Capítulo único.

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Se encontraba en los vestidores de la escuela Tōō, aquel día se había acordado que tendrían un partido de practica con la ya mencionada escuela, se tallaba uno de sus ojos como por décima vez en lo que iba de la mañana, como era costumbre, cada vez que iba a enfrentarse a un oponente fuerte, la emoción no había dejado que conciliase el sueño, y allí estaba, siendo regañado por Rico y siendo el centro de burla de sus compañeros de equipo por tan infantil actitud.

Una vez todos listos salieron a la cancha, sintió que su corazón se aceleraba al ver a Aomine, sólo pensar en enfrentarlo de nuevo provocaba en su pecho un sentimiento de adrenalina y felicidad juntos, enfrentarse a ese hombre sin duda era de sus cosas favoritas, por que ni siquiera cuando tenía que enfrentarse al emperador de Akashi Seijurō sentía aquella emoción como con el moreno.

Riko se adelantó para intercambiar unas cuantas palabras de agradecimiento con el entrenador del equipo contrario, al igual que Hyuga con el capitán de Tōō. Después de los típico saludos y demás, el partido comenzó, como era de esperarse tanto Aomine como él se habían aislado por completo de sus equipos, llevando la lucha constante por la victoria sobre sus hombros, cualquiera pensaría que es duro, pero al ver las sinceras sonrisas sobre sus rostros, todos se daban cuenta de que era todo lo contrario, incluso cuando entraron a la famosa zona y sus facciones se tornaron má serias, se sentía que se divertían como nunca.

Luego de uno de los minutos más intensos que había tenido en su vida, el partido finalizó, el marcador termino a favor de Tōō tan sólo por dos puntos encima que su propio puntaje, Kagami, junto con su equipo no pudieron evitar sentir un tanto de decepsión por la derrota, más con la tan pequeña brecha de puntos, pero, a su vez, contentos y satisfechos por que habían dado todo de si en la cancha, incluyendo las cosas que habían aprendido para aplicar en un futuro, sin duda era una derrota que prometía victoria en un futuro.

Todos se despidieron, dando gracias a sus oponentes por el partido y otras formalidades, Aomine le restregó en la cara un buen rato que le había ganado y se pelearon otro buen rato, aunque a Kagami le divertía más que el hecho de molestarle, nunca lo admitiría en voz alta por supuesto.

Se retiraron a los vestidores de nueva cuenta, donde se cambiaron y prepararon sus cosas para retirarse de la institución, cuando se encontraban a medio camino, Kagami se dio cuenta que no tenia puesta su preciada cadena donde se encontraba el anillo que le había obsequiado Himuro, dando una leve disculpa se regreso hasta los vestidores para buscarla, para su buena suerte, transcurridos unos minutos de búsqueda pudo encontrarla, aliviado, salió pronto del lugar, pues sabia que su entrenadora molesta no era algo bonito de ver, sin embargo, unos lloriqueos infantiles lo hicieron pararse a medio pasillo, por un momento un escalofrió nada placentero recorrió su columna, no se consideraba una persona miedosa, pero el pasillo ya se encontraba algo oscuro y los lloriqueos de lo que parecía ser un niño no dejaban que su cabeza dejara de imaginar feos escenarios dignos de una película de terror, suspiró de una forma un tanto temblorosa, regañándose a si mismo por ser tan cobarde, con ello en mente, se dispuso a buscar el origen de tan tristes lamentos, su naturaleza servicial no le permitía simplemente irse y hacer de oídos sordos así que se dejó guiar por el sonido del llanto para llegar hasta un pequeño rincón donde parecía haber efectivamente un pequeño niño llorando.

- Hey... ¿hola?, ¿te encuentras bien? -. Casi se quiso abofetear, obviamente si el pequeño lloraba así era por que no todo estaba precisamente bien, mordió su mejilla interna esperando la respuesta del infante, este mismo, sólo levantó su pequeño y regordete rostro hasta el, mirándolo con unos ojos azules enormes y tiernos, se esperaba cualquier reacción más, menos la que este había tenido, el ojiazul se había lanzado a sus brazos llorando ahora mucho más fuerte que antes, aferrándose a su camiseta como si su vida dependiera de ello, obviamente a pesar de la sorpresa, sujeto el pequeño cuerpo, que, especuló, no pasaba de los 2 añitos, trato de calmarlo acariciando un poco su pequeña espaldita, pero se quedo congelado cuando el pequeño le había dicho "papi" repetidas veces, a pesar de que le partía el corazón alejarle de sus brazos, decidió hacerlo para encararlo y preguntar más sobre su situación.

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⏰ Última actualización: Aug 10, 2017 ⏰

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