Capítulo 2

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Durante la primera semana, todos los días cada pocas horas un médico entraba en la sala para examinar a Mycroft. Comprobaba su fractura, el estado de las quemaduras y si reaccionaba a algún tipo de estímulo y luego se iba. Sherlock calculó que los vendajes de las quemaduras lo cambiaban cada día, y la pomada del rostro también se la daban cada ocho horas.

Permaneció a su lado durante seis días hasta que John apareció, ese mismo día, temprano. Habían cambiado a Mycroft de habitación debido a que ya estaba mejor y John casi se pierde dando vueltas por el hospital, por suerte encontró a Sherlock en la puerta de la habitación, tecleando en el teléfono.

-Te traigo el desayuno -le dijo John entregándole una bolsa de papel y un vaso de café -. Y el periódico.

-Gracias -respondió Sherlock escuetamente y se dio la vuelta para regresar a la habitación.

-No -dijo John deteniéndole cogiéndole por el brazo -. He visto como dejas el desayuno en la basura, te tengo que ver comer.

-Pero...

-Sherlock, llevas seis días aquí. Sin comer nada, solo has bebido agua -le dijo -. Come, ve al piso de Greg que está a dos calles, te duchas y regresas. Empiezas a oler raro.

Sherlock le miró malhumorado

-No soy un niño.

-No lo eres, pero tienes que mirar por ti, cuando tu hermano despierte no querrá verte anoréxico y oliendo mal. Toma las llaves del piso, me he encargado de llevarte ropa allí, por si no quieres pasar por Baker hasta que Mycroft se recupere.

Sherlock cogió las llaves y frunció los labios como un niño pequeño, cuando acabó de desayunar se puso de pie y miró de lejos a su hermano.

-Me quedaré con él, vete -le dijo John.

Un rato más tarde, regresó al hospital, con ropa limpia y el pelo húmedo. John estaba sentado en la silla, leyendo el periódico.

-Ya puedes irte -murmuró Sherlock dirigiéndose con rapidez al asiento.

-Tenemos que hablar -le dijo John levantándose.

-Me he duchado y he comido, ¿qué más quieres? -le preguntó el detective mientras se sentaba en su asiento.

-No puedes pasarte todo el día mirando fijamente a Mycroft. No es sano.

-¿Y qué quieres que haga si no? Estoy en un hospital, Mycroft está en coma, no puedo hacer mucho más.

-Háblale -respondió John.

Sherlock apartó la vista del rostro de su hermano y lo miró fijamente.

-Tú eres imbécil -le soltó ofendido.

-Sherlock, háblale. Léele el periódico, cuéntale casos. Pero interactúa con él -le dijo John sin mostrarse ofendido tras el insulto.

-Eres médico, ¿estabas en la parte que te dije que mi hermano estaba en coma verdad? -preguntó el detective enarcando las cejas.

-Sí Sherlock, pero hablarle te puede ayudar. No te escucha, lo sé. Pero no es bueno para ti pasarte horas y horas aquí en silencio. Habla con él e imagina que contestaciones tendría. Es tu hermano, le conoces.

-Es una estupidez... No me va a contestar.

John le tendió el periódico y tomó aire.

-Vamos, hazlo -le dijo con una sonrisa.

Sherlock le quitó el periódico de las manos con un movimiento rápido y bufó.

-Esto es una estupidez, una absoluta y grandísima estupidez...

The Ice ManDonde viven las historias. Descúbrelo ahora