cataclismos

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En verdad no quiero escribirte, no soy tan tonto como para engañarme creyendo que tu respuesta no será el rechazo, sin embargo no es justo seguir mintiéndote con esta amistad que no hace más que buscar robar un poco de tu ternura.

Te quiero, te quise desde la primera vez que cantamos juntos.

Ha pasado un tiempo desde que me di cuenta que debo dejar de escribir sobre ti, así que esta será mi última carta. Sé que no será bien recibida ahora que tu relación parece más fuerte que nunca, pero no quería que el tiempo me arrebatara los detalles de nuestra historia, que quizá es más mía que nuestra porque soy el único al que le importa. Así que aquí estoy, acorralado entre lo que quieres olvidar y lo que simplemente no te interesa, escribiendo a pesar de que sé que te alejaras de mí en cuanto termines de leer.

Maldita sea, ¡Lo estaba haciendo tan bien! Cuando te conocí me gustaba otra persona, así cuando recostabas tu cabeza en mi hombro no percibí que te robabas un poco de mí y nuestra amistad parecía fluir tan natural que no note como se me iba de las manos. Juro que trate de no desviar mi mirada cada vez que lo besabas, de no buscarte entre la multitud, y para convencerme a mí mismo de que todo marchaba bien fingí que todo este entusiasmo no era por ti. Supongo que eso solo lo hizo peor.

Probablemente nuestro pecado fue buscar quedarnos solos en cada oportunidad, esperando con ansias los miércoles para escondernos después de Lógica y hablar, solo para aprender, dulce niña mía, que no hay nada más peligroso que una conversación honesta. Ahora tu fantasma está presente en cada uno de mis secretos.

No creas que no trate de decirlo antes, pero estabas tan desesperada por creerme que mentir sobre mis intenciones fue demasiado fácil. Con frecuencia nos miramos tan de cerca y por tanto tiempo que mi corazón se hartó de gritarte lo que sentía en una mirada que sabía sorda, y es que nunca me gustó tanto mi imagen como cuando se reflejó en tus ojos, me duele pensar que con tu partida pierdo un poco de mí mismo.

Me he propuesto olvidarte, pero no lo he logrado a pesar de que cada noche mi orgullo me repite severo la verdad, como si no supiera ya que no es a mí a quien le pertenece tu corazón, como si al amor le importara en algo la razón o la cordura. Culpándome mientras repito un mantra demasiado desgastado como para ahuyentar tu fantasma.

Contemplo tu belleza con horror, estoy atado a cada una de tus expresiones. Tus ojos de gata me están volviendo loco recordándome que no importa que camino tome si no sé a dónde ir, mientras su brillo perverso es la estrella que me guía regreso a ti.

No puedo más, odio como menosprecias lo que pasa en cuanto acaba, adjudicándolo a una confusión mental, al punto que me haces dudar si fuiste tú a quien sentí temblar entre mis brazos porque ahora mismo me miras como a un extraño.

Así que renuncio, renuncio a la vergüenza del día siguiente, a veces incluso de la hora siguiente, a la culpa que ya no puede compartirse, a esto que niegas en cuanto acaba, no importa finalmente tu misma lo dijiste es solo una simple atracción causando cataclismos. No puedo seguir cargando este hartazgo, esta debilidad, este desvanecimiento imparable. Los malentendidos y peleas constantes solo porque somos demasiado cobardes para decirnos adiós, incapaces de separarnos o estar juntos, asustados de perder unos pocos segundos de gloria en medio del infierno. Estoy harto de tu castidad impura y de mi amarte fingiendo indiferencia. Porque si este desastre es lo único que somos, causando caos por miedo a no causar nada, prefiero no ser. Así que irónicamente te digo adiós con esta confesión y cada palabra me hace sentir más desnudo y pequeño hasta convertirme en un niño que solo quiere correr a ocultar su vergüenza entre tus brazos, mientras limpias mis lágrimas y repites que todo estará bien. Pero sé que no será así y me siento llover.

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⏰ Última actualización: Aug 10, 2017 ⏰

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