Capítulo 3

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Si mi vida fuese una película y en estos momentos el director decidiese parar la filmación, saldría con los ojos desorbitados y con la boca abierta por los gritos que daba en plena calle con tal de parar el autobús de línea, que como era habitual en mí, lo había perdido delante de mis narices.

Nada más levantarme me di cuenta que no iba a ser mi día. Ayer llegamos a Madrid sobre las seis de la tarde y mi hermana y yo decidimos quedarnos en casa viendo Netflix hasta una hora muy aconsejable para alguien que tiene que madrugar al día siguiente, a las cuatro de la mañana. No sé cómo lo consiguió, pero Soraya me enganchó a la serie que estaba viendo recientemente, "Limitless". En definitiva, a las siete de la mañana los pájaros que se resguardan en el balcón de la ventana de mi habitación piaban avisando que ya estaba amaneciendo y que dentro de una hora debería estar en pie. No quise creérmelo y de que me di cuenta ya sonaba el despertador que cayó al suelo con el manotazo que le di, y tras eso, mi hermana gritando por el gran día que íbamos a tener, o mejor dicho, ella iba a tener. Me arrastró a la cocina para prepararle el desayuno mientras ella se sentaba en la mesa esperando a que todo se lo diesen hecho.

-Si te vas a quedar, tendrás que colaborar-le regañé y ella soltó su móvil indignada por mis palabras.

-Es tu casa, no tengo ni idea donde tienes las cosas-resoplé y di por concluida la conversación.

Mientras desayunábamos, Soraya me contaba cómo iba a ser su día con Ángel con el típico entusiasmo de los enamorados cuando se encuentran por primera vez, yo me limité a escucharla en silencio pero en mi interior quería reprocharla por lo rápido que quería llevar la relación. Nada más acabar, vi un mensaje de mi amiga avisándome que ya estaba preparando todo y al fijarme en la hora grité, porque, como no, ya llegaba tarde. Entré a mi habitación, me vestí con un equilibrio que ni yo misma me creo y me despedí de mi hermana con dos besos, si a eso se le puede llamar así.

Ya en la calle, corrí en busca de la primera parada de autobús, en total tenía que coger tres con el fin de llegar a las afueras de la ciudad. No es que yo también estuviese muy cerca del centro pero Olimpia vivía alejada de la civilización, algo que el primer día que nos conocimos no me esperaba de ella. Me vi obligada a esperar en las dos primeras paradas como unos quince minutos y el tiempo corría en mi contra. Tanto era mi mosqueo que el chico que se sentó a mi lado y me miraba con gusto dejó de hacerlo al ver mi expresión. Bajé corriendo y rezando con que el último estuviese allí mismo esperándome pero mi suerte fue tal que justamente al acercarme cerraron las puertas y se alejó a una velocidad que no pude alcanzar. Resignada, le di un golpe a una lata de Coca Cola y me senté en el pequeño banco con los ojos puestos en el reloj. Volví a resoplar y lo único que me tranquilizaba era el encuentro que íbamos a tener Pablo y yo dentro de unas horas. Me lo había imaginado de mil formas la noche anterior y al final conseguí conciliar el sueño a las tantas, justo antes de que piasen los pajarillos. Varios ancianos me acompañaron y pude escuchar a dos hablar de cómo había jugado el Madrid la noche anterior. Menos mal que ya dentro del transporte decidieron hablar de otras cosas más interesantes al que no presté mucha atención. Quince minutos más tarde avisé al hombre que parara y al bajarme corrí, porque me había atrasado justamente una hora de la acordada. 

Al fin, llegué, llamé, me quité el pelo de la cara y Oli me abrió con el ceño fruncido-Lo siento-ella cambió su expresión y tardó poco en abrazarme.

-Ya de ti no me sorprende nada-reí sin que me escuchase, cuando supiese quien va a venir esta misma mañana a su casa, si se sorprenderá.

Entré al corral, es decir, como si fuese el hall de una casa. Su vivienda tenía ya más de sesenta años construida, heredado de sus abuelos, por lo cual, cada vez que la visitaba, el olor a antiguo inundaba mis fosas nasales. Corrió la pequeña cortina y nos adentramos a un pequeño pasillo dirigiéndonos a su habitación que estaba al fondo a la derecha. Allí pude contemplar todo el maquillaje en la mesa y la silla en frente del espejo. Las ventajas de tener una amiga con una madre cuyo trabajo es la estética es que no es necesario aprender a como maquillarse, o tal vez fuese yo que en estos temas me daban ya de por si mucha pereza. Sabiendo la persona con la que iba a quedar, necesitaba su ayuda ya que lo básico que sabía no me era suficiente. 

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⏰ Última actualización: Aug 09, 2017 ⏰

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