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Ambos habían llegado hasta la casa del pelinegro, ya que era la más cercana que tenían. El pelinaranja inspeccionó todos los rincones del hogar de Kageyama.

—Es pequeña y acogedora —rió el mayor.

—¿Será porque vivo solo?

A Hinata le entraron los nervios. No sabía que Kageyama vivía solo. Tragó saliva, mirando hacia todas partes menos a su ahora pareja. Se lo habían propuesto formalmente por el camino.

—¿Acaso crees que te puedo hacer algo? —el pelinegro rió—. No haría nada que tú no quisieras.

—¡Lo has pensado! —protestó el pequeño.

—Bueno, supongo que es lógico.

El mayor infló sus mofletes, desviando la mirada y comenzando a recorrer la casa de su pareja. Naturalmente se hallaba nervioso, pues no se esperaba una respuesta así por parte de Kageyama. Lo miró de reojo, viendo como este sonreía de lado a lado. Volvió a tragar saliva, mirando hacia el frente. De pronto, las manos de Kageyama aprisionaron su cintura, haciendo que el mayor sintiera un escalofrío.

—¿Nunca lo has pensado? —preguntó el pelinegro—. Estar de esa forma conmigo... ¿Nunca?

—No es eso... Simplemente me da algo de nervios —admitió el más bajito.

—Prometo ser gentil y dulce contigo...

Ah, cómo le encantaba que Kageyama se comportara de esa forma con él. Que sólo le mostrara esa faceta a él y a nadie más. Se dio la vuelta, quedando frente a frente con el menor. Suspiró, sintiendo sus mejillas calientes.

—Hazme el amor, Tobio.

El azabache se llevó una sorpresa, no esperaba que Hinata aceptara de verdad. Sonrió de lado, acercándose a los labios ajenos para comenzar a besarlos de forma lenta. Apoyó al más bajo en una de las paredes, comenzando a morder y succionar el labio inferior ajeno, provocándole suspiros y jadeos a su pareja. Lo tomó de sus caderas, alzándolo y obligando a que este enredara sus piernas al rededor de su cintura. El ambiente no era tan incómodo como esperaban, simplemente ambos desbordaban pasión por el otro.

El pelinegro llevó a Hinata a su habitación, abriendo la puerta con una de sus manos y luego cerrarla tras de sí. Llegó hasta la cama, donde recostó al mayor con cuidado y se ubicó a horcajadas sobre él. Se deshizo de las prendas superiores de Hinata con delicadeza. Ninguno se decía nada, simplemente se estaban dejando llevar. Kageyama comenzó a besar el cuello ajeno, dando succionadas y leves mordidas, sacándole uno que otro gemido al bajo. Paseó su lengua por la nuez de Adán de Hinata y bajó hasta sus clavículas, dejando leves chupetones en éstas.

—K-Kageyama... —murmuró el mayor en un leve jadeo.

—¿Dime? —preguntó éste, levantando su mirada para ver a su novio.

—Es mi primera vez... —murmuró avergonzado.

—Y la mía también, idiota —rió, viendo como su pareja inflaba sus mofletes.

Abrió al mayor de piernas, ubicándose entre éstas. Pudo ver el sonrojó que se instalaba en los pómulos de Hinata, cosa que me hizo sentir ternura. Se quitó sus prendas superiores para estar a la par con su pareja. Simplemente, quería que todo aquello fuera especial.

Y lo era, se estaban entregando mutuamente, permitiendo que el otro acogiera su cuerpo, lo cuidara como si fuera el suyo. Se iban a volver uno solo, iban a estar unidos para la eternidad. La luz de la luna que entraba por la ventana iluminó sus cuerpos y dejó a vista de ambos sus preciosas sonrisas. Kageyama acarició la mejilla derecha de Hinata con su mano izquierda, haciendo que el mayor sonriera.

One Week ♦KageHina♦ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora