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Izaya-san es un hombre entre hombres.

A veces pienso que el destino ha sido injusto con él, que, en cambio, debió ser premiado como se merecía en vez de terminar en esa silla de ruedas. Sin duda, Izaya-san es la clase de persona que se merece los elogios de los demás; resalta sobre el resto con notoria facilidad. Sin embargo, no puedo negar que, hasta cierto punto, Orihara Izaya es un hombre patético.

No, tampoco digo que pertenezca a esa clase de personas que se lamentan todo el día por sus acciones pasadas. Izaya-san no tiene nada de lo cual arrepentirse después de todo. O eso es lo que me gusta pensar.

En fin, Izaya-san no es de esa clase, pero su condición, sin duda, le pone trabas a la hora de hacer su trabajo. Aun así, Izaya-san intenta no fijarse en eso y siempre encuentra la manera de sobresalir en todo lo que hace.

Además, él es un gran maestro.

A Himari y a mí nos enseña muchas cosas, incluso nos da clases dado que ya no podemos ir a la escuela.

Sin duda, Izaya-san es un buen hombre.

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Es aburrido no tener nada que hacer.

Mientras miro por la ventana de un establecimiento de sushi, todo parece ser más simple. Es casi como, si por milésimas de segundo, todo lo que sucede a mi alrededor se desvaneciera.

A veces sucede. A veces el sentimiento te alcanza y sólo te queda resignarte. No es como si fuera tan difícil; sólo acepta el momentáneo hormigueo en tus dedos y el leve dolor en tu estómago. La solución es bastante sencilla en realidad; busca algo que hacer, algo para distraerte.

Si soy sincero, suele pasarme en días como estos. En esos momentos donde el clima se encarga de hacer las cosas menos coloridas. Estoy seguro de que incluso a alguien como Izaya-san le sucede a veces (o tal vez no). Es casi algo propio del ser humano.

El desasosiego que viene con la sensación de soledad es algo que preferimos evitar, no culpo a nadie por eso.

Mientras veo las nubes volverse cada vez más grises me pregunto ¿realmente esto es necesario?

Incluso si nunca he llegado a sentir necesidad de algo como explorar el mundo sigo queriendo sabe qué hay más allá de lo que yo conozco. Algo que pueda ser más asombroso y complejo que Izaya-san.

⸺¿Orden 54? llamó desde el mostrador un chico mayor que yo, su gorra que refería a algún equipo de juego que yo desconocía le cubría lo suficiente la cara para no verla.

Me levanté del asiento donde esperaba el sushi de Izaya-san y me acerqué al mostrador, tomando la orden y entregando el dinero. Con un leve asentimiento salgo del local y, tras dar unos pocos pasos fuera de la tienda, empieza a llover.

-/-/-/-

Parece que hoy no es mí día de suerte...

⸺Debí traer el paraguas que me ofreció Izaya-san. ⸺ Me reprocho aquello con molestia mientras corro bajo la lluvia. Llegando a la estación me detengo a recuperar el aliento. Frente a mí una ventana me muestra lo desordenado que tengo el cabello y lo húmeda que se ha puesto mi ropa. Retiro un par de mechones castaños de mi cara antes de recorrer el trecho faltante.

Yo realmente lo admiro, de verdad.

Es un hombre tan único... aunque puede que este odioso sentimiento tenga que ver con eso.

Simplemente, parece que nada le afecta.

Pareciera que, aun existiendo todas la reglas, todas las diferencias sin sentido que la humanidad intenta poner unos a otros, al llegar a él todas esas cosas se desvanecen. Incluso si nadie puede ser el centro del universo, Orihara Izaya podría llegar a serlo sin problemas. El mundo se detendría si así él lo pidiera.

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⏰ Última actualización: Sep 30, 2017 ⏰

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