Días normales.

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5 años después.

Nada de lo que había comenzado a comer me sabía bien, la comida era horrible y sin sabor.

Tenía el presentimiento de que esa cosa había arruinado sólo mi comida, que tal vez le había puesto veneno, pero papá siempre insistía en que yo exageraba.

Hace horas que regresé del psicólogo, mi padre había insistido en que ya había pasado mucho tiempo temiendole a algo que no existía más que en mi imaginación.

Pero yo sabía que era real.

Esa cosa era de verdad y venía por mi. Todos los días buscaba la forma de herirme, en ocasiones decía cosas desagradables sobre mi. Me insultaba y se burlaba de mi cuando pedía ayuda,  era una criatura tan despreciable que solo podia pensar en estar lejos
de ella.

-Debes acabar tu comida. -ordenó la mucama, la Sra Morris.

-Ella lo preparó. -dije seriamente.

-Si, pero tranquilo que yo vi cuando hizo la comida. -sonrió ella tratando de darme valor.

La vieja señora Morris había comenzado a trabajar para mi familia cuando yo cumplí los siete años. Desde entonces a ha convertido en mi única esperanza, gracias a ella el misterioso monstruo a dejado de atacarme como antes lo hacía.

Se ha vuelto más silenciosa y cuidadosa al momento de hacerlo, lo que significa que el nivel a aumentado. Eso me da escalofríos.

Me levanto para ir a mi habitación una vez que he acabado y me siento en la silla frente a mi ordenador.

Miró en el monitor la foto de mi hermano mayor junto a mi las vacaciones pasadas, sonriendo, abrazando a papá. Es la única fotografía donde aquella cosa no aparece, ya que ella tomó la fotografía.

Mi teléfono suena y al contestar sonrío enormemente.

-Hola pequeño Alien. -ríe mi hermano mayor.

-Dylan. -sonrío llamándolo feliz. -¿Qué haces eh? ¿No deberías estar trabajando?

-Decidí tomar un descanso, me lo merezco después de dos juntas de media hora cada una. -se queja Dylan. -¿Y tú? ¿Qué haces?

-Veía la foto del lago. -dije mirando mi pantalla. -Quisiera ir de nuevo.

-No te pongas triste, hombre. -pidió mi hermano. -Pronto iremos, ya casi es otoño.

-Si...

-¿Donde está ella? -preguntó después de unos segundos.

-Fue con la abuela. -aseguré seriamente, hablar de ella me incomodaba. -Te envidio ¿sabes? Tu ya no tienes que soportar esto.

-Pronto escaparas como yo lo hice. -se burló de forma sarcástica.

La puerta de mi habitación se abrió haciendo un ruido chirriante que me herizo los bellos de los brazos por completo.

Sentí unos pasos acercarse hasta mi espalda y maldije internamente no haber puesto el seguro.

El olor a su perfume inundó mi olfato y un escalofrío me recorrió hasta la espina dorsal. Giré lentamente mi silla para encararla de una buena vez, pero mi corazón dio un brinco al verla demasiado cerca de mi.

El monstruo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora