(Se mencionarán cosas de las novelas que quizá no entenderás. Se explicarán después.)
Por alguna razón no podía dormir.
Incluso después de que los niños y su guardaespaldas se fueran a sus respectivos cuartos a descansar, él no podía; se encontraba acostado en la cama, ambos brazos a cada lado de su torso.
Se sentó como pudo y dirigió su vista al lado izquierdo de la habitación, donde la desplegada silla de ruedas se encontraba, sin pensárselo mucho extendió la mano en su dirección. Esperaba que la poca luz del cuarto no lo engañara con la perspectiva y pudiera alcanzarla.
Para su suerte lo logró a los pocos minutos, sintiendo cierto orgullo en el proceso.
No era tan inútil como pensaban.
Sabía de antemano que tanto los niños como Sozoro lo veían como algo más que un pobre diablo y, aunque su pensar no difería tanto de la verdad, eso no era algo que le alegrara el día al informante.
Sin embargo, el cómo lo vieran a él no interfería en lo más mínimo con sus intereses que, aún habiendo cambiado un poco, seguían guiándose por la misma línea del "querer" sobre todo lo demás. Como siempre había sido y posiblemente sería.
No podía hacer nada para cambiarlo. Tanto si jugaba el papel de "dios" como si se rebajaba a jugar el papel de un simple mortal, el hecho de que él fuera una persona (o dios, en todo caso) plenamente egoísta e interesado sólo en sus propios intereses era un hecho fuera de discusión.
A veces se preguntaba si debería escribir un libro, igual a lo que hizo Maquiavelo muchos siglos atrás.
¡Era la representación perfecta del concepto!
Y, aun así, aquí estoy yo, cuidando a dos niños que ni son míos y, para acabar, uno me odia.
Con cierto desgano se sentó en la silla, sus piernas doliendo por el repentino uso. Izaya se cuestionó si de casualidad éstas se estarían volviendo más inútiles de lo que ya eran.
Pero esto no es ninguna novedad. Ciertamente, no es algo que abarque todos mis pensamientos por días y días.
Rodeado de la acogedora soledad de la cual Izaya disfrutaba tanto estar en compañía, el pelinegro dejó que la máscara, ya débil y resquebrajada, de a poco cayera, desvaneciéndose.
Es algo que, en falta de opciones, hay que aceptar.
Uno....
Dos...
Tres..
Cuatro...
Se repetía Izaya en susurros, contando las veces que sus brazos impulsaban las ruedas hacía delante. Su cuerpo temblaba, ya fuera por la conmoción de la realización (la caída en cuenta) de algo que, a pesar de ser demasiado obvio, no había entendido hasta ahora. O por el miedo que le infundaba el mismo pensamiento por sí sólo.
Con el tiempo, termina perdiendo cualquier significado que pudo haber tenido. Limitándose a ser una sensación tan conocida que resulta casi imperceptible.
Ya frente a su mesa de trabajo, sacó una laptop de uno de los compartimientos y la encendió. Cerrando los ojos al momento que la luz de la pantalla golpeó su rostro. Alejando de manera débil la penumbra en la cual Izaya se encontraba momentos antes. Ya recuperaba su visión, abrió el buscador y entró en su correo electrónico.
Pero sigue ahí, cuando te detienes a pensar en eso, sólo en eso. Es inevitable darte cuenta de que sigue ahí y nada ha cambiado.
Empezó a escribir el texto tan rápido como podía, el sonido de las teclas al ser presionadas generaba un eco en la habitación que, por más emoción y disfrute que generaba con normalidad en Izaya, sólo logró causar más inquietud en él.

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FOR GOD'S SAKE
FanfictionEstaba aburrida. Demasiado aburrida. Todo eso cambió cuando descubrió a las joyas Heiwajima Shizuo y Orihara Izaya. Ahora, en uno de sus tantos caprichosos infantiles, buscará hacer que se vuelvan a encontrar . "No somos tan diferentes, ¿eh, Izaya...