Capítulo 1

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     En una tormentosa noche de otoño, los truenos y relámpagos retumbaban sobre aquel pequeño bosque, adueñándose del silencio, como si quisiera alarmar a alguien de una posible tragedia. Los animales, atemorizados, corrían rápidamente hacia sus refugios, pero... no era de la tormenta de lo que huían.

     Rápidos pasos comenzaron a escucharse, acercándose cada vez más con el chapoteo del barro encharcado, acompañado por un estruendoso relámpago que deslumbró el sitio por un momento, mas por culpa de los innumerables árboles, no se pudo vislumbrar nada. Tan solo una sombra que se iba haciendo cada vez más grande por momentos.

     Cerca de allí, un hombre deambulaba por el lugar, dispuesto a matar cualquier cosa que se le cruzara por el camino con su preciada y ya cargada escopeta. Por más que aquel sujeto se mojara y le costara andar por aquel barro, siguió adelante con su caminata y su propósito. No se imaginaba ni por asomo lo que el destino le tenía preparado aquella noche.

     Tan solo unos minutos después, un gran rugido se escuchó, además de un disparo inmediato y un grito ensordecedor. Aquel hombre... había sido asesinado.

* * *

     El cielo completamente nublado, sin ningún matiz de que fuese a despejarse. Multitud de paisajes se avistaban a través de aquel cristal que me protegía del fuerte viento del exterior. En el horizonte, escasos rayos de sol se divisaban, mientras que, a mis ojos, parecía que aquella bola de fuego que se encontraba a millones y millones de kilómetros de la Tierra, comenzaba a ascender muy lentamente. En cuanto se viera por completo, por fin podríamos decir que había comenzado un nuevo día.

     En aquel momento me encontraba dentro de un autobús, con la vista puesta en la ventana, observando con cansancio aquellas vistas mientras los párpados se me cerraban de vez en cuando, tentándome a quedarme dormida de nuevo, y sintiendo cómo cabeceaba sin poder evitarlo. Aun así, aunque cerrara los ojos, el sueño no me vencía en ningún momento. Estaba nerviosa, cansada e incluso algo molesta. Aún no me acostumbraba a los largos viajes.

     Llevaba toda una noche viajando. Del autobús al tren, y del tren al autobús. Tan solo recordaba haber descansado una o dos horas en todo el trayecto. Necesitaba llegar de una vez a mi nuevo hogar y echar una cabezadita.

     Tal como dije antes, me dirigía a mi nuevo hogar. Nueva ciudad, nueva casa, nuevo instituto, nuevos amigos... En breve volvería a ver a mi padre. A mi padre biológico. Los únicos recuerdos que tengo de él son muy pocos, ya que se divorció de mi madre cuando yo tan solo tenía seis años. Y esos pocos recuerdos que tenía, solo eran continuas discusiones entre ellos. No recuerdo ningún momento en el que pareciésemos una familia feliz. Y, cómo no, en medio de todo aquello estaba yo, viviéndolo todo en tercera persona, como si no pudiese decir lo que yo deseaba.

     Al final, tuvieron una última bronca cuando me vieron llorar, ya que no quería que siguiesen peleando. Se divorciaron y discutieron por mi custodia, la cual ganó mi madre después de persuadir al juez con sus palabras y las de su abogado. Desde ese entonces, no he vuelto a tener contacto con mi padre. Ni llamadas, ni correos, ni cartas..., nada. Y ahora, diez años después, me voy a vivir con él.

     El que me mudase a la casa de mi padre, había sido decisión mía. Mi madre, aunque al principio no quiso, al final dejó que me fuera. Tenía que ir acostumbrándome a tomar mis propias decisiones. No es que no la quisiera, ni mucho menos. El caso es que ella... había encontrado a alguien y, se notaba que se amaban. Quería que fuese feliz con él. Si yo estaba con ella, solo le recordaría que soy aquella hija que nació por accidente del hombre que amó en un principio, y al que poco después odiaría luego de tantas discusiones.

     Lo que me atormentaba en ese momento era justamente mi padre. Había estado desaparecido diez años de mi vida. ¿Y si no me reconocía? ¿Cómo lo reconocería yo a él? Ni siquiera me acordaba de su rostro. Lo único que me había comentado mi madre sobre él, es que teníamos los ojos del mismo color. Él estaría esperándome en la parada de autobús, o al menos, eso es lo que mi madre dijo y lo que yo esperaba.

     Me acomodé las gafas y, ya más despierta, me coloqué los auriculares de mi MP3, escuchando una canción aleatoria. Sin poder evitarlo, me puse a pensar en qué seríamos los humanos sin música. En realidad, la música, aunque no la estemos escuchando o no le prestemos atención, realmente está en todas partes. Por la mañana, siempre despertamos con un ritmo en nuestra mente, el cual no podemos sacarnos de la cabeza hasta el día siguiente o hasta que nos distraemos con otra canción. Es imposible vivir sin música, porque aunque no queramos, la encontramos en cualquier sitio. Para mí, la música significa mucho. No solo por el ritmo. También por la letra, los instrumentos, los acordes, las notas..., incluso los personajes históricos que triunfaron en el pasado gracias a ella. Pero aunque significara mucho, no era una experta. Aunque tampoco una completa negada.

     Mis pensamientos fueron interrumpidos al alzar de nuevo el rostro y fijarme en que el sol por fin había salido por completo, luciéndose con sus hermosos y cegadores rayos, como si quisiera llamar mi atención, apartando aquellas molestas nubes, las cuales tenían parte de culpa por no haberme dejado conciliar el sueño.

     Fue entonces cuando sentí el móvil vibrando en mi bolsillo y se escuchó un pequeño sonido que tan solo duró unos simples segundos. Era un mensaje. Saqué aquel aparato con vagueza y revisé el buzón de entrada. Donde normalmente se situaba la cifra numérica del correspondiente remitente, se hallaba la palabra "Mamá". Deslicé el dedo por la pequeña pantalla, pulsando el mensaje, y lo abrí. Fue inevitable que mis labios se curvaran en una pequeña sonrisa al leer el contenido.

«Hola mi querida Sophie.

Espero que hayas dormido bien,

aunque lo dudo con la incomodidad de los asientos

del autobús y del tren.

Me acabo de despertar y, como de costumbre

me he dirigido a tu habitación para levantarte,

pero entonces vi tu cama vacía...

Te echo de menos mi niña. Sé que apenas

han pasado unas horas, pero compréndeme.

Eres lo más preciado que tengo.

Ya sabes cómo soy. Soy una llorona.

Ahora mismo no puedo evitar que se me

salten las lágrimas mientras te escribo esto.

Leo se va a preocupar como me vea así.

Te quiero mi princesita».


     Releí el mensaje y me vi obligada a desviar la mirada hacia la ventana. ¿Lo hacía inconscientemente o sabía cómo emocionarme? Mis ojos, completamente humedecidos, volvieron a fijarse en el sol, como si este pudiese secar las lágrimas que acechaban con escapar y recorrer mi rostro, saboreando la dulce libertad. Me era imposible responderle, o al menos en ese mismo instante. Sabía que si intentaba contestar su mensaje, las lágrimas que con tanto esfuerzo intentaba retener, comenzarían a rebosar y la presa sucumbiría ante tanta emoción acumulada.

     "Yo también te quiero mamá" me limité a responder en mi mente, mientras el conductor de aquel autobús daba aviso de que pronto llegaríamos a la siguiente parada. Mi nuevo hogar.

[CDM] Amores prohibidos pero eternos (Castiel, Lysandro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora