1

222 13 2
                                    

Estaba paseando por las transitadas calles, mirando de un lado a otro mientras inspeccionaba todas las tiendas que había a las orillas de las calles, tal y como lo haría una niña pequeña que apenas conoce el mundo.

Aunque pensándolo bien, ¿acaso ella no tiene esa apariencia?

A pesar de que su cuerpo es igual al de una niña de 14 años, ella estaba muy lejos de serlo. Pero, dado que los humanos tienden a juzgar por el exterior y, al ser la primera impresión muy difícil de borrar, sería una pérdida de tiempo explicar el por qué de su singular condición.

Aun así, para la historia que será contada a continuación, el dato no resulta más que una curiosidad.

—¡Izaya-kun! ¡Himari-chan! ¡Sozoro-kun! —llamó Inari, señalando a un edificio de departamentos. A ojos de los demás, ella no pareció tener ningún tipo de respeto por sus mayores.

—Ah... ¿No podrías llamarnos como se debería, al menos una vez? —se quejó el mayor de todos, sin una pizca de enfado en su voz. Tal vez molestia, pero no enfado.

La chica asintió, aunque , para ella, el asunto era de nula importancia y de significado irrelevante.

Los cuatro se miraron una última vez antes de entrar, produciendo un pequeño chirrido al abrir y cerrar la puerta.

-/-/-/-

Estaba bien...

Estaba bien...

¡Carajo! ¡No estaba bien!

Se sentó en su único sofá, agitando con rabia y desesperación su cabello.

—Ahora sí estoy jodido.... —murmuró mientras sacaba un cigarrillo, lo que lo calmó en parte. Pero sólo en parte.

-/-/-/-

—Ese detective me está empezando a molestar... ¿Qué planea conseguir con citarme aquí y hacernos esperar? —se quejó el pelinegro, cruzado de brazos mientras miraba al frente.

—Vaya, hasta que habla, ¿no te parece sorprendente, Himari-chan? —se burló Inari, quien se encontraba recostada contra una pared, en la esquina más oscura del cuarto.

El reflejo de luz proveniente del celular en su mano le daba un aire más tétrico y acorde con la sonrisa que tenía.

—La verdad no —se limitó a contestar la aludida, quien se preguntaba por qué ella estaba ahí. 

—Ah, tan seria como siempre. Eres aburrida, Himari-chan.

Himari, ya molesta, se dispuso a responder a Inari con la misma moneda. O, al menos. lo habría hecho, si la puerta no se hubiera abierto por un hombre vestido con traje de trabajo y sombrero café, evidentemente estresado.

—Ah, Orihara-kun... Buenas tardes —saludó con cortesía el hombre, dejando el sombrero en el escritorio y sentándose en la silla tras éste.

—Me alegra verlo también, Sazaki-san —respondió de manera tranquila el informante, sin dejar de escudriñarlo con la mirada.

—Sí... pero, dejando las cortesías de lado, ... —carraspeó, sacando un sobre de un cajón del escritorio—, tengo un trabajo para ti.

Izaya asintió, mirando casualmente a sus acompañantes.

Inari, que notó la mirada, sonrió divertida y, a paso algo pausado, se separó de la pared. La mirada fija en el detective de cabello castaño.

—Normalmente iría a verlo a su oficina —aclaró Sazaki, quien desde hacía rato notaba la mirada recelosa del pelinegro—, pero esto es de suma importancia.

Izaya, algo curioso, asintió con rapidez mientras se acercaba al hombre. Solo siendo separados por un simple escritorio de madera algo dañado por el tiempo.

Dirigió sin interés su mirada a los cuadros de la pared, hasta llegar al hombre de cabello castaño. Se fijó en la armonía de su traje con la pintura del cuarto.  

—Aprecio que mis servicios sean requeridos con tanta urgencia, pero comprenderá que tengo el tiempo contado y demasiado trabajo como para tener rodeos... ¿Podría decir de una vez qué se trae entre manos?

El detective, un poco molesto por la interrupción, le entregó el sobre a Orihara.

—Tenga en cuenta, informante, que sus servicios no son imprescindibles. Sin embargo, le doy la oportunidad de sacar provecho de la situación. Aquí se juega para ganar, pero eso ya lo debe de saber. —hizo un ademán afirmativo, señalando a los presentes—. La decisión al final es suya. Podría ganar mucho dinero si aceptará...

Se levantó del asiento dispuesto a abrir la puerta, cosa que Sozoro se adelantó a hacer, por lo que se volvió a su asiento.

—Ya habiendo dicho esto, espero que considera la opción de volver a Ikebukuro sólo por un tiempo. —

—Lo haré. —Respondió con sencillez Orihara.

Antes de irse, dirigió una mirada al detective que este no supo cómo interpretar.

-/-/-/-

—¿Usted qué cree que sea lo más conveniente? —cuestionó Inari a Sozoro, cuando ya se encontraban fuera del edificio. A unos pasos frente a ellos se encontraban Himari y Haruto. Éste último empujaba la silla de Izaya.

El hombre vestido de mayordomo pareció meditar su respuesta, dando al final una efusiva.

—Ni la menor idea. —dijo el hombre, negando de manera sutil con la cabeza—. ¿Qué crees que suceda en caso de que acepte? —preguntó él ahora.

La chica, que parecía por momentos dudar sobre si responder seriamente o reír, negó moviendo ambos dedos índices de un lado a otro con expresión divertida.

—No veo necesidad de responder a esa pregunta, no cuando la respuesta es más clara que el agua —respondió sagaz.

El que se vestía como un mayordomo se encogió de hombros, restando importancia a tal declaración.

—Quién sabe... —miró a su jefe y después a Inari—. Nada es cierto hasta que la pieza del juego sea puesta en escena para que todos la observen. Solo queda esperar a que no muera y nos deje sin trabajo y hogar a todos. Eso sería una verdadera pena... en parte. —Finalizó Densuke, acomodando su corbata gris gracias al reflejo de un escaparate.

Inari lo miró con enfado.

Tú no eres idiota y yo tampoco, lo sabes y yo igual. La pieza ya fue puesta en el escenario hace mucho tiempo.

Se paró un momento y pretendió ver algo en una tienda, el tiempo suficiente como para perder al pequeño grupo de vista. Habiéndose asegurado de que no regresarían, entró a una cafetería y se sentó en una mesa apartada.

Rebuscando en uno de sus bolsillos encontró su celular, marcó y habló unos instantes.

Una sonrisa al puro estilo Chesire se dibujaba en su rostro a medida que la conversación fluía.

Pero te lo doy, Desuke Sozoro... Esto no acaba hasta que el juego termine, lo que significa que las piezas se pueden mover a placer. Me pregunto... ¿Quién de nosotros la moverá primero?

Terminó la llamada y ordenó un café a una de las meseras, empezando a revisar sus mensajes mientras esperaba.

-/-/-/-

¿Serás tú o yo? ¿Cabrá la posibilidad de que él decida entrar antes de lo debido? No me sorprendería.

Viendo a través de la ventana, bebió un poco de su café.

—Es un lindo día. Debería salir en días así más a menudo. Le haría bien —murmuró.

Pensándolo bien, puede que sólo decida romper el juego y hacerlo a su manera. De todas formas, nada de esto afectará el final del juego.



FOR GOD'S SAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora