Está bien.- Respondí sin mucho afán.-

Salí de la casa y crucé la calle. Toqué la puerta pero nadie respondía.

-¡Holaa!-...-¡Acabamos de mudarnos!-...- ¿Hola?- Nadie contestaba, pensé que tal vez las personas estaban sordas o muertas, me reí de mi misma mientras pensaba eso, me acerqué a la puerta trasera de la casa y entré.

-Hola, ¿Hay alguien aquí?- No creo en fantasmas ni nada por el estilo, pero esta vez... Siento como una corriente de aire recorre mi cuerpo, mis piernas se paralizan mientras abro la puerta que hace un sonido horrible, empiezo a caminar poco a poco cuando de repente... Un perro sale me ve y ladra, doy un salto. Tenía miedo, era la primera vez que sentía algo así, no sabía que hacer, por un momento sentí que mi corazón no latía.
Abro la puerta y salgo corriendo, por alguna extraña razón el perro no me siguió hasta mi casa, se quedó del otro lado, sentado y observándome.