La respiración de Sonya cambia cuando comienza a despertar y sus ojos se abren. Le toma unos segundos reconocer que no se encuentra en su habitación. Su rostro adquiere una expresión de confusión y horror que se marca mientras más observa lo que le rodea.
Ella trata de moverse, pero sus extremidades no parecen pertenecerle. Hasta que por fin logra incorporarse en donde está, sentándose sobre una especie de camilla. Está a punto de poner un pie en el suelo, cuando se da cuenta de que no está sola. Un hombre de edad madura está sentado en una silla. A su lado una mujer joven. Ambos van vestidos de forma muy elegante, con traje y corbata.
Ellos la miran fijamente. Sonya sólo espera que de pronto esto se convierta en un hospital del terror y empiecen a hacerle modificaciones imposibles a su cuerpo.
Nadie hace algún movimiento, hasta que el hombre comienza a hablar:
─ Bienvenida ─ dice, su voz es profunda y grave.
Sonya junta sus cejas en confusión.
─ ¿Van a hacerme daño? ─ pregunta Sonya. Sus manos tiemblan ligeramente donde las apoya para sostenerse.
─ Nada de eso ─ responde el hombre, que cada vez pone a Sonya más nerviosa.
─ Permítenos presentarnos, ─ interviene la mujer ─ mi nombre es R0554 y puedes referirte a él cómo tu superior... si decides unirte a nosotros, claro.
─ ¿Qué clase de pesadilla es esta...? ─ dice Sonya, más para sí misma que para sus extraños acompañantes, mientras se pone de pie y se acerca a la ventana más cercana.
Todo parece normal afuera. Las estrellas y la luna brillan sobre un mar o lago cercano.
Inspecciona, entonces, dentro del lugar y nota algo que no había alcanzado a ver antes. Se trataba de un gran número de capsulas tamaño humano, y su miedo aumenta cuando se da cuenta de que ella también había estado en una. Ella sabía que esto no era nada bueno.
En cuanto piensa en huir, es interceptada por la mujer de la que no recuerda su nombre.
─ Si no me sueltas, despertaré ─ dijo Sonya y, como si fuera una amenaza, la mujer la soltó de inmediato.
─ Sonya Mercer ─ el hecho de que el hombre mayor la llamara por su nombre, la estremeció ─ Antes de despertar, debería escuchar nuestra oferta para usted. Nosotros no vamos a hacerle daño o a volverla a contactar en caso de que diga que no. Lo que es más, no volverá a experimentar pesadillas.
Sonya dejó caer la mandíbula. Nunca antes había soñado con algo parecido.
─ ¿Quiénes son ustedes exactamente? ─ preguntó Sonya. Su voz temblaba al ritmo de sus manos.
─ Sabemos que tiene muchas preguntas, pero lamentamos no poder responder a nada a menos que acepte lo que tenemo que proponerle ─ dijo el hombre.
Sonya lo analizó. El traje, sus palabras. Se trataba de un hombre de negocios, o algo parecido. No había nada amenazante en él, a excepción de sus capsulas tamaño humano que empezaban a inquietarla cada vez más, pero trató de contenerse a sí misma para escuchar todo lo que estas personas tuvieran para decir.
En vista de que su voz le salía con dificultad, Sonya sólo asintió en señal de que estaba lista para escuchar su propuesta.
─ Bien. Toma asiento ─ ofreció el hombre, que tal vez había notado las piernas inseguras de la chica. En cuanto Sonya volvió a sentarse en la capsula abierta, el único lugar disponible para que ella se sentara, el hombre empezó a hablar. ─ Sabemos que ha sufrido de pesadillas desde que tiene memoria, Sonya Mercer, hasta el día de hoy en el que cuenta ya con quince años. Nuestra propuesta incluye un entrenamiento especial en el que aprenderá a superar los miedos que le han perseguido hasta su realidad cuando despierta. Después de convertirse en una persona sin miedo, formará parte de nuestra organización. Repito, todo esto sólo si acepta. Incluso, después de completar su entrenamiento, puede rechazar el ser parte de nuestra organización y el ofrecernos tus servicios.
─ Y si... ¿no acepto? ─ dijo Sonya, después de unos segundos.
─ A partir de hoy, no volverá a sufrir de ninguna pesadilla. No aseguramos que supere cada fobia que ha ido creciendo en usted a lo largo de estos años, pero cabe la posibilidad de que lo supere si ya no hay factores detonantes ─ explicó el hombre.
─ ¿Y si acepto?
─ A partir de mañana iniciaría su entrenamiento en cuanto vaya a dormir y concilie un sueño profundo. Desde entonces, cada noche volverá aquí y nosotros le enseñaremos a pelear y vencer contra cada una de sus fobias latentes. Al aceptar, autorizará ser examinada por nosotros una vez al mes para revisar sus progresos y se comprometerá a dormir como mínimo ocho horas diarias.
─ ¿Quiénes son ustedes? ─ Sonya volvió a hacer esta pregunta.
─ No podemos responder eso ─ dijo el hombre.
─ Entonces, ¿cómo se supone que tome una decisión? ─ a Sonya le costaba cada vez menos hablar.
─ No tiene que responder ahora, si promete que lo pensará cuando esté despierta ─ el hombre le dio una sonrisa y Sonya tuvo que reconocer que para ser mayor, lucía apuesto.
─ Si... quiero pensarlo ─ dijo Sonya.
─ Muy bien. Entonces nos vemos en su próximo sueño.
El hombre continuó sonriendo y en cuanto Sonya abrió los ojos en la realidad, se sintió como si hubiera viajado en avión por 12 horas, y ni siquiera había viajado en avión antes.
Se giró en la cama hacia el suelo y devolvió todo lo que había cenado la noche anterior. Horrorizada porque esta reacción al despertar nunca la había tenido, llevó una mano a su cabeza para tratar de mitigar el mareo de alguna forma. Este acto la hizo darse cuenta de que no se sentía como ella misma y que definitivamente algo acababa de pasar.
Miro por un largo rato hacia la amplia ventana de su cuarto el cielo celeste claro del amanecer. No se sentía como ella misma ya que por alguna razón le costaba dos segundos pensar en moverse antes de moverse.
Cuando al fin reaccionó, en parte gracias a su cerebro reconectando y en parte gracias al olor del producto de sus nauseas, se vistió con su ropa deportiva para ir a correr. Esto último, después de limpiar eso, claro.
¿Realmente consideraría la oferta de las extrañas personas que aparecieron en sus sueños? No lo sabía. Pero correr definitivamente le ayudaría a pensar en lo que sea que acabara de pasar.
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Somnus
ActionEl viento soplaba fuerte a esta altura. Estabas de pie en la azotea de un rascacielos y lo primero que pensaste fue en acercarte a la orilla porque no había a donde ir. Cuando lo hiciste, el suelo parecía tan lejos que una ola balanceó tu cerebro...