Capítulo 11

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     El día de la excursión llegó sin que la chica se diera cuenta. Se había pasado los días en cama con fiebre alta y, entre las interminables horas de descanso viendo cómo a cada rato que se despertaba era de día o de noche y las incontables visitas de su padre para ver cómo se encontraba, no se había percatado de lo rápido que había pasado el tiempo.

     Era de madrugada. Los pájaros ya habían comenzado a entonar su canción y el sol estaba empezando a consumir la oscuridad.

     Entreabrió los ojos y dirigió la vista hacia el reloj de su cómoda. En menos de dos horas el autobús partiría a la excursión.

     Suspiró, cerrando un momento los ojos para después volverlos a abrir y levantarse de la cama. Sentía una leve punzada en la cabeza, pero la ignoró por completo y fue a prepararse. Aún tenía algo de fiebre, aun así estaba empeñada en asistir a la excursión.

     Tiempo después ya se encontraba duchada y vestida, con todos los preparativos listos para marcharse. Según le había comentado Akora por SMS, pasarían 3 días y 2 noches fuera. El primer día sería básicamente para explicar las normas, organizar grupos y saber curiosidades de la zona. Seguramente los profesores tenían organizado hacer algún trabajo tras la excursión, así que más valdría estar atentos a todo lo que dijeran respecto al lugar. El segundo día sería más "libre" por así decirlo y el tercero se dirigirían a alguna ciudad cercana a hacer turismo para después volver de regreso a casa, estando de vuelta al anochecer.

     Se colgó una de las mochilas y la otra la mantuvo en su mano, asegurándose de que llevaba todo lo necesario. Por alguna razón sentía que se le olvidaba algo, pero no sabía exactamente el qué.

     Pensativa, bajó hacia el comedor y fue allí donde se encontró con George, quien había terminado de desayunar y se hallaba con un cigarro encendido en la mano.

     —No sabía que fumaras —las palabras se le escaparon de los labios, captando su atención. Este le sonrió.

     —Sí, bueno. Solo de vez en cuando —se explicó el mayor, manteniendo el cigarro cerca del cenicero—. No es algo a lo que sea adicto, pero no viene mal para calmar el stress.

     La chica se acercó a la mesa del comedor y, tras dejar a un lado la mochila, se sentó frente a él, mirándolo fijamente. Había pasado bastante tiempo, pero aun así habían varias preguntas sin responder, aunque era normal si casi apenas se veían. Aquella era una buena ocasión para preguntar. Disponía de poco tiempo, ya que tendría que irse pronto, pero tenía que aprovechar el momento.

     —George —musitó decidida y posó los codos sobre la mesa a la vez que entrelazaba los dedos y posicionaba las manos cerca de sus propios labios, en la típica postura en la que se ponen los policías o detectives en las películas cuando están haciéndole un interrogatorio a algún sospechoso—, ¿qué fue lo que pasó? —al observar que no sabía a qué se refería, rectificó—, ¿por qué desapareciste por casi 10 años? ¿Por qué no te comunicaste conmigo en tanto tiempo? ¿No recibiste ninguna de las cartas que te escribí de pequeña? —iba a seguir lanzando preguntas por doquier, pero se detuvo de golpe al observar cómo su mano se tensaba, haciendo más presión de lo debido para sujetar el cigarrillo.

     Un silencio sepulcral se adueñó de la sala. La joven mantuvo la mirada fija a la de su padre biológico. Este, al contrario que ella, se vio obligado a desviarla. Se levantó de su sitio y se dirigió a una de las ventanas de la cocina, apoyándose sobre esta y dándole una buena y profunda calada a aquel cilindro adictivo y dañino.

     —Tras el divorcio —musitó para después liberar el humo de sus pulmones—, como bien sabrás, tu madre se quedó con tu custodia. No pude hacer nada. Ella tenía todas las de ganar, pero igualmente me arriesgué. Estaba cegado por derrotar a tu madre y quedarme contigo sin siquiera prever las consecuencias que conllevarían —hizo una breve pausa y soltó un suspiro, mirando a la nada—. Acordamos que cada 4 o 5 meses podría visitarte y, si tu madre estaba de acuerdo, te quedarías conmigo en vacaciones alguna que otra semana. Pero en aquel entonces había un grave problema: La empresa en la que trabajaba estaba a punto de quebrar. Necesitaba toda la ayuda económica y laboral posible, pero por mucho que nos esforzamos, acabó en la bancarrota —tomó otra calada y sacudió con delicadeza el cigarro, dejando que las cenizas cayeran sobre el alféizar de la ventana—. Me llevé casi un año sin empleo, manteniéndome con el cobro del paro. Solo me alcanzaba para pagar algunas deudas cada mes y para comer. No podía permitirme capricho alguno y tenía que estar alerta por si surgía alguna oferta de trabajo.

     La chica escuchaba atentamente a todo lo que decía con gesto serio. No podía verlo a la cara ya que estaba de espaldas a ella, pero igualmente mantuvo la mirada sobre su nuca.

     —Cuando encontré trabajo —prosiguió tras una breve pausa—, y cuando conseguí recuperarme económicamente, habían pasado ya dos años, pero sí que me comuniqué con vosotras. Llamaba entre una y tres veces al mes, pero siempre era tu madre quien atendía al teléfono —se humedeció los labios un momento y sin siquiera darse cuenta, se mordió el inferior con rabia—, siempre me contestaba lo mismo. "Está bien" —frunció el ceño—. Al parecer no te dijo nada.

     Dejó de apoyarse sobre el alféizar y dio media vuelta para ver el rostro de su hija, quien no podía creerse que su madre le hubiera ocultado aquello. Se acercó a la mesa y apagó el cigarro, dejándolo en el cenicero.

     —El trabajo poco a poco fue consumiendo mi tiempo, pero un día conseguí escaquearme por así decirlo. Tomé el primer autobús que tuve a mano con la intención de ir a visitaros y llevarte conmigo un par de días pero... el autobús en el que viajaba sufrió un accidente.

     La joven se removió en el asiento al escuchar aquello a la par que bajaba la vista, fijando los ojos en la nada. George le echó un vistazo al reloj de pared del comedor y suspiró.

     —Creo que es suficiente por hoy. Vas a llegar tarde —tras decir esto último, se acercó a ella, posando la mano sobre su cabeza y dándole una suave caricia intentando reconfortarla. Segundos después, caminó hacia la puerta de la estancia, desapareciendo tras ella.

* * *

     —...Hey. Enana, te estoy hablando —alguien puso una de sus manos en mi campo de visión para después chasquear los dedos, haciendo que mis pensamientos se esfumaran y que prestara atención a mi alrededor.

     —¿Eh? —fue lo único que alcancé a decir al girar el rostro hacia el chico que estaba sentado a mi lado en el autobús; es decir, Castiel.

     —¿Cómo que "eh"? Estás empanada —dijo algo molesto y con su característico ceño fruncido—. Deberías aprender a escuchar cuando se te habla —lanzó un leve bufido, cruzándose de brazos y volviendo a mirar hacia el frente—. Llevas en tu mundo desde que nos montamos en el autobús. Por no decir que casi te quedas en tierra de no ser que te empujé dentro. ¿Me vas a decir qué te pasa o qué?

     Mantuve la vista sobre él unos simples segundos, pero al parecer el suficiente como para hacerlo gruñir molesto. De no ser yo, seguramente me habría mandado a freír espárragos hace tiempo, pero como pude denotar, al pelirrojo había acabado por agradarle.

     —Perdón. Debo de haberme levantado con el pie izquierdo. No me hagas mucho caso. Por cierto, ¿dónde están Lys y Akora? —contesté al fin, intentando cambiar de tema.

     Noté cómo sus ojos se desviaban hacia mí, observándome de reojo. Se mantuvo así un momento, escudriñándome con la mirada para después cerrar los párpados.

     —Están en los primeros asientos. Lysandro se marea en los viajes y no tenía ganas de sentarme delante, así que la tontaina esa se ha puesto con él. Eso es todo.

     Ahogué un suspiro de alivio al escucharlo. No solo porque Akora y el peliblanco habían venido a la excursión, sino también por el hecho de que el ojigris no hubiera insistido en saber qué me pasaba. No tenía muchos ánimos para explicárselo y lo que quería hacer en ese preciso momento era disfrutar de la excursión y dejar de lado cualquier pensamiento turbio mientras esta durara.

     ¿Qué sería lo que nos depararía en aquella excursión? Solo esperaba que ningún inconveniente nos estorbase en esos pocos días que nos quedásemos allí y aún más habiendo escuchado sobre el accidente que tuvo George.

     Empezaba a sentirme insegura dentro de aquel autobús.

[CDM] Amores prohibidos pero eternos (Castiel, Lysandro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora