Una clase «especial»

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Alex mira a su madre interesado y asustado a la vez, han podido hablar de mil cosas, tanto buenas como malas.

—Bueno, como ya sabes, pues... tú... no puedes estudiar como los demás, tienes más dificultades y, a partir de maña-na, irás a una clase «especial» —dice mientras hace unos gestos con los dedos—. Pero solo para las asignaturas obligatorias, lo que sea eventos importantes o excursiones, irás con la clase que has estado hoy. Lo sé, un lío, pero eso me ha dicho la directora, ya te lo contará mañana ella mejor —dice Nuria mientras frena en un paso de cebra.

Una clase «especial». Alex ya sabe que significan esas palabras, esas dichosas palabras. Una aula escondida en lo más remoto del instituto, donde unos pocos alumnos «especiales», tienen que aprender de una manera «especial» a los demás. El mismo cuento de siempre. Al menos, siempre le quedaría el recreo, para poder ver a Adam y a Lucía, si se acercan a él, claro.

Al día siguiente, Nuria lleva a Alex al instituto, y seguidamente, va a trabajar, como siempre. Matilde está esperando a Alex, para poder enseñarle su nueva clase «especial». Cuando le enseña su nueva aula, piensa que no puede ser más deprimente. Es todo gris, oscuro y feo, dan ganas de dejar de vivir y suicidarse ahí mismo.

—Bueno Alex, aquí tú y yo pasaremos todo este año, si, seré tu tutora —sonríe—. ¿Qué bien no?

Alex le devuelve una sonrisa falsa. Prefiere mil veces a Anna, parece mucho más... divertida.

—Te tengo que advertir que no habrá nadie más en esta aula, sé que puede ser algo aburrido, pero créeme, así aprenderás más —le dice a Alex.

Después de tres horas interminables, al fin suena la campana del recreo. Matilde saca a Alex al patio.

—Vale, voy a buscar una cosa y ahora vuelvo.

Matilde desaparece de nuevo como un fantasma dejando solo a Alex.

Otra como Anna, ya se van a olvidar de mí, piensa Alex. Pero de repente, ve que Adam lo saluda des de lo lejos y empieza a acercarse. Alex no puede evitar sonreír. La alegría corre por sus venas.

—¡Hola Alex! ¿Qué tal? ¿Te han vuelto a dejar solo?

—Un po... co.

—Bueno, pues tranquilo, aquí estoy yo —dice Adam poniéndose la mano en el pecho con pose heroica.

Ambos ríen.

—¡Oh vaya! Hoy tienes... —prueba el batido —, manzana y uva, no está mal.

Cuando Adam se dispone a darle el batido a Alex, Matilde aparece, estropeando el momento de interacción de los chicos.

—¡Adam! ¿¡Que haces molestando a Alex!?

—No le estaba molestando directora.

—¿Seguro?

—Se... guro —dice Alex.

—Está bien, pues Adam, si no te importa, ¿te ocuparías de Alex este patio? tengo cosas que hacer.

—Si directora, si quiere me puedo ocupar de él todo el año.

—Me sorprendes Adam, me apuntaré este acto de buena voluntad... raro en ti... —Matilde hace una pequeña pausa para observar a los dos muchachos—. Bueno, me voy chicos, pasadlo bien.

Adam se despide con una sonrisa y Matilde se va.

—Qué mujer más fea y pesada —dice mientras pone los ojos en blanco—. Suerte que no la tienes como profesora.

Alex, mira con cara de sufrimiento mezclada con un poco de ironía a Adam.

—¡NO! —Adam se pone las manos en la boca y se ríe—. ¡La tienes como profesora! —Se ríe aún más—. Pues buena suerte —le dice a Alex mientras le pone una mano en el hombro con tono condescendiente.

Alex se queda serio, pero acaba riéndose por la situación.

Adam le da su batido, y mientras se lo da, le empieza a hablar de anécdotas suyas. Alex no entiende algunas cosas, ya que su compañero habla muy rápido y no se calla ni debajo del agua, pero no le importa, le gusta escuchar a Adam. Lo único que hace callar al chico es el timbre que anuncia la vuelta a las clases. 

Amor sobre ruedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora