Apartado N°2.- Dimensión pasiva.

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Llegue a mi casa, saludé a mi abuelo y a nuestro perro Snoop. No pueden culpar a un adolescente que le ponga a su mascota el nombre de su artista favorito, en este caso, ese adolescente sería mi hermano.

Todo era normal, a no ser por cierto objeto que mantuve oculto todo el camino a casa desde la escuela por miedo a ser descubierta.

Con 14 años sabes que cosas están mal o bien, pero no te paras a preguntarte si eso tendrá consecuencias. Era tan fácil como llegar a clases un poco más temprano al día siguiente y hacer como que nada había pasado, pero no, tenía la necesidad de saber que pasaba por su cabeza y al fin conocerla para poder decir, que había culminado mi objetivo inicial.

Deje el cuaderno en mi escritorio y baje a la cocina, casi como intentando de que de una manera mágica alguien entrara a mi pieza y lo robara. Por supuesto cuando subí aún estaba ahí.

No había nadie más en la casa, alguien que entrara de pronto a mi habitación y me reprochara diciendo que eso era malo.

Era una persona que no dejaba nada a la suerte pero esta era la única opción de no culparme a mí misma después por lo que pasara.
Como diría mi profesor de filosofía, quería que la dimensión pasiva fuera la responsable así que decidí lanzar una moneda al aire. Si caía cara lo leía y si caía sello, lo guardaba en mi bolso hasta mañana y  se lo devolvería como si nada hubiese pasado.

Tome una moneda de colección de la segunda guerra, que mi abuelo me había regalado. Era más grande de lo común, por lo que sería fácil descubrir donde cayera.

El olor del zinc que emanaba la moneda mezclado con el sudor de mi mano, lograban que las náuseas que sentía, no solo fueran por motivos morales.

Cualquiera pensaría que exagero al armar tanto alboroto solo por un diario, pero para una adolescente cristiana de 14 años, a la cual en toda su vida le han inculcado el miedo al infierno y los pecados capitales, es posible creer que su temor no fuera solo a la reprimenda de su madre.

Cerré mis ojos y lancé la moneda con fuerza al aire. Solo sentí el sonido al caer al suelo. Comencé a abrir un ojo despacio y luego abrí el otro con sorpresa al percatarme que la moneda estaba frente a mí y había caído en cara.

Me sentí feliz por un momento, y luego asustada. No era necesario retrasarlo más. Tome el cuaderno, y lo abrí en una hoja al azar.

       "...quisiera que fuera diferente. Quisiera ser igual. Las personas pasan frente a mí, como si no existiera... quiero que me noten, quiero que sepan que estoy viva, o eso es lo que creo.

Tal vez no lo estoy o nunca lo estuve.

Navego entre estos pensamientos como si de mi propio limbo víctima fuese..."

Quede sorprendida por lo que había leído. Por alguna razón, y aunque estaba fuera de contexto, ese pequeño párrafo me había llegado a lo más profundo de mis sentimientos y logrado que sintiera melancolía.

¿De qué se trataba esto? ¿Es algún tipo de poema? ¿Lo escribió ella o es de algún autor que desconozco?... Recuerdo haberme hecho muchas preguntas pero no podía responder a ninguna de ellas si no seguía leyendo ese cuadernillo.

Debía leer más, y debía hacerlo desde la primera hoja.

       "No sé quien se equivocó, si ella o yo. Ella al fornicar con aquel hombre, o yo al nacer de ese coito..."

Esto era lo que decía en la primera hoja, justo al medio. ¡¿Qué es lo que estaba leyendo?! Sentí, que había cambiado radicalmente lo que estaba haciendo. Me sentí acalorada y ruborizada. Ahora no solo estaba leyendo un diario sino que era un diario de contenido erótico. Seguramente si tuviera una lista con las veces que pensé en que haría mi mamá si me descubriera, esta no tendría fin hasta ahora.

Seguí leyendo, y pase a la página siguiente, aunque con cierto resquemor.

          "Tú estuviste ahí, tú sabes cómo era. Siempre me refriegas que no lo conocí. Como habría de hacerlo. Eras tú la que debía conocerlo pero tu necesidad te gano ¿cierto? No sé como eres capaz...

¿Quién crees que es la que está enferma aquí?"

La persona que había escrito eso, ciertamente estaba enojada. Podía sentir mucha ira y a la vez tristeza. Suponía que hablaba de una madre. No sé que es sentirse así porque mi madre siempre ha sido la mejor persona que puede ser, jamás le reprocharía nada, ni a ella ni a mi padre.

Me sentí muy mal. Debía devolverlo.

Al día siguiente, asistí a la escuela como si nada pasara pero con un nudo en mi estómago que no me permitió desayunar, lo cual a su vez preocupo a mi madre, quien me pregunto qué ocurría. Mi padre, hombre sabio, supo que algo me sucedía pero que no estaba dispuesta a contarlo. Dijo lo que cualquiera diría sobre una adolescente en esa edad."Es la pubertad, déjala", a lo que mi madre me miró con duda y luego siguió con la típica conversación matutina en nuestra casa, acerca de cómo estaría el clima, que habría de almuerzo y sobre que había acontecido en las noticias el día anterior.

Cuando llegue a la sala me di cuenta que su asiento estaba desocupado. Pensé que llegaría tarde, algo que no era usual en ella, por lo que había observado en los días pasados.

No llegó.

No supe nada de ella en los próximos días de esa semana. Nadie supo nada de ella.

Le pregunté a la profesora encargada si sabía algo de Elena. Me dijo que no me preocupara, que estaba bien, pero nada más.

No leí el cuaderno en todos esos días. Era mucha culpa en mi conciencia. Esa vocecita que te debe hablar, nunca lo había hecho conmigo, hasta ese momento. Tampoco lo regrese a su pupitre por miedo a que alguien lo tomara, alguien tan intruso como yo.

Cuando volvió a clases, a la semana siguiente; la note más delgada. Su pelo había perdido brillo y se veía más encorvada de lo normal.

Traté de devolvérselo en los recreos, lo juro, pero no pude. Cuando fui a la sala a escondidas, la vi buscando algo debajo de todos los pupitres. De seguro buscaba su diario.

¿Cómo haría para dejarlo en su lugar y que ella creyera que había aparecido milagrosamente? No podía hacerlo, claro está, así que me lo quede. Aún me arrepiento de eso, pero la vergüenza fue más fuerte que mi conciencia.

E.L.E.N.A.; nombre confidencial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora