Apartado N° 1.-

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Las tareas de la universidad me recuerdan a mis días escolares, que fue donde la conocí. Pasó hace un tiempo y puede que algunos momentos, eventos o personajes no los mantenga en mi memoria claramente pero trataré de hacer lo mejor.

Cuando tenía 14 años entre a la secundaria. Era un colegio nuevo. Todos éramos alumnos de distintas escuelas, lo cual según mis padres, hacía que estuvieramos en las mismas condiciones, lo que por cierto, no era así para nada.

No me era difícil hacer amigos pero no tenía la intención de socializar con todos el primer día. Quería conocerlos con sus personalidades reales, no esas las cuales muestras para dar una buena impresión y que luego cuando volteas, te dan una clavada tan filosa en la espalda que no te da tiempo a responder.
Mi madre era asidua a la iglesia y una ferviente cristiana, pero es bien sabido que ni en los confines de la eterna piedad de Dios no ha de existir el chisme.
Mi madre no sabía que me escondía entre las bancas mientras las mujeres conversaban acerca de que la señora 'X' había enviudado hace poco y ya la habían visto con otro hombre para más tarde darle un pésame tan sentido que, cualquiera pensaría que han estado orando por el alma del pobre hombre todos los días desde su fallecimiento.
Todo esto me lleva a que me gusta observar neutralmente lo que pasa a mí alrededor. Contemplar como se forman las relaciones y como se comporta la gente cuando está a solas.

Mis compañeros me comenzaron a hablar a lo cual respondía educadamente con una sonrisa.
A la semana de comenzadas las clases, se formaron lazos entre ellos. Me hice parte de un grupo que gustaba de salir a los parques a fumar y que se saltaba una que otra clase, cosas que pos supuesto, según mi madre le contaba al Padre de la parroquia, yo jamás hice, puesto que era una niña de bien.

Había dejado de mirar a la gente de manera neutral, hasta que la noté. Los chicos la saludaban de vez en cuando, cada que sus lápices caían en su dirección o debían entregarse las hojas de las pruebas.

No sé cómo no la había notado antes, eso me molestó. Yo, quien era una observadora empedernida, la había obviado absolutamente. Habiendo pasado un mes, ¿Cómo es que no sabía quién era esta chica? No recordaba su nombre y ni siquiera asociaba su rostro a nada. Se sentaba en diagonal hacia la derecha, en el tercer pupitre, debía ser ese el motivo por el cual no había notado su presencia, siempre cuando estábamos en recreo se colocaban alrededor de mi asiento para conversar o se sentaban sobre mi mesa.
Su pelo era castaño y lo llevaba largo, su espalda ancha, tenía una postura muy curvada lo que la hacía parecer más baja de lo que era. Traté de acercarme a ella para verle la cara pero era difícil. Cubría su rostro con su cabello y cierta aura de melancolía la cubría como si fuese un manto invisible.

Las clases de educación física se habían suspendido por esa semana debido al control de salud. Todas las chicas alegaban que no estaban gordas y que era una falta de respeto que su peso fuera público, otras que sus senos eran más pequeños o que eran más grandes. Todas menos ella. Se encontraba en un rincón del salón con sus brazos tratando de cubrir su escaso abdomen.
Yo medí 1.65 metros con 50 kilos, ella 1.70 metros con 47 kilos. Nunca pensé que su delgadez fuera de ese tipo. Pensaba que era una de esas chicas de las revistas a las que cualquier ropa les vendría bien y tú sentías envidia de su cuerpo. La profesora le pidió que recogiera su cabello en una coleta. Cuando lo hizo, al fin pude ver su rostro. Sus facciones eran finas, tenía los ojos pardos y pecas por doquier. Realmente era muy linda. De seguro en su escuela anterior los chicos se peleaban por ella o eso es lo que yo me quería hacer creer.

Las chicas la miraron con sorpresa cuando fue su turno de medir su busto. Su figura era perfecta, algo de lo cual me había percatado antes. Con ese rostro y cuerpo podía ser la joven más linda de nuestro curso, si es que no del colegio entero, pero, ese algo en su mirada hacia que todos la dejaran de mirar después de un rato. Tenía ojeras moradas de esas que te dejas cuando no duermes en varios días. Recuerdo que mi hermano tenía de ese tipo cuando volvía los fines de semana de la Universidad. Mi madre decía que era por estudiar tanto pero mi padre y yo sabíamos que esa era una mitad de la historia y que estaba bien, era joven después de todo que se divirtiera si era capaz de sacar su carrera.
Claramente, las de ella no eran de ese tipo.

Por alguna razón aún quería tratar de acercarme y conocerla, no lo hacía, siempre tenía una excusa.
Si eres un buen cristiano debes darle la mano a quien lo necesita o eso es lo que mi madre me dijo cuando le conté. Me pregunté si en serio ella necesitaba mi ayuda o solo era curiosidad. La respuesta llegó a mí como si me mandaran una señal.

Era mi turno de sacar la basura. Comenzamos una competencia acerca de quién era capaz de correr todos los pupitres a la vez. Por su puesto, solo pude empujar los dos primeros y los demás quedaron atascados. Mientras los demás reían por mi debilidad, note que había botado un cuaderno al suelo. Cuando me acerqué a recogerlo, note que era el puesto de ella.
La curiosidad me hizo ojearlo, estaba escrito como un diario con fechas, pero también con notas aparte. Quise no leer, pero mientras más te prohíbes, más ganas te dan de hacerlo. Escogí una hoja al azar. Cuando iba a comenzar a leer, me interrumpieron y debido al susto lo guardé dentro de mi chaleco.
Lo robé.
Sí madre, rompí el séptimo mandamiento. Te juraría que no lo volví a hacer, pero estaría rompiendo otro mandamiento más.

E.L.E.N.A.; nombre confidencial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora