13. Fin.

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Me miré al espejo, estando desnuda. Tenía varios moretones por todo el cuerpo, exceptuando las zonas más visibles.

Me sentía cansada, hundida. Presentía que no aguantaría mucho tiempo más así.

Pero no podía dejarla ahora, no después de estos cuatro años.

Me necesitaba. Yo la necesitaba.

Además, ella estaba dispuesta a cambiar, estaba yendo al psicólogo, y cuando lo consiguiera ambas seríamos felices. Tenía que esperar hasta entonces.

Ella era el amor de mi vida. No podía dejarla ir así sin más.

Además, no podía dejarla sola. Ishtar era la mayor víctima en todo esto. Había tenido una vida desastrosa, y ahora no sabía lidiar con todo. Además, estaba sola. Tenía que quedarme a su lado, ayudarla a enfrentarse a sus demonios. Y entonces, cuando consiguiera estar a gusto con su vida y con su pasado, cuando se acabara la rabia, podríamos ser una pareja feliz. Pasaríamos toda la vida juntas. Toda la vida descansando en sus brazos cada noche. Me encantaba esa idea.

Ya lo éramos, siempre que a ella no le daba un ataque de ira.

Me mimaba mucho. Ella me amaba, sólo que no sabía controlarse. Yo, por mi parte, había aprendido a evitar las cosas que le molestaban. Era mejor para las dos.

Me vestí. Salí de mi casa, encontrándome con Richard. Sonreí y choqué su puño.

–Hola, chaval.

–Hola, por fin te vemos el pelo. Tanta novia, tanta novia.

Sonreí.

–¿Están todos ya?

–Faltan Javi y Raquel. Te estamos esperando.

Asentí. Me uní a ellos saludándolos con abrazos y choques de puños. Cogimos el bus para ir a la capital, donde nos dirigimos a un pub. Conseguimos cuatro asientos. Richard se sentó en uno de ellos, colocándose Javi en su reposabrazos. Zacarías se sentó en el otro, con Bea sobre sus piernas. El tercero, lo ocuparon Esther y Claudia. En el último se sentó Raquel, y yo me senté en sus piernas.

–Me alegro mucho de verte, bichito –me dijo besando mi mejilla mientras abrazaba mi cintura.

Sonreí.

–Yo también.

Hacía mucho que no la veía. A Ishtar no le gustaba que saliera con ella a solas, pero tampoco que lo hiciera con ella delante, lo que limitaba mucho nuestros encuentros.

–¿Cómo te va todo, cielo? –me preguntó.

–Muy bien. Con Ishtar va todo genial, y el segundo año de facultad está siendo incluso mejor que el primero, la verdad.

Raquel sonrió.

–Me alegro mucho, preciosa.

–¿Y tú, qué tal?

–Muy bien. Mi carrera también va a las mil maravillas, y Roy cada día me demuestra más que es muy tierno. Además, mi hermanito dice que le está yendo genial en la escuela, y mamá ha conseguido un ascenso.

–¡Me alegro mucho!

Richard me llamó. No lo escuché por el volumen de la música, el mismo que hacía que Raquel estuviera pegada a mi oreja para que pudiera escucharla.

Por lo que dicen, quería avisarme de que Ishtar estaba allí, bebiendo en la barra. Ella escuchó mi nombre y se giró sonriendo para poder saludarme. Su rostro se tornó furioso al verme.

Sentí una mano en mi hombro. Me giré viéndola. Empecé a sonreír, pero noté en su mirada que algo iba mal.

–¿Podemos hablar fuera?

Asentí. Salí con ella a la calle, donde me condujo a un callejón cercano.

No me miró hasta ese momento. Tragué saliva. Sus ojos estaban oscuros de ira.

–¡¿Cómo me haces esto?! ¡Serás puta! ¡¿Estoy intentando cambiar por ti y tú me la pegas con la zorra de tu amiguita?!

–No estaba...

Su puño me calló, acertando en mi boca.

–¡No busques excusas! ¡El daño está hecho!

Me golpeó contra la pared. Yo había enmudecido. Noté la sangre salir por mi labio roto. No era la primera vez.

Ella descargó su furia contra mi cuerpo, golpeando una y otra vez, con brazos y piernas.

No supe cuando ni por qué, caí. Lo veía todo borroso, a la altura del suelo. Un crujido seguido por un dolor punzante inundó mis dedos. Algo golpeó mi cara. Todo se volvió negro.

Los delirios del arte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora