Capítulo 4

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Mientras corremos me planteo la posibilidad de separarnos para despistarlos pero Diego no parece querer soltarse de mí. No tengo ni idea de hacia dónde corremos cuando de repente metemos un giro de 90 grados y nos metemos entre los pasillos de matorrales y hojas que hay entre las parcelas para dividirlas.

Me estoy empezando a sentir claustrofóbica porque siento como los chicos cada vez están más cerca, aunque al menos esta vez estamos empatados. Gritan una serie de palabras que prefiero no dejar escritas para la prosperidad mientras se van riendo de lo colocados que están.

De repente hay una división de caminos, cuando creo que por fin podemos dividirnos para despistarlos Diego me empuja y atravesamos los matorrales. Siento arañazos y espinas por mis piernas y brazos cuando caigo al suelo bocarriba, menos mal que el suelo era césped y el golpe en la cabeza fue leve. Diego cae encima mía pero pone los brazos a los lados para no aplastarme y cuando voy a gritar de dolor me tapa la boca con una de sus manos. Vemos a través del matorral la silueta de los chicos y oigo sus voces:

- ¿Por dónde coño habrán ido? - farfulla uno.

- No tengo ni idea pero quiero al chico muerto. ¡Dividámonos! - empieza a ponerse nervioso.

- Tío, relájate, no somos del camping. Podrían detenernos y ya tenemos líos con la pasma.

Se meten en una discusión cuando de repente se ve el rayo de luz de una linterna. El guarda que cuida el camping se ha dignado a aparecer con los gritos y empieza a correr hacia ellos. Los chicos salen corriendo gritando palabrotas y por fin nos quedamos en silencio.

Diego me quita la mano de la boca y se tumba en la misma posición que yo a mi lado derecho. Me doy cuenta de que estamos en una de las pocas parcelas vacías y me empiezo a imaginar la situación si hubiese estado con una familia acampada. No sé si es de los nervios o por imaginarme la escena que me pongo a reir.

- ¿En serio te parece gracioso? - Diego suspira pero al final le contagio la risa. Cuando pasan unos segundos nos empezamos a relajar, él se levanta y me tiende las manos para ayudarme.

- Gracias por no huir cuál cobarde. - digo mientras me inspecciono las piernas y los brazos buscando heridas graves, pero sólo encuentro rasguños y peladuras. - Y por lanzarme al vacío a través de las ramas.

- De nada por salvarte la vida y gracias por quitarme a ese tío de encima. - nos reímos y por fin levanto la vista y lo pillo mirándome fijamente, pero en seguida desvía la mirada. - ¿Cómo sabes pelear así?

- Mi padre me obligó a tomar clases por si pasaban cosas como ésta.

- Chico listo. - miro la hora y me doy cuenta de que aún es pronto para volver y Diego parece pensar lo mismo.

Nos ponemos a andar y acabamos en el lago dónde me puse a tocar la guitarra, pero esta vez en la parte más apartada de la gente. No sé por qué pero buscamos intimidad. Nos sentamos y Diego se separa un poco para tener espacio. En el poco tiempo que nos conocemos ya me sé una de sus manías: apartarse de todo el mundo para darse espacio personal, parece que es por vergüenza y no entiendo de dónde sale esa faceta.

- Propongo algo. - Diego me mira curioso. - Una lista de preguntas y respuestas: yo hago una pregunta y responde con total sinceridad y luego la pregunta la haces tú. En el momento que uno de los dos no quiera responder se acaba el juego y te quedas sin saber más del otro. ¿Vale?

- Vale. - sonríe. - Empieza tú va.

- Mmm... ¿Color favorito?

- El rojo, o te fascina o lo detestas, y yo soy de esos a los que lo fascina. - asiento con la cabeza y me preparo para su pregunta. - ¿Color favorito?

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