He llegado

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Era la primera mañana de muchas en la cuales despierto sin ganas, sin energías, con depresión y tristeza. Tenía que acostumbrarme, mi madre ha muerto y ese peso nunca se me quitará de encima, tendré que cargarlo hasta que ya no lo sienta.
Me hubiera gustado disfrutar más de aquella casa en la que mi madre y yo vivimos por tanto tiempo pero lamentablemente no podría ser así, tendría que marcharme lejos de aquel lugar donde alguna vez fui feliz.

***

–¿Ya llegamos?

–Aún no, pero llegaremos en unos cinco minutos si es que vamos a este ritmo –dice el hombre que conduce el carruaje. Por lo que me ha contado se llama Rubeus y vive sólo con su hija, su esposa murió al dar a luz a la dulce de Narae, una chiquilla que nos ha acompañado todo el viaje en mis piernas ya que no hay otro lugar en qué hacerse–. Ya estamos llegando, ¿podría despertar a la pequeña Narae?

Asiento a lo que dijo Rubeus y con cuidado despierto a la niña.

–¡Narae! ¡Narae! ¡Despiertaaa! Ya vamos a llegar, mocosa.

¿Qué? Para mi fue con cuidado. Al menos Rubeus rió al verme despertar a su hija.

–Mmmhh... Qué molesto –la niña comienza a quejarse y yo río al verla de mal humor–. ¿Cómo me despiertas así? Eres un tonto.

Le saco la lengua y ella me responde de la misma manera. Lo sé, soy como un niño y eso nunca cambiará.

–Joven, hemos llegado –Giro mi mirada hacia delante y observo cómo nos vamos acercando cada vez más a unas casas aparentemente del pueblo. Al estar más cerca me doy cuenta de que todas las casas son muy llamativas y tienen muchas flores de todos los colores que hacía aparentar como si estuviera en un cuento de hadas–. Bienvenido a Black Forest, joven.

Black Forest mis cojones, este pueblo era hermoso. Todas las casas relucían con hermosos colores que hacían que las flores del pueblo resaltaran con una belleza increíble, era un pueblo magnífico en verdad. ¿Cómo es que algo tan bello puede tener un nombre tan deprimente?

Aparcamos el carruaje afuera del pueblo justo al lado de la entrada y comienzo a sacar mis maletas.

–¿Le ayudo con las maletas? -dice Rubeus con una sonrisa resplandeciente.

–No es necesario, igualmente son sólo dos maletas.

Tomo mis dos maletas y me bajo del carruaje para luego ayudar a la pequeña Narae a bajar. Ella me mira y me dedica una sonrisa con unos huecos en ella que muestran el lugar donde habitaron dos pequeñas perlas de dientes. Le respondo de la misma forma y miro hacia delante para emprender camino a la entrada del pueblo. Ésta consistía en un arco de madera rodeado por flores azules y lilas que daban tranquilidad. Entramos al pueblo y continuamos caminando por la calle observando todas las tiendas, casas y jardines que se veían. Antes de entrar me quedo viendo la entrada con preocupación. Iría a ver a mi padre, ya que es mi único familiar pero para mí nunca lo fue ya que nunca se hizo cargo de mí. No estaba seguro si en verdad quería entrar a ese pueblo.

Siento como una pequeña mano toma la mía y miro hacia abajo viendo como Narae me sonríe.

–Vamos, tenemos que ver el pueblo.

Entramos al pueblo y nos damos cuenta que la gente de éste era muy amable, nos saludaban con grandes sonrisas y con un aura que llenaba mi cuerpo de alegría.

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⏰ Última actualización: Jan 03, 2020 ⏰

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