En la imagen: Cassie
No se dio cuenta del tiempo que había pasado hasta que un golpeteo rítmico e incesante la obligó a levantar la cabeza. Una voz desconocida y grave que se identificó como guardia de la institución, la instaba a apresurarse y salir, con voz monótona y hostil.
Tenía el uniforme puesto, aún sentía húmeda la camisa y estaba segura de que tanto su rostro como su imagen dejaban mucho que desear. Llevaba un buen rato echada sobre el colchón de la habitación, intentando sacarse de encima la sensación de suciedad. Los labios aún estaban hinchados y sensibles donde él la asaltó. La nariz hinchada y los ojos rojos acababan por componer la imagen lastimera de condenada que buscaba evitar.
Abrió la puerta ante la insistencia y casi tropezó cuando la mujer uniformada la sostuvo firmemente, con la intención de llevarla al despacho de su nueva "directora".
-No intestes resistirte- le recordó sin amabilidad- todo va a ser peor para ti si nos pones las cosas difíciles, somos tus aliados aquí, no tus enemigos-
No necesito decir una sola palabra más, Cassie tenía perfectamente en claro quién era el enemigo. Su enemigo tenía ojos azules, y mirada de predador.
Nuevamente el salón del recibidor de la institución apareció ante sus ojos, tuvo que poner toda su concentración en no caer mientras era obligada a bajar los escalones de dos en dos. Sintió como pares de ojos duros de los guardias la observaban a medida que atravesaba la sala y era conducida a través de una puerta gigante a otro pasillo, oscuro y helado.
-a partir de aquí vas sola, no hagas enfadar a la señora Morris, aquí no hay un trato especial con nadie-
El empujón que le dio casi la hizo caer de bruces al suelo. Se recompuso con aire derrotado y le lanzo una última mirada a la mujer justo antes de que la puerta se cerrara con fuerza frente a sus ojos. Todo ese maltrato a consecuencia de un crimen que no cometió, eso estaba bien para jóvenes criminales peligrosos, pero no para ella. El sabor amargo de la injusticia le agrió la boca. No había nada que hacer contra la sentencia. Esperaba poder sobrevivir, resistir el largo camino que le quedaba por delante.
La poca luz que iluminaba el pasillo se filtraba por un tragaluz estratégicamente colocado en el techo. Agradeció el silencio del lugar. Había una sola puerta en la lejanía, que según había sido informada, era el despacho de la directora de la institución. Esta parte del recinto era claramente distinta de las habitaciones, el lujo se reflejaba en sus paredes prolijamente pintadas e incluso había cuadros que Cassie en su poco conocimiento, juzgo costosos y finos. Decoraban las paredes. El piso de alfombra se sentía incómodo bajo sus zapatos mojados y rogó por no pescar un resfriado.
Cuando se acercó unos metros logró distinguir claramente dos voces enardecidas en una discusión dentro de la habitación. Se detuvo indecisa. No sabía claramente que tema trataran y no quería saber. Avanzó un poco más en la ansiedad de descifrar que acontecía.
La puerta apenas unos metros adelante, se abrió de golpe, con un quejido ronco de las bisagras y una figura alta y robusta se precipito hacia el exterior. Horrorizada descubrió al joven que minutos antes había estado a punto de violentarla en el baño de mujeres. Se echó hacia atrás chocando con la pared, desesperada por alejarse más. El comenzó a acercarse a zancadas furiosas en su dirección, sin advertir aun su presencia en la penumbra.
Cuando llego a su altura giró la cabeza y le echó una mirada apenas curiosa. Demoró su andar y sus ojos verdes confrontaron los de él con miedo. El reciente fuego azul en su mirada pareció apagarse y volvió su vista al camino con indiferencia. Cassie se quedó quieta, temblando de impresión mientras él se alejaba en la misma dirección que ella había llegado. ¿Era el mismo hombre? No lucía igual, quizá lo había confundido, pensó necia, porque en realidad era imposible hacerlo, sus rasgos duros y amenazantes se habían grabado a fuego en su memoria. Volvió a respirar con normalidad cuando el toco la puerta y fue escoltado hacia el exterior, dejándola sola, con una extraña mezcla de alivio y desconcierto.
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Me llaman "El Diablo"
General Fiction-por favor, no me toques ¡NO!- él la pegó a su pecho y casi podía sentirlo reír. Inútilmente apoyo las manos en aquel torso gigantesco. Se sintió pequeña y humillada. -anda, lucha, me gustan las chicas difíciles, me ponen como no te das una idea- ...