Como el día en que te conocí, estaba tan nervioso, no sabia que hacer. Me hiciste temblar de emoción cuando te vi llegar.
Y era así cada vez que nos veíamos, me causabas esa sensación de felicidad por la que valían la pena las horas de viaje para verte, las desveladas donde terminaba contándote anécdotas tontas y decirte lo mucho que me hacías sentir.